¡Hijos, óiganme, les habla su padre! Sigan
mis consejos y se salvarán. Porque el Señor quiso que los hijos respetaran a su
padre, estableció la autoridad de la madre sobre sus hijos. El que respeta a su
padre obtiene el perdón de sus pecados; el que honra a su madre se prepara un
tesoro. Sus propios hijos serán la alegría del que respeta a su padre; el día
en que le implore, el Señor lo atenderá.
El que respeta a su padre tendrá larga
vida; el que obedece al Señor será el consuelo de su madre. Servirá a los que
le dieron la vida como si sirviera al Señor.
Actúa así, honra a tu padre de palabra y
de hecho, y su bendición se hará realidad para bien tuyo. Pues la bendición de
un padre afirma la casa de sus hijos, pero la maldición de una madre la
destruye hasta los cimientos. No te alegres de la deshonra de tu padre: su
vergüenza nunca será motivo de gloria para ti. El honor de un hombre depende de
la reputación de su padre; cuando una madre mereció el desprecio, salieron
deshonrados sus hijos.
Hijo mío, cuida de tu padre cuando llegue
a viejo; mientras viva, no le causes tristeza. Si se debilita su espíritu,
aguántalo; no lo desprecies porque tú te sientes en la plenitud de tus fuerzas.
El bien que hayas hecho a tu padre no será olvidado; se te tomará en cuenta
como una reparación de tus pecados. En el momento de la adversidad será un
punto a tu favor, y tus pecados se derretirán como hielo al sol. Abandonar a su
padre es como insultar al Señor; el Señor maldice al que ha sido la desgracia
de su madre.
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