Dr. Fernando Arizábal Loaiza
Vivir en el pasado es morir al presente, nos perdemos el
ahora cuando estamos en el ayer. El pasado ata, atrapa y mata. El presente
libera, crea y da vida. Sólo en el tiempo del ahora nos permitiremos vivir
satisfactoriamente.
El pasado es el recuerdo doloroso, el sentimiento que se
convirtió en resentimiento, la experiencia dolorosa que le llamamos culpa. El
amor que se transformó en odio, la sensibilidad que se vuelve sensiblería.
Experiencias de dolor, miedo, culpa, insatisfacción y tristeza. Pesada carga
que a veces llevamos con nosotros, equipaje que no nos permite vivir sino
sobrevivir a duras penas.
Accedemos al presente cuando perdonamos, nos perdonamos y
perdonamos a los demás. Perdón, palabra sanadora.
Perdonar no es aceptar los hechos ocurridos, no es olvidar, tampoco es negar lo
que nos pasó. El perdón no justifica pero tampoco juzga. El perdón te libera
del pasado y te pone en tiempo presente.
El ahora, tiempo de Dios. Momento maravilloso donde
existen todas las posibilidades de cambio y transformación; en el cual tú
comprendes , y no solo entiendes, aceptas pero no te resignas, aprendes para
crecer y no para sufrir. Dejas de ser víctima y te conviertes en aprendiz.
Recuperas de esa manera el poder que alguna vez en ese
pasado, lo habías extraviado. Poder de dirigir, determinar y direccionar tu
vida. Poder de amar, comprender y aprender. De construir un futuro a partir del presente.
El perdón no interroga, no tiene preguntas del pasado,
porque ese pasado ya no existe. No importa lo sucedido porque ya sucedió. Pero
sí es importante lo que hagas en el presente, porque eso determinará tu futuro. No te
conviertas en victima de otras víctimas, ni en actor de dramas de dolor y
sufrimiento. Crea tu propia obra de teatro. Sé tú el guionista, el director y
el observador.
Abre tu corazón al perdón, libérate de toda esa carga que
te está pesando y no te deja avanzar. Perdona desde la comprensión amorosa, no
para que cambies a los que te dañaron o justifiques los hechos acontecidos.
Perdona para que seas feliz y recuperes la paz. Comprende que detrás de todo
hecho por más doloroso y funesto que acontece siempre existe un significado
profundo.
Perdónate a ti mismo, recupera tu integridad y tu
inocencia.
Sobre todas las cosas que hayas hecho, cometido o
protagonizado; considera que sigues siendo inocente a pesar de todo.
Libérate del miedo, del dolor y de la culpa. Siente que
todos tenemos el derecho de equivocarnos alguna vez, pero también disponemos de
la obligación de aprender para no repetir la experiencia dolorosa.
Perdona a los demás, mira en cada agresor una víctima de
su pasado. En cada hecho de dolor una enseñanza que aprender. No dejes que te
conviertan en victimario de los demás.
Acepta los hechos que te ocurrieron, no como resignación
sino como actitud transformadora para el cambio. Convierte ese odio y
resentimiento en comprensión amorosa, la culpa en aprendizaje y el miedo en
coraje.
Despierta de la pesadilla tenebrosa del pasado a la vida
cálida en presente que te espera.
Perdón, perdonarnos, perdonar. Hace mucho tiempo alguien
nos había ya enseñado lo mismo cuando dijo: “Padre, perdónalos porque no saben
lo que hacen…”. Ahora es el momento de aprender, porque ya no hay más tiempo
que perder.
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