Si te has decidido a servir al Señor,
prepárate para la prueba. Conserva recto tu corazón y sé decidido, no te pongas
nervioso cuando vengan las dificultades. Apégate al Señor, no te apartes de él;
si actúas así, arribarás a buen puerto al final de tus días. Acepta todo lo que
te pase y sé paciente cuando te halles botado en el suelo. Porque así como el
oro se purifica en el fuego, así también los que agradan a Dios pasan por el
crisol de la humillación. Confía en él y te cuidará; sigue el camino recto y
espera en él.
Ustedes que temen al Señor, esperen su
misericordia, no se aparten de él, pues podrían caer. Ustedes que temen al
Señor, confíen en él: no perderán su recompensa. Ustedes que temen al Señor,
esperen recibir todo lo que vale la pena: esperen misericordia y alegría
eternas. Recuerden lo que les pasó a sus antepasados: ¿quién confió en el Señor
y se arrepintió de haberlo hecho? ¿Quién perseveró en su temor y fue
abandonado? ¿Quién lo llamó y no fue escuchado?
Pues el Señor es ternura y misericordia;
perdona nuestros pecados y nos salva en los momentos de angustia.
¡Ay de los flojos que dejan caer sus
brazos, ay del pecador que se niega a elegir! ¡Ay de los flojos que no tienen
confianza!; por eso, no serán protegidos. Ay de ustedes que no han perseverado:
¿qué harán cuando el Señor les pida cuentas?
Los que temen al Señor no desobedecen sus
mandamientos; los que son fieles en amarle siguen sus caminos. Los que temen al
Señor tratan de agradarle; los que lo aman se alimentan de su Ley.
Los que temen al Señor tienen su corazón
preparado; se humillan ante él y dicen: “¡Pongámonos en las manos del Señor más
bien que en las de los hombres, pues su misericordia no es menos que su poder!”
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