Retratada como un pequeño
peregrino español, la imagen del niño Jesús, conocido como el Santo Niño de
Atocha, usa un largo vestido con una capa que tiene un ancho cuello de encaje y
puños con volados. En su capa está la imagen tradicional de un peregrino, una
concha de berberecho, y él sostiene una pequeña canasta con su mano izquierda,
y una vasija de agua está sostenida por un bastón que tiene en su mano derecha.
El pequeño santo niño usa sandalias abrochadas con hebillas –huaraches- de
plata, y un sombrero grande y flexible con una pluma. Aunque se lo conoce como
un peregrino, generalmente se lo muestra sentado en una pequeña silla.
La tradición devota del Santo
Niño de Atocha es un relato rico, tanto en historia como en devoción. Aunque el
Santo Niño es el trabajador milagroso, la devoción originalmente fue Mariana.
Como es apropiado, antes de que se le pida a un niño hacer algo, la persona que
pide debe solicitar en primer lugar permiso a la madre del niño. De este
modo, los rezos y las novenas para el Niño de Atocha comienzan con un rezo a
María, Nuestra Señora de Atocha.
Según la tradición, la devoción a
Nuestra Señora de Atocha y su niño hacedor de milagros se originó en Antioca, y
San Lucas el Evangelista fue el escultor de la primera imagen de la madre y el
niño. De este modo, es posible que la palabra Atocha provenga de Antioquía. La
devoción a Nuestra Señora con ese nombre se extendió rápidamente, y en 1162
hubo una hermosa estatua medieval en la Iglesia de Santa Leocadia en Toledo. En
1523, Carlos V de España pagó un enorme templo y ubicó la estatua bajo el
cuidado de los Dominicos. La imagen del Santo Niño era desmontable, y las
familias devotas tomaban prestada la imagen del niño cuando una mujer estaba a
punto de dar a luz a su bebé.
La leyenda
devota del hacedor de milagros, el pequeño Santo Niño, surgió en España. En
Atocha, un suburbio de Madrid, muchos hombres estaban en prisión debido a la fe
que profesaban. Como los carceleros no alimentaban a los prisioneros, las
familias les traían los alimentos. En una época, el califa emitió una orden que
consistía en que nadie excepto niños de doce años o menores podía traer
alimentos a los prisioneros. Aquellos que tenían niños jóvenes podían
mantener con vida a sus familiares. Pero ¿Qué les sucedería a los demás? Las
mujeres del pueblo suplicaban a Nuestra Señora, pidiéndole que las ayudara a
encontrar una forma de alimentar a sus maridos, hijos y hermanos.
Al poco
tiempo, los niños volvieron a sus hogares con una historia extraña. Un joven
niño visitaba y alimentaba a los prisioneros que no tenían niños jóvenes que
los alimenten. Ninguno de los niños sabía quién era, pero la pequeña vasija de
agua que llevaba nunca estaba vacía, y la canasta siempre estaba llena de pan
para alimentar a todos los desafortunados prisioneros que no tenían niños
propios que les trajeran alimentos. Llegaba de noche, pasando al lado de los
guardias que dormían o sonriendo amablemente a los que estaban despiertos.
Aquellos que habían pedido un milagro a la Virgen de Atocha comenzaban a
sospechar acerca de la identidad del pequeño niño. Como una manera de
confirmarlo, los zapatos de la estatua del niño Jesús estaban gastados. Cuando
los reemplazaron por unos nuevos, esos también estaban gastados.
Luego de que
Fernando e Isabel expulsaron a los moros de España en 1492, la gente continuó
invocando la ayuda de Nuestra Señora de Atocha y su Santo Niño.
Cuando los españoles llegaron al Nuevo Mundo, trajeron
consigo las devociones de sus tierras nativas. Aquellos que provenían de
Madrid naturalmente trajeron su devoción a Nuestra Señora de Atocha. En 1540,
se descubrieron minas de plata en México, y los trabajadores españoles de minas
emigraron aquí.
En Plateros, una pequeña aldea
cercana a las minas de Fresnillo, se construyó una iglesia en honor a Santo
Cristo de los Plateros, un crucifijo milagroso, comenzando la construcción a
fines de la década de 1690. Se colocó en un altar del costado una hermosa
imagen española de Nuestra Señora y su Niño Divino.
En la estatua original de Nuestra
Señora de Atocha en el santuario mexicano ella sostenía al Santo Niño con subrazo izquierdo. El niño era desmontable y en una oportunidad la imagen
original se perdió. Se talló un reemplazo a medida. El nuevo niño tenía
características indígenas. Más parecida a una muñeca que a una escultura, la
imagen tenía una peluca de pelo humano y sus manos eran muy grandes y toscas.
Los párrocos comenzaron a llevar al Santo Niño a las procesiones en las
Navidades, en las fiestas de febrero de Candelaria, en la Purificación de la
Virgen, a la iglesia parroquial cercana a Fresnillo. Vestían al Santo
Niño con diferentes atuendos para destacar las festividades estacionales del
calendario litúrgico.
A fines de la época colonial, la
devoción al Santo Niño creció y eclipsó a la devoción a Nuestra Señora de
Atocha, y también a la del Señor (Santo Cristo) de los Plateros. En un
inventario de 1816, se describe a la pequeña imagen del Santo Cristo usando un
vestido púrpura y sosteniendo un pequeño globo de plata y un cetro. Su vestido
estaba decorado con varios Milagros plateados y él había obtenido dos retablos
en acción de gracias por parte de clientes agradecidos. En 1838, un nuevo
inventario mostró que la pequeña imagen había sido trasladada a un nicho en el
altar principal. Aún vestido como un niño príncipe, había ganado un rosario y
un cinturón y tenía veintinueve conjuntos de ropa y treinta y dos retablos
(pinturas en lata o madera dadas como ofrendas ex voto).
Como la
reputación del Santo Niño como hacedor de milagros creció a través de los años,
el santuario en el área escasamente poblada de montañas escarpadas se convirtió
en un importante lugar de peregrinación. El Santo Niño había recibido tantas
ofrendas de voto que en 1883 se construyó un edificio especial, el salón de
retablos, para albergarlas y ser un museo del santuario.
Así como sus viajes anuales en
peregrinación a Fresnillo habían alimentado su reputación como una imagen
deambulante o peregrina, una novena que se escribió en su honor en 1848 contribuyó
a sus patrocinios tradicionales. La novena se escribió para completar una
manda, o un voto, para rezarle al Santo Niño a cambio de la recuperación del
autor de una grave enfermedad. Calixto Aguirre comenzó su Acción de
Gracias con un viaje desde Guanajuato a Plateros.
Aquí, con la ayuda de
dos hombres conectados con el santuario, transcribió el registro de nueve
milagros de los retablos, utilizando cada uno como un tema inspirador para las
plegarias del día. La novena describía al Santo Niño con los atributos de un pequeño peregrino en lugar de un niño rey. Los
milagros descritos son a favor de prisioneros y de aquellos que están atrapados
en un sistema jurídico injusto, mineros, inmigrantes, víctimas de delitos y de
malas condiciones económicas y laborales, y en favor de los que están
gravemente enfermos. Había sido llamado el Patrón de los Desamparados, o “los
abandonados.” La novena de Aguirre tuvo una enorme distribución en
México, Nuevo México, y América Central, y se extendió rápidamente la reputación
del Santo Niño.
En 1857, Severiano Medina de
Nuevo México peregrinó a Fresnillo y trajo de vuelta una pequeña estatua del
Santo Niño. Esta estatua fue consagrada en una capilla privada en Chimayo,
cerca de Santa Fe. Allí, la devoción local comenzó a crecer como había crecido
cuando llegó al Nuevo Mundo. En este santuario hay un pocito, o aljibe, donde
los devotos vienen a llevar tierra bendita como un sacramento en honor al Santo
Niño y como una ayuda para curar.
Algunas de las primeras tropas americanas que entraron en
acción en la Segunda Guerra Mundial fueron de la Guardia Nacional de Nuevo
México. Lucharon con valentía en Corregidor, con las defensas y túneles
subterráneos. Los católicos recordaron que el Santo Niño de Atocha ha sido
considerado durante mucho tiempo un patrón de todos los que estaban atrapados o
presos. Muchos de ellos prometieron que si sobrevivían a la guerra harían
una peregrinación desde Santa Fe a Chimayo en el Día de Acción de Gracias.
Cuando finalizó la guerra, dos mil peregrinos, veteranos de Corregidor, Bataan
y campos de prisión japoneses, junto con sus familias, recorrieron el largo y
difícil camino desde Santa Fe a Chimayo. Algunos caminaron descalzos al pequeño
santuario de adobe.
Existen otras
imágenes del Santo Niño como un pequeño peregrino deambulante en todo el mundo.
Dos de ellas son la que está en Cuzco, en la región de Perú y la llamada
“palaboy” o “wanderer” (“peregrino”) en las Filipinas. El pequeño niño de
Atocha peregrino y hacedor de milagros visita los corazones de todos con Su
tierno amor.
Pasaje del Santo Niño Jesús por
Ann Ball y Damian Hinojosa.
Tomado de: El Santo Niño de Atocha
Chimayo, Nuevo México
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