En el año 1914
estaban construyendo los Padres Salesianos el Templo de San Roque, Barranquilla
(Colombia). Las gentes de los alrededores eran totalmente pobres. Había que ir
por toda la ciudad a pedir ayuda. El Padre Briata, superior de la casa, le dijo
al Padre Juan del Rizzo: “Usted se va hacia el oriente y yo hacia occidente a
pedir de casa en casa, a ver que recogemos para el templo”. “Ay Padre”, le dijo
asustado el Padre Juan. “Póngame cualquier otro oficio, menos éste de pedir
limosna, ¡porque me muero de vergüenza!”
Mi buen amigo, respondió el director, a nuestro Fundador Don Bosco también le daba vergüenza
salir a pedir limosnas (lo dijo él mismo), pero por el reino de los Dios hay
que negarse uno así mismo. Tenemos un Amo en el cielo al cual nunca se le
trabaja gratis. Mientras más nos cuesta lo que hacemos por Dios, mayor será la
paga. Ánimo, pues, y a pedir…” Y se fueron. Pero al Padre Juan se le quedaban
las palabras debajo de la lengua cuando iba a pedir limosna…y volvió sin nada,
porque a nadie se atrevió a pedirle nada.
El Superior lo regaño
amablemente, y le avisó que al día siguiente cambiarían de sitio de visita.
Briata iría hacia oriente y el Padre Juan a occidente. ¡A ver cuál era más
guapo para pedir! Del disgusto y del susto se le indigestó el almuerzo.
Por la mañana,
siguiendo una costumbre muy recomendada por San Juan Bosco, antes de salir de
casa se fue a hacer una visita a Jesús Sacramentado en el templo, y se
arrodilló luego junto a la imagen de María Auxiliadora para encomendarse a tan
poderosa Patrona. Levantó los ojos y al ver el lindo Niño Jesús que estaba en
brazos de la Virgen Santísima, con sus bracitos abiertos como queriéndole
decir: “Llévame contigo, que quiero acompañarte en tu viaje”.
El Padre Juan lo
narraba así: “Me dije: Hasta ahora solamente le he pedido favores a la Mamá que
es muy poderosa y me ayuda muchísimo, sin embargo, es una criatura. ¿Por qué no
hago el ensayo de dedicarme a pedirle al Hijito que es de Dios? Y le encomendé
al Niño Jesús con toda mi alma esta salida que iba a hacer a “limosnear”. Sentí
como una oleada de valor por todo mi espíritu y me fui a la calle”.
El Padre Juan voló
contento a la casa salesiana y cuando el Director regresó, le mostró lo que
había recogido, era tres veces más de lo que el Superior había logrado recoger
de casa en casa en toda la mañana. Muchos años más tarde el Padre Juan dijo:
“encontré un gusto tan especial en pedir a la gente para las obras de Dios, que
necesito tener siempre entre manos alguna obra en construcción o alguna
beneficencia, para poder pedir a las gentes porque sin pedir no me siento
contento”.
Aquella mañana había
empezado su “enamoramiento” por el Divino Niño Jesús. Un enamoramiento que fue
creciendo año por año y que seguramente lo tiene muy fuerte todavía en el
cielo. Por Él trabajaba, de Él hablaba, por su devoción gasta todas sus
energías y todo el dinero que recoge. Si ayudaba a los niños pobres es porque
en cada uno de ellos quería honrar al Divino Niño Jesús que ha prometido: “Todo
lo que haces a los demás, aunque sea al más humilde, a Mí me lo haces”. Y el
Niño Jesús se encarga de enviar una lluvia de milagros. “Las manos del Divino
Niño son unos explosivos de milagros. Basta tocarlas con la oración y la fe, y
se vuelcan sobre nosotros sus prodigios”, era lo que enseñaba y constataba día
por día el Padre Juan. Y siempre recordaba las palabras que escuchó una santa:
“Todo lo que quieres pedir pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será
negado si te conviene conseguirlo”.
En el año 1935 llegó
el Padre Salesiano Juan del Rizzo al barrio “20 de julio”, al sur de Bogotá,
una región muy solitaria y abandonada en aquellos tiempos. Le habían prohibido
emplear la Imagen del Niño de Praga porque una asociación muy antigua reclamaba
para ella el derecho exclusivo de propagar esa imagen. El Padre del Rizzo
estaba convencido de que a Dios le agrada mucho que honremos la infancia de
Jesús, pues así lo ha demostrado con innumerables y numerosos milagros. ¿Si
otros niños son tan inocentes y tan dignos de ser amados, cuánto más lo será el
niño Jesús? Además recordaba muy bien la promesa hecha por Nuestro Señor a una
santa:” Todo lo que quieres pedir pídelo por los méritos de mi infancia y nada
te será negado si te conviene conseguirlo”. Así que no desistió de propagar la
devoción al Divino Niño, pero dispuso adquirir una nueva imagen.
Se fue a un almacén
de arte religioso llamado “Vaticano” propiedad de un artista italiano, y le
encargó una imagen bien hermosa del Divino Niño. Le prestaron una imagen
bellísima, el padre la llevó para sus solitarios, desérticos y abandonados
campos del “20 de julio”. Ahora empezaría una nueva era de milagros en esta
región.
Esta es un de las
imágenes más hermosas y agradables que han hecho de nuestro Señor. Con los
brazos abiertos como queriendo recibir a todos. Con una sonrisa imborrable de
eterna amistad. Atrae la atención y el cariño desde la primera vez que uno le
contempla. Allí a su alrededor se han obrado y se siguen obrando maravillosos favores,
para quien no conozca los prodigios que obtiene la fe parecerían fábulas o
cuentos inventados por la imaginación, pero que son muy ciertos para quienes
recuerdan la promesa de Jesús” Según sea tu fe así serán las cosas que te
sucederán”.
El Padre Juan comenzó
a narrar a las gentes los milagros que hace el Divino Niño Jesús a quienes le
rezan con fe y a quienes ayudan a los pobres, y empezaron a presenciarse
prodigios admirables: enfermos que obtenían la salud, gentes que conseguían
buenos empleos o estudio para los niños, o casa o éxito en los negocios.
Familias que recobraban la paz. Pecadores que se convertían. Y cada persona que
obtenía un favor del Divino Niño Jesús se encargaba de propagar su devoción
entre amigos y conocidos.
Las cuatro condiciones
que recomendaba el Padre Juan, para obtener favores del Divino Niño Jesús.
Ofrecerle la Santa
Misa Durante Nueve Domingos y confesarse y comulgar al menos en uno de ellos.
Dar una libra de
chocolate (o equivalente en dinero o en comida) a los pobres. Si la persona es
pudiente dar un mercado para familias pobres (o su equivalente en dinero).
No
repartir en la calle porque se forma desorden.
Propagar la devoción
al Divino Niño narrando a otros los milagros que Él hace a sus devotos y
repartiendo novenas estampas, almanaques, etc. e invitando a otras personas a
que hagan el ensayo de visitar al Niño Jesús y de pedirle lo que necesitan.
El niño extiende sus brazos, queriendo alcanzar a Su Padre y a cada uno de nosotros.
Su túnica es rosada, el cinturón verde y sus pies descalzos.
Se puede decir que mientras el Niño de Praga manifiesta la realeza de Cristo, el Divino Niño manifiesta en su naturaleza humana el amor de niño, necesario para nosotros ir al cielo.
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