miércoles, 10 de febrero de 2016

Oraciones a la Virgen María por las misiones


Oh María, Auxilio de los Cristianos: ayuda a la Iglesia misionera. Oh María, Madre de la divina gracia, Oh Maria, Reina de las misiones:

   - para que aumente en los países paganos el número de conversiones a nuestra Fe;
   - para que los catecúmenos que han de recibir el bautismo se preparen e instruyan debidamente;
   - para que los nuevos cristianos venzan las dificultades y aprendan con fervor la vida cristiana;
   - para que en todas partes surjan nuevos templos y sagrarios de Dios;
   - para que los niños y los ancianos sean regenerados en las aguas salvadoras del Bautismo;
   - para que se forme en ciencia y santidad el clero indígena en todas las misiones católicas;
   - para que aumente el número de Misioneros que difundan la luz de la Verdad;
   - para que crezca el número de los Seminarios de Misiones en que se formen nuevos apóstoles;
   - para que aumenten las vocaciones a las Ordenes religiosas dedicadas a las Misiones;
   - para que se desarrollen rápidamente en las naciones católicas las obras misionales;

Reina de las misiones, ruega por nosotros.
Ruega por nosotros, Reina de las Misiones, para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.




María, Reina de las Misiones. Soberana del orbe entero. Virgen purísima escogida entre millares. Mírame con ojos piadosos postrado a tus sagradas plantas para implorar de tu maternal ternura tu auxilio eficaz en favor de estos infelices paganos confiados a nosotros. Están sumidos en la impiedad e idolatría y gimen y lloran envueltos en las garras del espíritu de las tinieblas. Mira como sus almas se precipitan en lo profundo del abismo.

¡Madre mía! No conocen a Jesús, tu Hijo divino. No saben que por salvarlos, derramó toda Su Sangre Redentora. No saben que, por mejor esperarlos, sigue allí clavado, extendidos sus brazos divinos, abierto el costado y sangrando el Corazón, mientras les dice: "¡Venid a mí Corazón todos!".

¡Reina y Madre mía! Ellos no saben de tus dolores. Si lo supieran, ¿Cómo podrían permanecer impasibles ante tanta amargura? Intercede por ellos ante tu Divino Hijo, y alcanza con tu inmenso poder que la luz del Evangelio se derrame por el mundo entero. Que no haya religión, ni pueblo, ni hogar, ni siquiera un corazón que no adore a Cristo, fruto bendito de tus purísimas entrañas, y que no le honre como a su Rey y Señor.

Mírame, Madre amada, Reina de las Misiones, postrado ante tus benditas plantas. Y no te olvides también de mí. Miserable soy y pequeño, y no tengo otro refugio ni otra ayuda que la tuya.


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