¡Oh María!
Virgen Purísima y sin mancha, casta esposa de San José, Madre tiernísima de
Jesús, perfecto modelo de las esposas y madres, llena de respeto y confianza, a
ti recurro y con los sentimientos más profundos de veneración, me postro a
vuestros pies e imploro vuestro socorro. Mira, Purísima María, mis necesidades
y las de mi familia, atiende los deseos de mi corazón, pues me entrego al tuyo
que es tan tierno y tan bueno.
Espero que, por tu intercesión, alcanzaré de
Jesucristo la gracia de cumplir como debo las obligaciones de esposa y de
madre. Alcánzame el santo temor de Dios, el amor al trabajo y a las buenas
obras, a las cosas santas y a la oración, la dulzura, la paciencia, la
sabiduría; y todas las virtudes que San Pablo recomienda a las mujeres
cristianas y que hacen la felicidad y ornamento de las familias.
Enséñame a
honrar a mi marido, como tu honraste a San José, y como la Iglesia honra a
Jesucristo; que él vea en mi la esposa según su corazón; que la santa unión que
contrajimos sobre la tierra, subsista eternamente en el cielo. Protege a mi
marido, dirígelo en el camino del bien y de la justicia, pues quiero tanto como
la mía, su felicidad.
Encomiendo
también a tu materno corazón a mis pobres hijos. Sé tú Madre, inclina su
corazón a la piedad, no permitas que se aparten del camino de la virtud, dales
felicidad, y haz con que después de nuestra muerte se acuerden de sus padres y
rueguen a Dios por ellos, honrando su memoria y sus virtudes. Tierna Madre,
hazlos piadosos, caritativos y siempre buenos cristianos para que sus vidas
estén llenas de buenas acciones y sean coronadas con una santa muerte.
¡Oh María!,
haz que un día nos encontremos reunidos en el cielo, y desde allí podamos
contemplar tu gloria, celebrar tus beneficios, gozar de tu amor y alabar
eternamente a tu amado Hijo, Jesucristo, Señor nuestro.
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