En el nombre del Padre y del hijo y del
Espíritu Santo +. Amén.
Credo de los apóstoles:
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro
Señor,
que fue concebido por obra y gracia del
Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los
muertos,
subió a los cielos,
y está sentado a la derecha de Dios, Padre
todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.
Oración Inicial:
Padre misericordioso, concédenos vivir
este Santo Vía crucis con fervor, con alegría y haz que nuestros corazones
acojan tu Palabra llena de Amor para aprender de ti a ser misericordiosos con
los demás sean nuestros familiares, amigos, compañero de trabajo, vecinos o
sean conocidos o desconocidos.
María Santísima, que acompañaste a Jesús
en este camino, enséñanos a tener sentimientos como los que tuviste en la
Pasión de tu Hijo, para que aprendamos, a través del dolor y de la cruz, la
ciencia del amor de Dios. Te lo pedimos
por Cristo nuestro Señor. Amén.
1ª ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
Obra de Misericordia a meditar: Visitar a
los encarcelados.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que
por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Era el día de la Preparación de la
Pascua, hacia el mediodía. Dijo Pilato a los judíos: ‘Aquí tienen a su rey’.
Ellos gritaron: ‘¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!’ Replicó Pilato: ‘¿A su rey voy a
crucificar?’. Contestaron los sumos sacerdotes: ‘No tenemos más rey que el
César’. Entonces se los entregó para que fuera crucificado”. (Jn 19,14-16)
Jesús es enjuiciado por las leyes del
mundo y condenado a muerte de manera injusta, hoy en nuestros días seguimos
haciendo juicio de las personas, de su actuar y su pensar; siendo muchas veces
un juicio erróneo y prejuiciado por nuestro propio pecado. También emitimos
esos pensamientos de condena contra nosotros mismos sin poder perdonarnos
nuestros propios errores, esclavizándonos a una vida de pecado y de muerte; por
no darle cavidad a la misericordia de Dios. Este año jubilar es un momento para
ser misericordiosos con nosotros mismo y con los que viven a nuestro alrededor,
evitando hacer juicios erróneos sino vivir la experiencia del perdón y una vida
en el Amor de hermanos. De manera especial a los encarcelados, que si bien
pueden haber cometido errores en su vida la misericordia de Dios es mayor y los
perdona, salir de la comodidad de nuestras casas y nuestro día a día para
visitar a ese Cristo que está en las cárceles abandonado y despreciado por la
sociedad.
Enseñanza del Papa Francisco:
“Todos tenemos necesidad de ser
purificados, de ser lavados. Todos, yo el primero. Todos somos buscados por
este Maestro que nos quiere ayudar a reemprender el camino. A todos nos busca
el Señor para darnos su mano. Es penoso constatar sistemas penitenciarios que
no buscan curar las llagas, sanar las heridas, generar nuevas oportunidades. Es
doloroso constatar cuando se cree que solo algunos tienen necesidad de ser
lavados, purificados no asumiendo que su cansancio y su dolor, sus heridas, son
también el cansancio, el dolor, las heridas, de toda una sociedad.” (Discurso a
los presos del Instituto Correccional Curran-Fromhold de Filadelfia, en Estados
Unidos, 27, Sep. 2015)
Oración:
Señor Jesús, te pedimos por todos los
encarcelados en el mundo entero para que nos enseñes a ser misericordiosos con
ellos y reconocer sus necesidades de comprensión y amor; también te pedimos por
quienes son condenados a causa del Evangelio y por nosotros, que hemos recibido
la fe, para que vivamos la libertad de ser hijos tuyos. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
2ª ESTACIÓN: JESÚS CARGA LA CRUZ EN SUS
HOMBROS
Obra de Misericordia a meditar: Enseñar al
que no sabe.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Tomaron pues a Jesús que, cargando con su
cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se dice Gólgota” (Jn
19,17).
La disponibilidad de Jesús para cargar la
cruz no elimina ciertamente la responsabilidad de sus verdugos, sin embargo, sí
manifiesta la entrega total de la vida y el amor incondicional de Jesús por
todos. A ejemplo de Jesús cada día
nosotros estamos llamados a llevar nuestra cruz y seguirle en el amor y la
misericordia para con el prójimo.
En la vida siempre debemos reconocernos
que todos los días hay algo nuevo que aprender, algo nuevo que Dios nos quiere
enseñar por medio de las personas y las situaciones que nos rodean, es
importante cuestionarnos ¿Soy dócil a las enseñanzas de Dios? ¿Soy capaz de
despojarme de mis creencias y dejarme moldear por Dios? Y en nuestra naturaleza de ser misioneros y
el llamado de “No callar lo que hemos visto y oído” (Hech. 4, 20) ¿Somos
capaces de enseñar a los demás lo que he aprendido? La invitación es que así
como nosotros aprendemos seamos discípulos y misioneros enseñando a los demás
las maravillas de la creación; pero no con jactancia ni arrogancia sino enseñar
a los demás con el verdadero deseo de propagar la buena nueva y ayudarle en su
situación a ser mejor persona e hijo de Dios.
Enseñanza del Papa Francisco:
“Un buen educador apunta a lo esencial. No
se pierde en los detalles, sino que quiere transmitir lo que verdaderamente
cuenta para que el hijo o el discípulo encuentren el sentido y la alegría de
vivir. Es la verdad. Y lo esencial, según el Evangelio, es la misericordia. El
cristiano necesariamente debe ser misericordioso, porque este es el centro del
Evangelio. Y fiel a esta enseñanza, la Iglesia no puede más que repetir lo
mismo a sus hijos: «Sed misericordiosos», como lo es el Padre, y como lo fue
Jesús. Misericordia”.
(Catequesis del 10 de septiembre del 2014)
Oración:
Señor, te pedimos por lo que viven en la
ignorancia de tu amor y tu misericordia, crea en todos nosotros un corazón de
discípulos misioneros para que sepamos llevar con generosidad la enseñanza de
tu Amor a todos los que nos rodean. Amen
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
3ª ESTACIÓN: “JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ”
Obra de Misericordia a meditar: Corregir
al que se equivoca.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que
por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Llamando a la gente a la vez que a sus
discípulos, les dijo: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá;
pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará’. (Mc 8,34-35):
La cruz es pesada y hace que Jesús caiga
por tierra; esta primera caída nos recuerda que se hizo uno de nosotros de
manera tan real que experimentó hasta nuestras limitaciones, pero no nuestros
extravíos y pecados (cf. Heb 4,15).
En la caída de Jesús con la cruz los seres
humanos reconocemos nuestras limitaciones y, sobre todo, nuestros errores; a
cada momento podemos cometer errores que nos tiran en tierra como a Jesús, los errores
dañan nuestra vida y la de las personas que nos rodean y nadie estamos exentó
de eso. Todos somos personas en construcción y por ello todos nos equivocamos,
así mis errores pueden ser la cruz de otros que también los tira al suelo en
este caminar de la vida, es por ello que debemos unos a otros corregirnos con
paciencia y alegría. La fe no nos hace súper hombres o súper mujeres; la fe nos
hace generosos a pesar de nuestras limitaciones gracias a ella; sólo el que se
siente limitado puede ayudar; y gracias a que desde nuestras limitaciones,
podemos amar, nos sentimos también necesitados de los demás.
Enseñanza del Papa Francisco:
“Todos tenemos la capacidad de pecar y de
hacer lo mismo, de equivocarnos en la vida. El otro no es más malo que tú o que
yo. La misericordia supera todo muro, toda barrera, y te conduce a buscar
siempre el rostro del hombre, de la persona. Y es la misericordia la que cambia
el corazón y la vida, que puede regenerar a una persona y permitirle incorporarse
de un modo nuevo en la sociedad”.
(Catequesis del 10 de septiembre del 2014)
Oración:
Oh Padre, que has enviado a tu Hijo como
Luz del mundo y Palabra de Verdad, suscita en los jóvenes el firme deseo de
entregar su vida al servicio de la Iglesia y ser verdaderos testigos y
anunciadores del Evangelio.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
4ª ESTACIÓN: “Jesús encuentra a María, su
Madre”
Obra de Misericordia a meditar: Dar posada
al forastero.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Simeón, después de bendecirlos, dijo a
María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en
Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el
corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos»”.
(Mc 8,34-35):
En el camino de la cruz Jesús estuvo
rodeado de muchas personas; con seguridad todas indiferentes, excepto una: su
Madre. Y es que todo puede fallar menos el amor de la madre. María tenía el
corazón herido pero siempre fuerte para amar. Así mismo en el caminar de la
vida hay personas que pasan a nuestro lado y somos indiferentes ante ellas y su
realidad, ante el que necesita una protección por que deambula por la calle
como forastero, ante los niños y anciano que no tiene tienen un techo donde
refugiarse, pero sobre todo no tienen un hogar que los acoja con amor. Nuestra
actitud casi siempre es de desconfianza o de indiferencia, porque a mí no me
corresponde hacerme cargo de ellos, olvidándonos que en esas personas también
esta Dios. Como cristianos debemos ser
más misericordiosos y salir al encuentro del que necesita; María puede tener
esta actitud porque interiorizó de tal manera su tarea discipular que oía la
Palabra y la guardaba en su corazón, es decir, la interiorizaba de tal manera
que vivía de acuerdo a ella.
(Lc 2,19).
El discípulo tiene misericordia, porque
escucha la Palabra y la guarda, puede sentir dolor pero no claudicar; el
discípulo verdadero puede sentir sangrar su corazón por la tristeza del que
sufre sin un techo, sin un hogar pero no dejar de amar, sino más bien acoger a
todos con corazón generoso.
Enseñanza del Papa Francisco:
“Acoger en casa al forastero o dar posada
al peregrino, en la formulación de una de nuestras obras de misericordia, son
una práctica que además de satisfacer una necesidad, dignifica y plenifica la
vida de quienes lo practican. “El amor, después de todo, nunca podrá ser una
palabra abstracta. Por su misma naturaleza es vida concreta: intenciones,
actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano”.
(Jornada de ayuno y oración por la paz en
Siria, 7 de septiembre de 2015)
Oración:
Padre –que reúnes a tu pueblo desde todas
las naciones de la tierra– ayúdanos a que, como María, meditemos la Palabra en
nuestro corazón y podamos anunciar a todos los hombres la experiencia que,
merced a tu Espíritu, tenemos de Cristo.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
5ª ESTACIÓN: “SIMÓN CIRINEO AYUDA A JESÚS
A LLEVAR LA CRUZ”
Obra de Misericordia a meditar: Visitar al
Enfermo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Simón de Cirene, el padre de Alejandro y
de Rufo, que volvía del campo y pasaba por allí, fue obligado a cargar con su
cruz”. (Mc 15,21):
Qué tan real debió haber sido esta ayuda
que algunos primeros cristianos recordaban a este buen hombre –como diríamos
ahora– con nombre y apellidos. Nadie puede negar la realidad y evidencia del
sufrimiento. Pero al mismo tiempo, nadie puede negar que es igualmente y hasta
más real la existencia de personas que ayudan con la cruz a sus hermanos. La
cruz de la enfermedad pueden ser muchas y múltiples enfermedades que pueden ser
mentales, físicas, sociales, morales y espirituales.
Todos en la vida experimentamos alguna
enfermedad o vivimos con la enfermedad de algún familiar o amigo cercano, que
importante es reconocer que incluso en ese dolor mi enfermedad ofrecida a Dios
puede ser redentora y decir junto a San Pablo: "Cumplo en mi carne lo que
le falta a la pasión de Cristo" (Col 1,24). Nos desanima y hasta nos
desespera el sufrimiento; sin embargo, debe ser más fuerte la esperanza y la
certeza de que siempre habrá buenos cirineos en el camino; más aún la confianza
de que siempre estamos en posibilidades de tener actitudes cirineas ante
cualquier persona que sufre.
Hay muchos gestos en los que se percibe la
fe, el amor y la misericordia de una persona. Pero ciertamente la cercanía y la
ayuda al que sufre y sobre todo en la enfermedad es indiscutiblemente un signo
de misericordia; que cada día el ejemplo del cireneo nos motive a ir siempre al
encuentro del que sufre.
Enseñanza del Papa Francisco:
“Cada vez que se ayuda discretamente a
quien sufre, o cuando se está enfermo, se tiene la ocasión de cargar sobre los
propios hombros la cruz de cada día y de seguir al Maestro (cf. Lc 9,23); y aun
cuando el encuentro con el sufrimiento sea siempre un misterio, Jesús nos ayuda
a encontrarle sentido”.
(Mensaje del Papa Francisco para la
Jornada Mundial del Enfermo 2016)
Oración:
Padre de bondad, que quieres que todos los
hombres se salven, te pedimos por todos los enfermos en el mundo entero para
que encuentren consuelo y esperanza acompañándote en el dolor de cruz; danos a
todos nosotros un corazón misionero y misericordioso para que como buenos
Cirineos acompañemos a todos los que sufren en la enfermedad llevándoles tu
amor.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
6ª ESTACIÓN: “VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE
JESÚS”
Obra de Misericordia a meditar: Dar de
beber al sediento.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Del mismo modo que muchos quedaron
asombrados al verlo –pues tan desfigurado estaba que no parecía un hombre, ni
su apariencia era humana-, así se admirarán muchas naciones; ante él cerrarán
los reyes la boca, pues verán lo que nunca les contaron y descubrirán lo que
nunca oyeron”. (Is 52, 14-15)
Los seres humanos siempre han querido ver
a Dios; ha sido un deseo respaldado a veces por la curiosidad, pero casi
siempre por la misma necesidad de darle sentido a la vida (Sal 27, 8-9). Ante
este deseo honesto, Dios no se quedó callado y mostró su rostro en Jesús, el
justo sufriente; así quedaba claro de una vez por todas que cada rostro,
especialmente los rostros de quienes más sufren, son manifestación y presencia
del Dios de Jesús.
Hoy muchos hombres sufren de sed en el
mundo. Personas que no tienen al alcance alguna gota de agua con la que saciar
su sed. Es verdad que se habla hoy en día también de la sed espiritual que
muchos hombres llevan dentro, de la sed de sentido en la vida, pero esto no quita
que se sufra también en varios lugares de nuestro planeta una fuerte sed
física. El Papa Francisco, en la encíclica Laudato Si’ habla sobre cómo la
violencia en el corazón del hombre se manifiesta en los síntomas de
contaminación del agua y que afecta su disponibilidad. Dar de beber al sediento
implica un trabajo a largo plazo para permitir que futuras generaciones tengan
agua para vivir, pero también es una oportunidad para dar de beber a Cristo hoy
en aquel hombre o mujer que tiene sed. Dar de beber al sediento es un servicio
que está al alcance de todos, es una obra de misericordia que no solo saciará
al sediento, sino que también saciará esa sed profunda que todos tenemos de
felicidad en nuestro corazón. Porque es dando que se tiene vida, y el Padre que
ve en lo secreto nos recompensará.
Enseñanza del Papa Francisco:
“Hoy existe una multitud de hombres y
mujeres cansados y sedientos, que nos piden a los cristianos que les demos de
beber. Es una petición a la que no podemos sustraernos. En la llamada a ser
evangelizadores, todas las Iglesias y Comunidades eclesiales encuentran un
ámbito fundamental para una colaboración más estrecha. Para llevar a cabo este
cometido con eficacia, se ha de evitar cerrarse en los propios particularismos
y exclusivismos, así como imponer uniformidad según los planes meramente
humanos”
(Homilía domingo 25 de enero de 2015).
Oración:
Jesucristo, Señor nuestro, concédenos que
todos los bautizados te encontremos y acojamos en el rostro sufriente de
nuestros hermanos que tienen sed física y espiritual; ayúdanos a ser portadores
de tu amor llevándoles tu amor que los saciará para siempre.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
7ª ESTACIÓN: “JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ”
Obra de Misericordia a meditar: Dar buen
consejo al que lo necesita.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Les decía: ‘El Hijo del Hombre será
entregado en manos de los hombres; lo matarán, más a los tres días de haber
muerto resucitará. Pero los discípulos, que no entendían sus palabras, tenían
miedo de preguntarle”. (Mc 9, 31-32)
La segunda caída de Jesús con la cruz,
manifiesta la fuerza secreta del amor solidario; como dice san Pablo: “Si Él no
perdonó ni a su propio Hijo (antes bien lo entregó por todos nosotros) ¿cómo no
va a darnos con él gratuitamente todas las cosas?” (Rom 8,32).
Esta segunda caída nos recuerda el
sufrimiento insistente al que está expuesto cada ser humano; pero sobre todo
nos revela la solidaridad permanente, profunda y generosa del ser humano por
excelencia, Jesús. Esa esa misma solidaridad la que estamos invitados a
experimentar en esta obra de misericordia; dar buen consejo al que lo necesita
es sobre todo una actitud del corazón; es querer ayudar, consolar, estimular,
fortalecer con un corazón bueno y magnánimo, buscando el auténtico bien de esa
persona. De allí tiene que nacer el consejo; pues cuando nace del amor y del
interés por el otro, será bien recibido y al mismo tiempo hará maravillas a la
persona que busca una ayuda. Dar consejo, sobre todo, implica ser capaces de
dar y eso no siempre es fácil. Aconsejar es echar mano de esta sabiduría
vivida, haciéndolo con humildad y sencillez. Es ofrecer y no imponer, es
compartir y no pontificar. Se trata, a fin de cuentas, de llevar a otros a
tener la seguridad de que Dios está cerca y Él será su luz y fortaleza siempre.
En la oscuridad y confusión de una tempestad sobre el mar, como en el brillo de
un amanecer de paz y serenidad, Dios está presente.
Enseñanza del Papa Francisco:
“Nadie camina solo y nadie de nosotros
puede pensar que está solo: está siempre este compañero. Cierto, sucede que
cuando no queremos escuchar su consejo, escuchar su voz, le decimos: “¡Bah
desaparece!”. Pero poner de patitas en la calle al compañero de camino es
peligroso, porque ningún hombre, ninguna mujer puede aconsejarse a sí mismo: yo
puedo aconsejar a otro, pero no aconsejarme a mí mismo”.
(Homilía jueves 2 de octubre de 2014)
Oración:
Señor Jesucristo, te pedimos por la
Iglesia peregrina en el mundo, para que sepa llevar el buen consejo al que
necesita y cada día no apoyemos unos a otros en la misericordia de tu amor,
siendo un anuncio comprometido y solidario a favor de la vida la cual se
obtiene sólo en Ti. Amen.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
8ª ESTACIÓN: “JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES
DE JERUSALÉN”
Obra de Misericordia a meditar: Consolar
al que esta triste.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Le seguía una gran multitud del pueblo y
mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús se volvió a ellas y les
dijo: ‘Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por
sus hijos”. (Lc 23,27-28)
La sabiduría de nuestras comunidades nos
revela que el dolor compartido es dolor superado. Ante aquellas mujeres que se
duelen y se lamentan, Jesús no se siente solo; comparten su dolor y eso está
muy bien. Sin embargo, Jesús les recuerda que la compasión por el otro debe
hacer que nuestra vista vaya más allá del dolor, la tristeza y salir al
consuelo del otro. ¿Quiénes son los tristes y los que necesitan consuelo? Cada
ser humano tenemos luchas, dificultades y tristezas. Atravesar por momentos
tristes en la vida es parte de la existencia humana. Y es por ello que todo ser
humano tiene necesidad de consuelo, sobre todo cuando se está atravesando por
una especial dificultad; de modo que todos estamos llamados a ser al mismo
tiempo consoladores y consolados. El buen cristiano debe llevar sus ganas de
vivir y sus esperanzas a esta alma atormentada por la tristeza, para elevarla a
Dios e infundirle nueva fortaleza para la lucha, que nunca termina mientras
estamos en este mundo.
Tiene misericordia la persona que a la
pasión le agrega compasión; la pasión provoca siempre sufrimiento, pero la
compasión redime porque aproxima los corazones; y esto lo hace solamente Dios
en nuestros corazones cuando nos acercamos al otro.
Enseñanza del Papa Francisco:
“Hoy necesitamos personas que sean
testigos de la misericordia y de la ternura del Señor, que sacude los
resignados, reanima los desalentados, enciende el fuego de la esperanza. Muchas
situaciones requieren nuestro testimonio consolador. Pienso en aquellos que
están oprimidos por el sufrimiento, la injusticia y el abuso de poder; a los
que son esclavos del dinero, del poder, del éxito, de la mundanidad. Todos
estamos llamados a consolar a nuestros hermanos, testimoniando que sólo Dios
puede eliminar las causas de los dramas existenciales y espirituales”.
(Homilía 7 de diciembre del 2014)
Oración:
Señor Jesús, Buen Pastor que entregaste tu
vida por nosotros tus ovejas, te pedimos por nuestros hermanos que sufren por
las múltiples tristezas que hay en el mundo, para que no decaiga su fe en ti; y
ayúdanos a nosotros para ser tus instrumentos de amor y misericordia en todo
lugar anunciando tu alegría y paz al que lo necesita. Amen.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
9ª ESTACIÓN: “JESÚS CAE POR TERCERA VEZ”
Obra de Misericordia a meditar: Sufrir con
paciencia los defectos del otro.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Más fue herido por nuestras faltas,
molido por nuestras culpas. Soportó el castigo que nos regenera y fuimos
curados con sus heridas”. (Is 53,5)
Y Jesús casi muerto por el dolor cae por
tercera vez y queda manifiesta la grandeza de su amor solidario que no deja a
nadie fuera del abrazo redentor del amor de su Padre. Este gesto solidario de
Jesús venció el poder del pecado y dejó claro que su Dios –nuestro Dios- es el
Dios de los que sufren. En las relaciones humanas una de las cosas que más
cuesta es soportar o sobrellevar los defectos de nuestros prójimos. Esta obra
de misericordia nos invita a tener paciencia y nos corrige cuando tenemos
“atravesados” a aquellos que nos “caen mal”, o a quienes vemos con muchos
defectos.
La paciencia es la virtud que nos lleva a
soportar sin tristeza de espíritu ni abatimiento de corazón los padecimientos
físicos y morales; nos ayuda a mirar a los demás con corazón amplio y, aun cuando
veamos sus defectos, poner el empeño para soportarlos con un corazón
misericordioso. Sufrir con paciencia los defectos de los demás es un camino
seguro hacia la paz, la santidad y es fruto de la presencia del Espíritu de Dios.
Se trata de formar en nosotros un corazón compasivo que no se indigna ante los
defectos de los demás, sino que sabe soportar desde dentro y aguantar, porque
es consciente de que todos somos débiles y de que nadie es perfecto. Un corazón
así hace vida lo que San Pablo escribía en el himno a la caridad: «El amor es
paciente, es bondadoso» (cf. 1 Co 13, 4).
Enseñanza del Papa Francisco:
“Este comportamiento, sentirse perfectos y
por lo tanto capaces de juzgar los defectos de los demás, es contrario a la
mansedumbre, a la humildad de la que habla el Señor, «a esa luz que es tan
bella y que está en perdonar». Jesús usa una palabra fuerte: « hipócrita». Los
que viven juzgando al prójimo, hablando mal del prójimo, son hipócritas. Porque
no tienen la fuerza, la valentía de mirar los propios defectos”.
(Viernes 13 de septiembre de 2013)
Oración:
Padre Celestial, que envías a tu Unigénito
para nuestra salvación, ponemos en tus manos nuestro corazón, para que día a
día aumente en nuestro corazón la paciencia y la caridad para sobrellevar los
defectos propios y los de los demás, creciendo en nosotros un corazón
misionero, portador de tu amor, a ejemplo de Cristo tu Hijo. Amen.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
10ª ESTACIÓN: “JESÚS ES DESPOJADO DE SUS
VESTIDURAS”
Obra de Misericordia a meditar: vestir al
desnudo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Lo crucificaron y se repartieron sus vestidos,
echándolos a suertes, a ver qué se llevaba cada uno”. (Mc 15,24)
Jesús llega al calvario y es violentamente
despojado de sus vestidos para ese momento pegados a sus llagas; desnudo es
expuesto a la burla de los espectadores irreverentes. Este despojo de Jesús es
comunión permanente con todos los que sufren otros tipos de despojo con los que
estas desnudos. ¿Cuántas personas desnudas hay en el mundo? Muchas, hay miles
de personas que no tienen ropa que ponerse mientras que muchos de nosotros incluso
renegamos por lo que tenemos; hay que ser valientes y desprendidos como para
imitar a Jesús y despojarnos de las cosas materiales, para practicar la pobreza
y el desprendimiento, que es tan necesario para llegar a la santidad. Vestir al
prójimo puede ser de múltiples maneras no solo con la ropa física, sino también
el ponerle la vestidura del honor, del respeto, de la protección. Siempre
estamos llamados a que cubrir la desnudez del prójimo con el manto de la
caridad. Todos los bautizamos debemos reconocer y hacer propio el despojo de
Jesús en la cruz y dar desde nuestra realidad la vestimenta que el otro
necesita.
Enseñanza del Papa Francisco:
“Hoy, aquí, pidamos la gracia para todos
los cristianos. Que el Señor nos dé a todos nosotros el valor de despojarnos,
pero no de 20 dólares; despojarnos de lo mundano, que es la lepra, es el cáncer
de la sociedad. ¡Es el cáncer de la revelación de Dios! ¡El espíritu del mundo
es el enemigo de Jesús! Pido al Señor que, a todos nosotros, nos dé esta gracia
de despojarnos”. (Encuentro con los pobres asistidos por Cáritas, viernes 4 de
octubre de 2013)
Oración:
Jesucristo, Cordero inmolado por la
humanidad, te rogamos por todas las personas que sufren por la desnudez, el
despojo de sus cosas, para que aun en la necesidad física recuerden que te
tienen a ti como protector, dales un corazón abierto a recibir tu Palabra que
vivifica, dignifica, libera y da sentido a la vida del ser humano. Amen.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
11ª ESTACIÓN: “JESÚS ES CLAVADO EN LA
CRUZ”
Obra de Misericordia a meditar: Dar de
comer al hambriento.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Llegados al lugar llamado Calvario, lo
crucificaron allí junto con los malhechores, uno a la derecha y otro a la
izquierda”. (Lc 23,33)
La crucifixión es señal del pecado de los
hombres no del amor de Dios; en la cruz se evidencia los grados más altos de
maldad que puede alcanzar el ser humano. Sin embargo, es aquí donde se ha dado
también la más grande muestra del amor. Ciertamente Dios no estaba de acuerdo
con los verdugos que mataban a su Hijo; pero sí estaba de acuerdo con él en su
entrega de la vida y fidelidad hasta el extremo. Hoy el mundo sigue matando a
Cristo reflejado en los niños, adultos y ancianos que diariamente muren a causa
de la pobreza y el hambre que en muchos lugares persiste, y amenaza con
acentuarse, la extrema inseguridad de vida a causa de la falta de alimentación:
el hambre causa todavía muchas víctimas entre tantos Lázaros a los que no se
les consiente sentarse a la mesa del rico epulón (cfr. Lc 16,19-31) … En esta
perspectiva, dar de comer a los hambrientos (cfr. Mt 25,35.37.42) se convierte
en un imperativo ético para la Iglesia universal, que responde a las enseñanzas
de nuestro Señor Jesús, sobre la solidaridad y el compartir. No seamos
indiferentes frente al hambre del prójimo mas bien pidámosle a Dios la gracia
de compartir con el que necesita.
Los cristianos misioneros tenemos la
responsabilidad de entregar la vida en fidelidad, por los principios y valores
del Reino del Dios de Jesús, para que haya menos cruces del hambre en el mundo,
menos crucificados.
Enseñanza del Papa Francisco:
“Pido al Todopoderoso, al Dios rico en
misericordia, que bendiga a todos los que, con diferentes responsabilidades, se
ponen al servicio de los que pasan hambre y saben atenderlos con gestos
concretos de cercanía. Ruego también para que la comunidad internacional sepa
escuchar el llamado de esta Conferencia y lo considere una expresión de la
común conciencia de la humanidad: dar de comer a los hambrientos para salvar la
vida en el planeta. Gracias”
(Segunda Conferencia Internacional sobre
Nutrición, 20 de noviembre del 2014)
Oración:
Señor, te pedimos por la humanidad
redimida por tu Hijo, que camina clavada en una cultura de muerte, para que
concorde con lo que has impreso en su naturaleza, se comprometa con
responsabilidad a vivir en plenitud. Amen.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
12ª ESTACIÓN: “JESÚS MUERE EN LA CRUZ”
Obra de Misericordia a meditar: Perdonar
al que nos ofende.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Llegada la hora sexta, la oscuridad
cubrió toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte
voz: ‘Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?’, que quiere decir: ‘¡Dios mío, Dios mío!
¿Por qué me has abandonado?’ … Entonces el velo del Santuario se rasgó en dos,
de arriba abajo. El centurión, que estaba frente a él, al ver que había
expirado de aquella manera, dijo: ‘verdaderamente este hombre era hijo de
Dios”. (Mc 15,33-34.38-39)
Jesús quiso morir en la cruz por perdonar
nuestros pecados, por solidaridad y amor; experimentó la muerte, el drama más
profundo del ser humano, precisamente para darle sentido a la vida. Necesito
que me pida perdón! ¡Yo a este no lo perdono! ¿Perdonar? parece que esto es
algo que no resulta fácil, en especial cuando las heridas son profundas y más
aún, cuando el que ofende, no muestra arrepentimiento o revela una soberbia.
Pero ante todo parece que lo que más necesitamos, es que se haga justicia, y lo
mas grave, es cuando nos tienta la venganza, y a toda costa queremos una
reparación del mal causado.
¿Y donde queda la misericordia? Decimos
con gran alegría que Dios es rico en misericordia, además que es infinita, pero
y la nuestra, ¿Hasta dónde llega? Si miramos la cruz, resonarán la enseñanzas
de Jesucristo, Nuestro Señor, el antes de expirar, implora perdón para sus
verdugos. Él perdona todas nuestras culpas y cura todas nuestras dolencias; no
acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente; no nos trata según
nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. Quien dice Yo perdono…
pero no olvido, da a entender que perdona sólo de palabra, pero en su interior
guarda rencores. Esa persona, en lugar de ser libre, encadena voluntariamente
su corazón en el pilar del odio. La obra de misericordia "Perdonar al que
nos ofende" se trata de no dejar contaminar nuestro corazón con rencores dañinos
y de volar libres con las alas del amor. ¿Si Dios que es todo poderoso nos
perdona todo? ¿Quiénes somos nosotros para no perdonar al prójimo?
Enseñanza del Papa Francisco:
“Ante todo, «pedir perdón no es un simple
pedir disculpas» sino que «es ser consciente del pecado, de la idolatría que
construí, de las muchas idolatrías»; en segundo lugar, «Dios siempre perdona,
siempre», pero pide que también yo perdone, porque «si yo no perdono», en
cierto sentido es como si cerrase «la puerta al perdón de Dios». Una puerta, en
cambio, que debemos mantener abierta: dejemos entrar el perdón de Dios a fin de
que podamos perdonar a los demás”. (Homilía del 10 de marzo del 2015)
Oración: Señor Jesucristo, haz que seamos
muchos los que tengamos un amor tan grande como el tuyo, dispuestos a entregar
el perdón y la propia vida por los hermanos en el mundo entero y por el anuncio
del Evangelio de salvación.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
13ª ESTACIÓN: “JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ”
Obra de Misericordia a meditar: Orar por
los vivos y los difuntos.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Después de esto, José de Arimatea, que
era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a
Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió.
Fueron, pues, y retiraron su cuerpo”. (Jn 19,38):
Todas las muertes duelen; es más todas las
muertes hunden en la desesperanza y el caos. Sin embargo, con la muerte de
Jesús –el Mártir por excelencia– la vida y la esperanza reviven en el corazón
de la humanidad. En la muerte de Jesús y la aparente debilidad de aquel cuerpo
que es bajado de la cruz está la simiente vida de otros que a ejemplo de él–
trabajarán generosamente para que el Reino de Dios rinda sus frutos. La vida y
la muerte son dos sucesos que todo ser humano experimentaremos, el pedir a Dios
por las necesidades de todos los que aún tenemos vida y por el alma de los
fieles difuntos es una de la obras de misericordia espirituales que ayudan a
sobrellevar las necesidades que tenemos.
Orar no debe ser por una rutina sino por
amor. Cuando oramos por alguien nos solidarizamos con él, se pone en práctica
el amarlo como a uno mismo. No oramos para ablandar el corazón de Dios, sino
para agrandar el nuestro. Orar es llenar nuestro corazón de nombres. Oramos por
los demás te hace bien a ti mismo, porque te ayuda a amar y te compromete para
hacer realidad, en la medida de tus fuerzas, aquello que pides. Nosotros no
somos inmunes al dolor y al sufrimiento; deberíamos ser inmunes a la
desesperanza y a la pérdida del sentido de la existencia; la persona de fe y
misericordia ve en la muerte de Jesús la simiente del compromiso y la
responsabilidad de entregar la vida hasta el extremo a la causa del Reino.
Enseñanza del Papa Francisco:
“También nosotros, cuando no rezamos, lo
que hacemos es cerrar la puerta al Señor. Y no rezar es esto: cerrar la puerta
al Señor, para que no pueda hacer nada. En cambio, la oración, ante un
problema, una situación difícil, una calamidad, es abrir la puerta al Señor
para que venga. Porque Él hace nuevas las cosas, sabe arreglar las cosas,
ponerlas en su sitio. Rezar es esto, abrir la puerta al Señor para que pueda
hacer algo”.
(Homilía 8 de octubre del 2013)
Oración:
Señor Jesús, que moriste en la Cruz por
amor a los hombres, te pedimos por aquellos que han consagrado su vida a tu
servicio, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, para que, a pesar del
dolor y el sufrimiento, puedan proclamar tu mensaje de esperanza a quienes lo
necesiten.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
14ª ESTACIÓN: “JESÚS ES DEPOSITADO EN EL
SANTO SEPULCRO”
Obra de Misericordia a meditar: Enterrar a
los muertos.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Fue también Nicodemo –aquel que
anteriormente había ido a verle de noche-. Con una mezcla de mirra y áloe de
unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con
los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde Jesús
había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el
que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, pusieron a Jesús, porque
era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca”. (Jn
19,39-42)
Y Dios envió a su Hijo al mundo, hasta el
corazón de la tierra penetrando hasta la última soledad. La tierra fue por un
momento un inmenso tabernáculo que guardó el tesoro más grande, al Hijo de
Dios. Y a partir del depósito del cuerpo de Jesús en el sepulcro ningún
sepulcro es ya lugar de la muerte y desesperanza; en cada sepulcro se nos
recuerda que la muerte es una pérdida aparente; la muerte no es el fin de la
vida, sino el comienzo –aunque doloroso– de su plenitud.
Los cristianos vemos de otro modo la
muerte porque percibimos de manera plena la vida. La obra de sepultar a los
difuntos es un evento que manifiesta con lucidez el sentido profundo de la
muerte. Cristo se enfrenta con la “vieja enemiga” del género humano y triunfa
sobre ella. La muerte retrocede ante Aquél que es «la resurrección y la vida»
(Jn 11,25). A partir del gran acontecimiento de la Resurrección la relación
entre los hombres y la muerte cambió. Quien cree en Cristo no tiene que temer a
la muerte porque aunque muera vivirá (cf. Ibid). Esa es la ganancia que nos
ofrece la fe.
Enseñanza del Papa Francisco:
“Entre ayer y hoy muchos visitan el
cementerio, que, como dice esta misma palabra, es el «lugar del descanso» en
espera del despertar final. Es hermoso pensar que será Jesús mismo quien nos
despierte. Jesús mismo reveló que la muerte del cuerpo es como un sueño del
cual Él nos despierta. Hoy estamos llamados a recordar a todos, incluso a
aquellos a quien nadie recuerda. El recuerdo de los difuntos, el cuidado de los
sepulcros y los sufragios son testimonios de confiada esperanza, arraigada en
la certeza de que la muerte no es la última palabra sobre la suerte humana,
puesto que el hombre está destinado a una vida sin límites, cuya raíz y realización
están en Dios”. (Ángelus 2 de nov. 2014)
Oración:
Oh buen Jesús, que durante toda tu vida te
compadeciste de los dolores ajenos, mira con misericordia las almas de nuestros
seres queridos difuntos, escucha la súplica que te hacemos, y por tu misericordia
concédeles gozar del eterno descanso en el seno de tu infinito amor. Amén
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
15ª ESTACIÓN: “JESÚS RESUCITÓ A LA VIDA
PLENA”
Obra de Misericordia a meditar: La
Misericordia Absoluta de Dios.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
“Y si Cristo no resucitó, su fe es vana:
siguen en sus pecados… Si nuestra esperanza en Cristo se limita sólo a esta
vida, ¡Somos las personas más dignas de compasión! ¡Pero no! Cristo resucitó de
entre los muertos como primicia de los que murieron”. (1Cor 15,17. 19-20):
La resurrección de Jesús es mucho más que
la vuelta a la vida de quien ha muerto; es la planificación total de la vida
humana en Dios. El que había muerto es ahora el Viviente; aquel que había sido
derrotado ahora es el Triunfante. En la resurrección, Dios ha mostrado que
puede transformar lo antiguo, en nuevo; la derrota, en victoria; y la muerte, en
vida. Los misioneros esclarecemos el sentido nuestra existencia desde la
resurrección; interpretando la obscuridad de la muerte desde el gozo de la vida
y la esperanza de la resurrección. Con la resurrección de Jesús estamos
llamados a contemplar la misericordia absoluta de Dios por toda la humanidad
entregándonos a su hijo por amor cada uno de nosotros, y en este año jubilar de
la misericordia estamos llamados a cada día ser misericordiosos con todo el que
nos rodea como el Padre lo es con nosotros.
Enseñanza del Papa Francisco:
“Siempre tenemos necesidad de contemplar
el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es
condición para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que revela el
misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo
con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental
que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al
hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une
Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para
siempre no obstante el límite de nuestro pecado.”
(Bula Misericordiae Vultus #2).
Oración:
Oh, Padre de Amor, te pedimos, por
intercesión de los santos y mártires misioneros, que, como ellos, nos ayudes a
ser testigos del Resucitado hasta los confines de la tierra, llevando la buena
nueva de la Vida.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
¡Señor, ten misericordia de nosotros! Porque
hemos pecado contra Ti.
Se termina rezando un Padrenuestro,
Avemaría y Gloria por las intenciones de nuestro Sumo Pontífice.
Oración Final:
Señor Jesucristo, Tú que derramaste tu
sangre para lavar los pecados de todos los hombres, haz que ninguno de ellos
quede sin recibir los beneficios de la redención. Infunde en el corazón de
todos los bautizados el deseo de propagar la fe. Cultiva en el corazón de los
jóvenes el sublime ideal de entregarse al servicio del prójimo. Sostén el ánimo
de aquellos que, abandonándolo todo, cumplen tu mandato de ir por el mundo
anunciando la Buena Nueva. Crea en mí un corazón misericordioso.
Amén.
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