sábado, 19 de agosto de 2017

Santuarios Marianos


Para poder conocer el significado teológico del Santuario, se requiere ir más allá de los aspectos visibles y artísticos del mismo. Hemos de cuidar la materialidad del Santuario y de la Ermita, pero aquí no termina nuestra preocupación y servicio a favor del santuario.

¿Qué medios tenemos para conocer el significado del Santuario?

Estos medios imprescindibles son la oración, la escucha de la Palabra de Dios, la meditación... A través de ellos llegamos al corazón del misterio del Santuario.

Digamos, para empezar, que todo Santuario es: "memoria de la obra salvadora de Dios en la humanidad y en la historia", "lugar de la presencia de Dios entre los hombres" y "profecía de la Patria celestial".

Mons. Santiago García Aracil explica esta descripción así: "Todo Santuario es memoria (de la manifestación de Dios a través de un acontecimiento que se guarda en el recuerdo como hecho sagrado); es profecía (que expresa el mensaje de salvación que Dios ofrece a quienes se acercan a este lugar de encuentro con Espíritu abierto y dócil, creyente y esperanzado) ; es presencia (porque en el santuario Dios obra la salvación a través de las acciones sagradas que en él tienen lugar, y de la penitencia y oración de los fieles)" (Pontificio Consejo para la pastoral de las migraciones: El Santuario, 3).

Lo que vamos a escribir a continuación será el desarrollo de esas dimensiones tan importantes.


 El Santuario Mariano, lugar de encuentro con Dios

"El Santuario recuerda el don de un Dios que nos ha amado tanto, hasta el punto de colocar su tienda entre nosotros para darnos la salvación, para ser nuestro compañero en la vida, solidario con nuestro dolor y con nuestra alegría" (Pontificio Consejo para las migraciones, "El Santuario", 6).

Los Santuarios "han sido o han querido ser siempre y en todas partes signos de Dios, de su irrupción en la historia humana" (Juan Pablo II). Son, pues, lugares donde las personas acuden con una disposición abierta al encuentro con Dios desde su sencillez, desde sus tradiciones y desde su formación cristiana (Mons. Santiago García Aracil).

De esta forma, los santuarios se convierten en "una antena permanente de la Buena Nueva de nuestra salvación" (Juan Pablo II) para muchas gentes que acuden a ellos por diversos motivos y siempre con un alma religiosa y creyente.


Por eso, al Santuario hay que entrar con espíritu de adoración y asombro, con un sentimiento de maravilla ante Dios y su gracia que nos precede siempre. En consecuencia, la alabanza al Dios grande, la gratitud al Dios bueno, y el compromiso de conversión ante el Dios Redentor, deberán constituir momentos importantes de la actitud religiosa y celebrativa en el Santuario (Mons. Santiago García Aracil).

El Santuario testimonia que Dios es más grande que nuestro corazón y que el santuario hecho de materiales de este mundo; que Dios nos ha amado siempre y nos ha dado a su Hijo y al Espíritu Santo, porque quiere habitar entre nosotros y hacer de nosotros su templo.

El Santuario es un recuerdo permanente de Dios en la ciudad.

Entramos en el santuario, ante todo, para ser acogidos por el Señor y recibir su gracia y amor; para darle gracias ,conscientes de que hemos sido amados por El antes de que nosotros fuéramos capaces de amarlo; para expresar nuestra alabanza al Señor por las maravillas que ha hecho en nosotros y por nosotros; para pedirle perdón por los pecados cometidos; para implorar el don de la fidelidad en nuestra vida de creyentes y la ayuda necesaria para nuestro peregrinar en el tiempo sin perder el horizonte del Reino de Dios.

La Virgen María es "modelo excelso"(LG 54 y 65).

María es la mujer que está habitada y constituida por un misterio que sólo ella conoce: la presencia inmediata de Dios en ella. En la sencillez de Nazaret, María vive en la presencia inmediata de Dios. Ella es la celebrante silenciosa del misterio de Dios.

Contemplando a María, podemos comprender que el santuario es el lugar de la acogida del don que viene de Dios, la morada en la que nos dejamos guiar por el Señor, siguiendo el ejemplo de María y con su ayuda.

El santuario nos recuerda que la vocación de la vida no ha de ser disipación, aturdimiento o fuga, sino alabanza, paz y alegría. El santuario nos mueve a vivir la dimensión contemplativa de la vida en todas partes.


¡Cuántas personas se han dirigido a un santuario por curiosidad, como visitantes, y han vuelto a sus casa transformadas y renovadas, porque allí escucharon una palabra que las iluminó"! (Juan Pablo II).

En el Santuario ha de resonar el Magníficat de María, en el que la Iglesia encuentra vencido de raíz el pecado del comienzo de la historia terrestre del hombre y de la mujer, el pecado de la incredulidad o de la poca fe en Dios y en el que María proclama con fuerza la verdad no ofuscada sobre Dios: el Dios santo y todopoderoso, que desde el comienzo es la fuente de todo don, aquel que ha hecho obras grandes" (RM 37).

Es, por tanto, indispensable que en el santuario haya "agentes pastorales capaces de iniciar a la gente en el diálogo con Dios y en la contemplación del Misterio inmenso que nos envuelve y nos atrae...La pastoral en los santuarios ha de tender a que los fieles acudan con la convicción de que lo mejor es alcanzar "LA GRACIA" en lugar de "otras gracias" (Pontificio Consejo para la pastoral de las migraciones: El Santuario, 11).

El Santuario, lugar de la celebración del Misterio de Dios

En todos los Santuarios Marianos se debe fomentar con esmero la vida litúrgica principalmente mediante la celebración de la Eucaristía y de la Penitencia.

Los sacramentos son encuentros de salvación con el Dios vivo que, en el Espíritu, llega a cuantos acuden a Él, hambrientos y sedientos de su verdad y de su paz. Cuando celebramos un sacramento, no "hacemos" algo, sino que nos encontramos con Alguien, que es Jesucristo, que se hace presente en la gracia del Espíritu para comunicarse a nosotros y cambiar nuestra vida, insertándonos de manera cada vez más fecunda en la Iglesia.

Digamos unas palabras sobre la Eucaristía y la Penitencia

A) La celebración de la Eucaristía

La Eucaristía es el corazón de la Iglesia. No se edifica ninguna Comunidad cristiana si no tiene como quicio y eje a la Eucaristía.


En los Santuarios se celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo, presencia real y verdadera del Señor, banquete de los hijos de Dios y prenda de la vida eterna.

Esta Eucaristía ha de ser para todos los que participan en ella fuente de una vida entregada a Dios como ofrenda y regalada a los demás como servicio. Así producirá frutos de santidad en los que participan en ella, de forma activa, consciente y espiritual.

El Sacerdote ha de destacar el profundo vínculo existente entre el culto a la Eucaristía y la devoción a la Santísima Virgen, ya que "María guía a los fieles a la Eucaristía"(Juan Pablo II: "Redemptoris Mater,n. 44).

B) El sacramento de la reconciliación

Con frecuencia, el peregrino llega al santuario particularmente dispuesto a pedir la gracia del perdón, y hay que ayudarle a abrirse al Padre, "rico en misericordia" (Ef.2,4), que en el sacramento de la penitencia le ofrece como al Hijo Pródigo, su abrazo de amor y de perdón. El perdón concedido de forma gratuita por Dios implica como consecuencia un cambio real de vida, una progresiva eliminación del mal interior, una renovación de la propia existencia.

En este sentido, afirmamos que los santuarios son "las huellas de la gran bondad del Señor para con nosotros", "los signos salvíficos del Dios que nos ha vivificado", "los recuerdos de la misericordia del Seño para con nosotros" (S. Gregorio de Nisa).

Los Santuarios están llamados a ser lugares de grandes conversiones.

También encontramos aquí a María. En efecto, la misericordia es una prerrogativa mariana, por lo que María es invocada por los cristianos como como madre de misericordia. Ella nos orienta al sacramento de la misericordia de Dios.

El Santuario implantado en el corazón de la Iglesia

Los Santuarios son como señales que orientan y guían el caminar de los cristianos por este mundo hacia la Casa del Padre, "promoviendo la experiencia de convocación, encuentro y construcción de la comunidad eclesial" (Pontificio Consejo para las migraciones.

El Santuario:
 
Todos los Santuarios, por tanto, deberán estar abiertos y en comunión con la Iglesia Particular, o Diócesis, presidida en el amor por el Obispo.


De aquí se derivan una serie de compromisos para todos:

Los objetivos pastorales y las grandes necesidades de la Diócesis han de encontrar acogida y respuesta generosa en las Cofradías y en los peregrinos. De este modo, favorecen la apertura real y verdadera a la Diócesis.

Los Santuarios están llamados a prestar un valioso servicio a la Iglesia Diocesana, cuidando la proclamación de la Palabra de Dios, celebrando de forma digna los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía, promoviendo una intensa vida espiritual y ayudando a los fieles a comprometerse en la transformación de la sociedad según el designio de Dios.


En el Santuario, cada uno puede discernir y madurar la propia vocación y hacerse disponible para realizarla al servicio de la misión de la Iglesia, que se hace cercana a los hombres y mujeres a través de las Parroquias, donde se integran y se articulan las diferencias humanas en la comunión eclesial (AA 10).

Las Juntas y Cofrades han de participar, de acuerdo la normativa vigente, en los organismos de comunión y de corresponsabilidad de la Iglesia Diocesana.

Por todo ello, en los santuarios se ha de promover la integración de los fieles en la vida de la Parroquia y de la Diócesis.

María, Madre e Imagen de la Iglesia, nos pide que vivamos la comunión eclesial potenciando el "afecto eclesial". Por ello, no vivamos de espaldas a la vida y misión de la Diócesis, de la Parroquia.

 El Santuario Mariano, lugar de evangelización

Para responder hoy a los nuevos desafíos de la secularización, es necesario que los Santuarios sean lugares de evangelización, auténticas ciudadelas de la fe, en el sentido global que esta palabra tenía en labios de Jesús cuando decía: "convertíos y creed en el Evangelio" (Mc.1, 15), y recuerdan Pablo VI en la "Evangelii Nuntiandi" y Juan Pablo II en la "Redemptoris Missio".

Los responsables de la pastoral de los Santuarios han de cuidar encarecidamente la acogida, la hospitalidad y el servicio generoso a todos aquellos que se acercan a estos centros devocionales (Obispos del Sur de España: "Hermandades y Cofradías", Carta Pastoral colectiva,1988). Es el requisito previo para la pastoral.

El Santuario debe ser siempre espacio evangelizador y origen de caminos misioneros.

El cófrade y el peregrino están llamados a comunicar a otros la experiencia que han vivido en el camino y en el Santuario, como los discípulos de Emaús. Ellos han de transmitir, como testigos, en la familia, en la comunidad cristiana y en la sociedad lo que han visto y oído.

Los Santuarios Marianos son lugares excelentes para transmitir la fe y para hacer efectiva la nueva evangelización, a la que con tanta frecuencia nos llamaba san Juan Pablo II, con ardor apostólico, con atrevimiento evangélico y con fortaleza de ánimo.

En este sentido, los Sacerdotes y las Cofradías -Juntas y Cofrades- al unísono han de fomentar la renovación de los Santuarios para que sean cada vez más:

Lugares donde resuene con fuerza y claridad la Palabra de Dios, ámbitos en los que se renueve la religiosidad popular.

Espacios donde se promueva una adecuada formación mariológica según el Concilio Vaticano II y las Encíclicas "Marialis Cultus" (Pablo VI) y "Redemptoris Mater" (Juan Pablo II).

De la mano de la Santísima Virgen María, "estrella de la evangelización" (EN 82), potenciemos la acción evangelizadora y catequizadora en los Santuarios. El encuentro comunitario y personal con María impulsará a los peregrinos a anunciar con la palabra y el testimonio de vida "las maravillas de Dios" (Hech.2,11).

El Santuario, lugar de propuesta vocacional

El Santuario es también el lugar idóneo para la promoción de las vocaciones de especial consagración: Sacerdotes, Religiosos, Religiosas.

María es ejemplo y modelo para estas vocaciones.

En los tiempos actuales, vivimos una crisis de vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras, que a todos preocupa.


La intercesión de María y el modelo de vida que de ella nace siguen siendo la propuesta más incisiva de las vocaciones de consagración especial para los hombres y mujeres de hoy, que creen en Dios y se sienten movidos a una entrega total en el servicio de la Iglesia.

María recibió a través del anuncio del Ángel la llamada e invitación de Dios para ser la Madre del Verbo Encarnado, el Señor y el Mesías. Y María respondió generosamente con unas palabras sencillas y hermosas: "Hágase en mí según tu voluntad". De esas palabras brotó un bien inmenso para la humanidad y para el mundo.

María se convierte así en modelo de toda vocación en la Iglesia.

El Santuario, lugar de la caridad

¿Podremos ser felices en un mundo donde tantos seres humanos pasan hambre?

Un pensador español decía que "el tema ético de nuestro tiempo es la pregunta de si puede considerarse verdaderamente bueno el hombre que acepta, cuando menos con pasividad y con su silencio, una situación social tan injusta" (López Aranguren).

Nadie duda de que Jesús estuvo cerca de los pobres, que los acogía y los ayudaba. Pero hay algo mucho más significativo: Jesús se puso de parte de los pobres.

En fidelidad a Jesús, la Iglesia "ha de testimoniar la radical novedad del Evangelio promoviendo la comunión de bienes y el amor preferencial por los más pobres" (Programa Pastoral Diocesano/ Coria-Cáceres).

Por ello, hemos de esforzarnos en vertebrar de forma coherente la relación caridad-justicia-derechos humanos, o la relación asistencia-promoción personal-reinserción social, tareas que hoy se exigen al amor cristiano, si éste ha de ser creíble.

"De nada serviría vivir "el tiempo del santuario", si eso no nos impulsara "al tiempo del camino", al "tiempo de la misión" y al "tiempo del servicio" en los que Dios se manifiesta como amor a las criaturas más débiles y pobres" (Pontificio Consejo para las migraciones. El Santuario,6).

La Iglesia, acudiendo al corazón de María, a la profundidad de su fe, expresada en las palabras del "Magníficat", renueva cada vez mejor en sí la conciencia de que no se puede separar la verdad sobre Dios que salva y que es fuente de todo don, de la manifestación de su amor preferencial por los pobres y los humildes que, cantado en el Magníficat, se encuentra luego expresado en las palabras y obras de Jesús" (Juan Pablo II: "Redemptoris Mater",n.37).


Por eso, el Santuario ha de ser cada vez más el lugar en el que se escuche el clamor de los pobres y al que se responda con autenticidad y generosidad, construyendo la civilización del amor y mostrando la compasión activa que no es discurso sino vida, acción. En el camino del amor y del servicio nunca es bastante lo que hacemos. La hondura del corazón nos descubre el gozo de servir.

Sería bueno que cada Santuario por sí mismo, o varios Santuarios en colaboración, ayudaran a los necesitados o colaboraran con las Instituciones caritativas ya existentes que intentan dar una adecuada respuesta a grandes problemas de nuestra sociedad; el SIDA, la droga, la atención a la tercera edad, el problema de los sin techo, los inmigrantes sin papeles...

Como resumen de este apartado, es bueno traer a aquí las palabras de nuestros Obispos:

"Sólo una Iglesia que se acerca a los pobres y a los oprimidos, se pone a su lado y de su lado, lucha y trabaja por su liberación, por su dignidad y su bienestar, puede dar un testimonio coherente y convincente del mensaje evangélico. Bien puede afirmarse que el ser y el actuar de la Iglesia se juegan en el mundo de la pobreza y del dolor, de la marginación y de la opresión, de la debilidad y del sufrimiento" (Conferencia Episcopal Española: "La Iglesia y los Pobres", n.10).

Sólo una solidaridad real y efectiva, como expresión del amor auténtico a los más pobres, que abarque desde el compartir hasta la denuncia profética, desde la defensa de los derechos fundamentales de los pobres hasta el compromiso de cada cristiano en toda la acción social que tenga como objetivo la justicia y la erradicación de la pobreza; sólo esta solidaridad real será creíble en nuestra sociedad.

 El Santuario, profecía de la Patria celestial

El Santuario es también profecía del Reino de los cielos.

No tenemos ciudad permanente aquí, sino que buscamos una ciudad nueva, última y definitiva, que es el Reino de Dios, "donde ya no hay dolor ni llanto, ni enfermedad ni muerte", sino "alegría y paz, vida y santidad".


La comunidad cristiana que celebra a Dios en el santuario recuerda que es Iglesia peregrina hacia la Patria prometida, y que no puede instalarse en este mundo.

Cada vez que la Comunidad de los creyentes se reúne en el santuario, trae a la memoria y al corazón otro santuario no hecho con manos humanas: la ciudad futura, la Casa de Dios a donde se ha ido Jesucristo para prepararnos sitio, porque Él quiere que estemos nosotros donde Él está. Un día vendrá y nos llevará con Él.

La Virgen María, que nos precede como imagen de la Iglesia triunfante y gloriosa, ya está gloriosa en el Cielo. En efecto, "la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemeje de forma más plena a su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte" (RM 41).

Ahora bien. María no se ha desentendido de la humanidad en el cielo. Antes bien, "asunta al cielo, ella no termina aquel servicio suyo salvífico, siempre dependiente de Jesucristo, en el que se manifiesta la mediación materna, "hasta la consumación perpetua de todos los elegidos" (LG 62).

De este modo, María es signo de una esperanza que no defrauda (Rm.5,5), que llena el corazón de alegría y nos da fuerzas para perseverar en medio de las dificultades de la vida.

Esta esperanza en el Reino de los cielos no aleja al hombre de sus compromisos en la transformación del mundo, antes bien en ella se funda la vocación ético-política de los creyentes a ser, en la historia, conciencia evangélicamente crítica de las propuestas humanas, y a actuar incesantemente como levadura (Mt.13,33) con vistas a una sociedad más justa y más humana, sabiendo que los mejores logros alcanzados no son sino humildes signos del Reino de Dios.

Por eso, en el Santuario se debe invitar y estimular a vivir y a actuar como fermento crítico y profético en este mundo y a renovar la vocación del cristiano a vivir en el mundo, sin ser del mundo (cf.Jn.17,16).

El Santuario ha de ser cada vez más lugar donde se eduque en los valores éticos, en particular, la justica, la solidaridad, la paz y la salvaguarda de la creación para contribuir al crecimiento de la calidad de la vida para todos.

El Santuario Mariano, lugar de empeño Ecuménico

El camino de la Iglesia, de modo especial en nuestra época, está marcado por el signo del ecumenismo; los cristianos buscan las vías para reconstruir la unidad, por la que Cristo invocaba al Padre..."que todos sean uno" (Jn.17,21).

El compromiso ecuménico puede hallar en los santuarios un lugar de promoción excepcional, puesto que en ellos se favorece la conversión del corazón y la santidad de la vida que son "el alma de todo el movimiento ecuménico" (UR 8).

María se encuentra en todos los caminos de la Iglesia; también en el camino de la unidad de todos los cristianos, y ocupa un lugar muy importante en el Ecumenismo.

Los Santuarios Marianos son lugares de encuentro ecuménico y de oración por la unidad de los cristianos:

"¿Por qué no mirar hacia María todos juntos como a nuestra Madre común, que reza por la unidad de la familia de Dios y que "precede" a todos al frente del largo séquito de los testigos de la fe en el único Señor, el Hijo de Dios, concebido en su seno virginal por obra del Espíritu Santo?" (RM 30).

 El Santuario y la ecología

La mayoría de los santuarios están ubicados fuera de las ciudades, en plena naturaleza, en lugar solitario, agreste. "Hay una profunda comunión entre santuario y paisaje. La naturaleza nos habla de Dios, de modo silencioso; el santuario significa también esa manifestación cósmica de Dios con palabras hechas piedra que nos hablan de modo eficaz y profundo de Dios" (Directorio de pastoral de la religiosidad popular y evangelización. Diócesis de Jaén,1995).

Este hecho facilita la proclamación y la experiencia de Dios creador, providente, magnánimo, origen de la belleza...


La pastoral de los santuarios se constituye así en un caudal formidable para la orientación de la sensibilidad ecológica y para la educación en el valor de la Vida humana, nacido o no, socialmente útil o no, puesto que es la cumbre de la creación divina.


Por: Padre Florentino Muñoz Muñoz 

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