Para poder conocer el
significado teológico del Santuario, se requiere ir más allá de los aspectos
visibles y artísticos del mismo. Hemos de cuidar la materialidad del Santuario
y de la Ermita, pero aquí no termina nuestra preocupación y servicio a favor
del santuario.
¿Qué medios tenemos
para conocer el significado del Santuario?
Estos medios
imprescindibles son la oración, la escucha de la Palabra de Dios, la
meditación... A través de ellos llegamos al corazón del misterio del Santuario.
Digamos, para
empezar, que todo Santuario es: "memoria de la obra salvadora de Dios en
la humanidad y en la historia", "lugar de la presencia de Dios entre
los hombres" y "profecía de la Patria celestial".
Mons. Santiago García
Aracil explica esta descripción así: "Todo Santuario es memoria (de la
manifestación de Dios a través de un acontecimiento que se guarda en el
recuerdo como hecho sagrado); es profecía (que expresa el mensaje de salvación
que Dios ofrece a quienes se acercan a este lugar de encuentro con Espíritu
abierto y dócil, creyente y esperanzado) ; es presencia (porque en el santuario
Dios obra la salvación a través de las acciones sagradas que en él tienen
lugar, y de la penitencia y oración de los fieles)" (Pontificio Consejo
para la pastoral de las migraciones: El Santuario, 3).
Lo que vamos a
escribir a continuación será el desarrollo de esas dimensiones tan importantes.
El Santuario
Mariano, lugar de encuentro con Dios
"El Santuario
recuerda el don de un Dios que nos ha amado tanto, hasta el punto de colocar su
tienda entre nosotros para darnos la salvación, para ser nuestro compañero en
la vida, solidario con nuestro dolor y con nuestra alegría" (Pontificio
Consejo para las migraciones, "El Santuario", 6).
Los Santuarios
"han sido o han querido ser siempre y en todas partes signos de Dios, de
su irrupción en la historia humana" (Juan Pablo II). Son, pues, lugares
donde las personas acuden con una disposición abierta al encuentro con Dios
desde su sencillez, desde sus tradiciones y desde su formación cristiana (Mons.
Santiago García Aracil).
De esta forma, los
santuarios se convierten en "una antena permanente de la Buena Nueva de
nuestra salvación" (Juan Pablo II) para muchas gentes que acuden a ellos
por diversos motivos y siempre con un alma religiosa y creyente.
Por eso, al Santuario
hay que entrar con espíritu de adoración y asombro, con un sentimiento de
maravilla ante Dios y su gracia que nos precede siempre. En consecuencia, la
alabanza al Dios grande, la gratitud al Dios bueno, y el compromiso de
conversión ante el Dios Redentor, deberán constituir momentos importantes de la
actitud religiosa y celebrativa en el Santuario (Mons. Santiago García Aracil).
El Santuario testimonia
que Dios es más grande que nuestro corazón y que el santuario hecho de
materiales de este mundo; que Dios nos ha amado siempre y nos ha dado a su Hijo
y al Espíritu Santo, porque quiere habitar entre nosotros y hacer de nosotros
su templo.
El Santuario es un
recuerdo permanente de Dios en la ciudad.
Entramos en el
santuario, ante todo, para ser acogidos por el Señor y recibir su gracia y
amor; para darle gracias ,conscientes de que hemos sido amados por El antes de
que nosotros fuéramos capaces de amarlo; para expresar nuestra alabanza al
Señor por las maravillas que ha hecho en nosotros y por nosotros; para pedirle
perdón por los pecados cometidos; para implorar el don de la fidelidad en
nuestra vida de creyentes y la ayuda necesaria para nuestro peregrinar en el
tiempo sin perder el horizonte del Reino de Dios.
La Virgen María es
"modelo excelso"(LG 54 y 65).
María es la mujer que
está habitada y constituida por un misterio que sólo ella conoce: la presencia
inmediata de Dios en ella. En la sencillez de Nazaret, María vive en la
presencia inmediata de Dios. Ella es la celebrante silenciosa del misterio de
Dios.
Contemplando a María,
podemos comprender que el santuario es el lugar de la acogida del don que viene
de Dios, la morada en la que nos dejamos guiar por el Señor, siguiendo el
ejemplo de María y con su ayuda.
El santuario nos
recuerda que la vocación de la vida no ha de ser disipación, aturdimiento o
fuga, sino alabanza, paz y alegría. El santuario nos mueve a vivir la dimensión
contemplativa de la vida en todas partes.
¡Cuántas personas se
han dirigido a un santuario por curiosidad, como visitantes, y han vuelto a sus
casa transformadas y renovadas, porque allí escucharon una palabra que las
iluminó"! (Juan Pablo II).
En el Santuario ha de
resonar el Magníficat de María, en el que la Iglesia encuentra vencido de raíz
el pecado del comienzo de la historia terrestre del hombre y de la mujer, el
pecado de la incredulidad o de la poca fe en Dios y en el que María proclama
con fuerza la verdad no ofuscada sobre Dios: el Dios santo y todopoderoso, que
desde el comienzo es la fuente de todo don, aquel que ha hecho obras
grandes" (RM 37).
Es, por tanto,
indispensable que en el santuario haya "agentes pastorales capaces de
iniciar a la gente en el diálogo con Dios y en la contemplación del Misterio
inmenso que nos envuelve y nos atrae...La pastoral en los santuarios ha de
tender a que los fieles acudan con la convicción de que lo mejor es alcanzar
"LA GRACIA" en lugar de "otras gracias" (Pontificio Consejo
para la pastoral de las migraciones: El Santuario, 11).
El Santuario,
lugar de la celebración del Misterio de Dios
En todos los
Santuarios Marianos se debe fomentar con esmero la vida litúrgica
principalmente mediante la celebración de la Eucaristía y de la Penitencia.
Los sacramentos son
encuentros de salvación con el Dios vivo que, en el Espíritu, llega a cuantos
acuden a Él, hambrientos y sedientos de su verdad y de su paz. Cuando
celebramos un sacramento, no "hacemos" algo, sino que nos encontramos
con Alguien, que es Jesucristo, que se hace presente en la gracia del Espíritu
para comunicarse a nosotros y cambiar nuestra vida, insertándonos de manera
cada vez más fecunda en la Iglesia.
Digamos unas palabras
sobre la Eucaristía y la Penitencia
A) La celebración de
la Eucaristía
La Eucaristía es el
corazón de la Iglesia. No se edifica ninguna Comunidad cristiana si no tiene
como quicio y eje a la Eucaristía.
En los Santuarios se
celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo,
presencia real y verdadera del Señor, banquete de los hijos de Dios y prenda de
la vida eterna.
Esta Eucaristía ha de
ser para todos los que participan en ella fuente de una vida entregada a Dios
como ofrenda y regalada a los demás como servicio. Así producirá frutos de
santidad en los que participan en ella, de forma activa, consciente y
espiritual.
El Sacerdote ha de
destacar el profundo vínculo existente entre el culto a la Eucaristía y la
devoción a la Santísima Virgen, ya que "María guía a los fieles a la
Eucaristía"(Juan Pablo II: "Redemptoris Mater,n. 44).
B) El sacramento de
la reconciliación
Con frecuencia, el
peregrino llega al santuario particularmente dispuesto a pedir la gracia del
perdón, y hay que ayudarle a abrirse al Padre, "rico en misericordia"
(Ef.2,4), que en el sacramento de la penitencia le ofrece como al Hijo Pródigo,
su abrazo de amor y de perdón. El perdón concedido de forma gratuita por Dios
implica como consecuencia un cambio real de vida, una progresiva eliminación
del mal interior, una renovación de la propia existencia.
En este sentido,
afirmamos que los santuarios son "las huellas de la gran bondad del Señor
para con nosotros", "los signos salvíficos del Dios que nos ha
vivificado", "los recuerdos de la misericordia del Seño para con
nosotros" (S. Gregorio de Nisa).
Los Santuarios están
llamados a ser lugares de grandes conversiones.
También encontramos
aquí a María. En efecto, la misericordia es una prerrogativa mariana, por lo
que María es invocada por los cristianos como como madre de misericordia. Ella
nos orienta al sacramento de la misericordia de Dios.
El Santuario
implantado en el corazón de la Iglesia
Los Santuarios son
como señales que orientan y guían el caminar de los cristianos por este mundo
hacia la Casa del Padre, "promoviendo la experiencia de convocación,
encuentro y construcción de la comunidad eclesial" (Pontificio Consejo
para las migraciones.
El Santuario:
Todos los Santuarios,
por tanto, deberán estar abiertos y en comunión con la Iglesia Particular, o
Diócesis, presidida en el amor por el Obispo.
De aquí se derivan
una serie de compromisos para todos:
Los objetivos
pastorales y las grandes necesidades de la Diócesis han de encontrar acogida y
respuesta generosa en las Cofradías y en los peregrinos. De este modo,
favorecen la apertura real y verdadera a la Diócesis.
Los Santuarios están
llamados a prestar un valioso servicio a la Iglesia Diocesana, cuidando la
proclamación de la Palabra de Dios, celebrando de forma digna los sacramentos
de la Reconciliación y de la Eucaristía, promoviendo una intensa vida
espiritual y ayudando a los fieles a comprometerse en la transformación de la
sociedad según el designio de Dios.
En el Santuario, cada
uno puede discernir y madurar la propia vocación y hacerse disponible para
realizarla al servicio de la misión de la Iglesia, que se hace cercana a los
hombres y mujeres a través de las Parroquias, donde se integran y se articulan
las diferencias humanas en la comunión eclesial (AA 10).
Las Juntas y Cofrades
han de participar, de acuerdo la normativa vigente, en los organismos de
comunión y de corresponsabilidad de la Iglesia Diocesana.
Por todo ello, en los
santuarios se ha de promover la integración de los fieles en la vida de la
Parroquia y de la Diócesis.
María, Madre e Imagen
de la Iglesia, nos pide que vivamos la comunión eclesial potenciando el
"afecto eclesial". Por ello, no vivamos de espaldas a la vida y misión
de la Diócesis, de la Parroquia.
El Santuario
Mariano, lugar de evangelización
Para responder hoy a
los nuevos desafíos de la secularización, es necesario que los Santuarios sean
lugares de evangelización, auténticas ciudadelas de la fe, en el sentido global
que esta palabra tenía en labios de Jesús cuando decía: "convertíos y
creed en el Evangelio" (Mc.1, 15), y recuerdan Pablo VI en la
"Evangelii Nuntiandi" y Juan Pablo II en la "Redemptoris
Missio".
Los responsables de
la pastoral de los Santuarios han de cuidar encarecidamente la acogida, la
hospitalidad y el servicio generoso a todos aquellos que se acercan a estos
centros devocionales (Obispos del Sur de España: "Hermandades y
Cofradías", Carta Pastoral colectiva,1988). Es el requisito previo para la
pastoral.
El Santuario debe ser
siempre espacio evangelizador y origen de caminos misioneros.
El cófrade y el
peregrino están llamados a comunicar a otros la experiencia que han vivido en
el camino y en el Santuario, como los discípulos de Emaús. Ellos han de
transmitir, como testigos, en la familia, en la comunidad cristiana y en la
sociedad lo que han visto y oído.
Los Santuarios
Marianos son lugares excelentes para transmitir la fe y para hacer efectiva la
nueva evangelización, a la que con tanta frecuencia nos llamaba san Juan Pablo
II, con ardor apostólico, con atrevimiento evangélico y con fortaleza de ánimo.
En este sentido, los
Sacerdotes y las Cofradías -Juntas y Cofrades- al unísono han de fomentar la
renovación de los Santuarios para que sean cada vez más:
Lugares donde resuene
con fuerza y claridad la Palabra de Dios, ámbitos en los que se renueve la
religiosidad popular.
Espacios donde se
promueva una adecuada formación mariológica según el Concilio Vaticano II y las
Encíclicas "Marialis Cultus" (Pablo VI) y "Redemptoris
Mater" (Juan Pablo II).
De la mano de la
Santísima Virgen María, "estrella de la evangelización" (EN 82),
potenciemos la acción evangelizadora y catequizadora en los Santuarios. El
encuentro comunitario y personal con María impulsará a los peregrinos a
anunciar con la palabra y el testimonio de vida "las maravillas de
Dios" (Hech.2,11).
El Santuario,
lugar de propuesta vocacional
El Santuario es
también el lugar idóneo para la promoción de las vocaciones de especial
consagración: Sacerdotes, Religiosos, Religiosas.
María es ejemplo y
modelo para estas vocaciones.
En los tiempos
actuales, vivimos una crisis de vocaciones sacerdotales, religiosas y
misioneras, que a todos preocupa.
La intercesión de María
y el modelo de vida que de ella nace siguen siendo la propuesta más incisiva de
las vocaciones de consagración especial para los hombres y mujeres de hoy, que
creen en Dios y se sienten movidos a una entrega total en el servicio de la
Iglesia.
María recibió a
través del anuncio del Ángel la llamada e invitación de Dios para ser la Madre
del Verbo Encarnado, el Señor y el Mesías. Y María respondió generosamente con
unas palabras sencillas y hermosas: "Hágase en mí según tu voluntad".
De esas palabras brotó un bien inmenso para la humanidad y para el mundo.
María se convierte
así en modelo de toda vocación en la Iglesia.
El Santuario,
lugar de la caridad
¿Podremos ser felices
en un mundo donde tantos seres humanos pasan hambre?
Un pensador español decía
que "el tema ético de nuestro tiempo es la pregunta de si puede
considerarse verdaderamente bueno el hombre que acepta, cuando menos con
pasividad y con su silencio, una situación social tan injusta" (López
Aranguren).
Nadie duda de que
Jesús estuvo cerca de los pobres, que los acogía y los ayudaba. Pero hay algo
mucho más significativo: Jesús se puso de parte de los pobres.
En fidelidad a Jesús,
la Iglesia "ha de testimoniar la radical novedad del Evangelio promoviendo
la comunión de bienes y el amor preferencial por los más pobres" (Programa
Pastoral Diocesano/ Coria-Cáceres).
Por ello, hemos de
esforzarnos en vertebrar de forma coherente la relación
caridad-justicia-derechos humanos, o la relación asistencia-promoción
personal-reinserción social, tareas que hoy se exigen al amor cristiano, si
éste ha de ser creíble.
"De nada
serviría vivir "el tiempo del santuario", si eso no nos impulsara
"al tiempo del camino", al "tiempo de la misión" y al
"tiempo del servicio" en los que Dios se manifiesta como amor a las
criaturas más débiles y pobres" (Pontificio Consejo para las migraciones.
El Santuario,6).
La Iglesia, acudiendo
al corazón de María, a la profundidad de su fe, expresada en las palabras del
"Magníficat", renueva cada vez mejor en sí la conciencia de que no se
puede separar la verdad sobre Dios que salva y que es fuente de todo don, de la
manifestación de su amor preferencial por los pobres y los humildes que,
cantado en el Magníficat, se encuentra luego expresado en las palabras y obras
de Jesús" (Juan Pablo II: "Redemptoris Mater",n.37).
Por eso, el Santuario
ha de ser cada vez más el lugar en el que se escuche el clamor de los pobres y
al que se responda con autenticidad y generosidad, construyendo la civilización
del amor y mostrando la compasión activa que no es discurso sino vida, acción.
En el camino del amor y del servicio nunca es bastante lo que hacemos. La
hondura del corazón nos descubre el gozo de servir.
Sería bueno que cada
Santuario por sí mismo, o varios Santuarios en colaboración, ayudaran a los
necesitados o colaboraran con las Instituciones caritativas ya existentes que
intentan dar una adecuada respuesta a grandes problemas de nuestra sociedad; el
SIDA, la droga, la atención a la tercera edad, el problema de los sin techo,
los inmigrantes sin papeles...
Como resumen de este
apartado, es bueno traer a aquí las palabras de nuestros Obispos:
"Sólo una
Iglesia que se acerca a los pobres y a los oprimidos, se pone a su lado y de su
lado, lucha y trabaja por su liberación, por su dignidad y su bienestar, puede
dar un testimonio coherente y convincente del mensaje evangélico. Bien puede
afirmarse que el ser y el actuar de la Iglesia se juegan en el mundo de la
pobreza y del dolor, de la marginación y de la opresión, de la debilidad y del
sufrimiento" (Conferencia Episcopal Española: "La Iglesia y los
Pobres", n.10).
Sólo una solidaridad
real y efectiva, como expresión del amor auténtico a los más pobres, que
abarque desde el compartir hasta la denuncia profética, desde la defensa de los
derechos fundamentales de los pobres hasta el compromiso de cada cristiano en
toda la acción social que tenga como objetivo la justicia y la erradicación de
la pobreza; sólo esta solidaridad real será creíble en nuestra sociedad.
El Santuario,
profecía de la Patria celestial
El Santuario es
también profecía del Reino de los cielos.
No tenemos ciudad
permanente aquí, sino que buscamos una ciudad nueva, última y definitiva, que
es el Reino de Dios, "donde ya no hay dolor ni llanto, ni enfermedad ni
muerte", sino "alegría y paz, vida y santidad".
La comunidad
cristiana que celebra a Dios en el santuario recuerda que es Iglesia peregrina
hacia la Patria prometida, y que no puede instalarse en este mundo.
Cada vez que la
Comunidad de los creyentes se reúne en el santuario, trae a la memoria y al
corazón otro santuario no hecho con manos humanas: la ciudad futura, la Casa de
Dios a donde se ha ido Jesucristo para prepararnos sitio, porque Él quiere que
estemos nosotros donde Él está. Un día vendrá y nos llevará con Él.
La Virgen María, que
nos precede como imagen de la Iglesia triunfante y gloriosa, ya está gloriosa
en el Cielo. En efecto, "la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda
mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta
en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina
universal con el fin de que se asemeje de forma más plena a su Hijo, Señor de
señores y vencedor del pecado y de la muerte" (RM 41).
Ahora bien. María no
se ha desentendido de la humanidad en el cielo. Antes bien, "asunta al
cielo, ella no termina aquel servicio suyo salvífico, siempre dependiente de
Jesucristo, en el que se manifiesta la mediación materna, "hasta la
consumación perpetua de todos los elegidos" (LG 62).
De este modo, María
es signo de una esperanza que no defrauda (Rm.5,5), que llena el corazón de
alegría y nos da fuerzas para perseverar en medio de las dificultades de la
vida.
Esta esperanza en el
Reino de los cielos no aleja al hombre de sus compromisos en la transformación
del mundo, antes bien en ella se funda la vocación ético-política de los
creyentes a ser, en la historia, conciencia evangélicamente crítica de las
propuestas humanas, y a actuar incesantemente como levadura (Mt.13,33) con
vistas a una sociedad más justa y más humana, sabiendo que los mejores logros
alcanzados no son sino humildes signos del Reino de Dios.
Por eso, en el
Santuario se debe invitar y estimular a vivir y a actuar como fermento crítico
y profético en este mundo y a renovar la vocación del cristiano a vivir en el
mundo, sin ser del mundo (cf.Jn.17,16).
El Santuario ha de
ser cada vez más lugar donde se eduque en los valores éticos, en particular, la
justica, la solidaridad, la paz y la salvaguarda de la creación para contribuir
al crecimiento de la calidad de la vida para todos.
El Santuario
Mariano, lugar de empeño Ecuménico
El camino de la
Iglesia, de modo especial en nuestra época, está marcado por el signo del
ecumenismo; los cristianos buscan las vías para reconstruir la unidad, por la
que Cristo invocaba al Padre..."que todos sean uno" (Jn.17,21).
El compromiso
ecuménico puede hallar en los santuarios un lugar de promoción excepcional, puesto
que en ellos se favorece la conversión del corazón y la santidad de la vida que
son "el alma de todo el movimiento ecuménico" (UR 8).
María se encuentra en
todos los caminos de la Iglesia; también en el camino de la unidad de todos los
cristianos, y ocupa un lugar muy importante en el Ecumenismo.
Los Santuarios
Marianos son lugares de encuentro ecuménico y de oración por la unidad de los
cristianos:
"¿Por qué no
mirar hacia María todos juntos como a nuestra Madre común, que reza por la
unidad de la familia de Dios y que "precede" a todos al frente del
largo séquito de los testigos de la fe en el único Señor, el Hijo de Dios,
concebido en su seno virginal por obra del Espíritu Santo?" (RM 30).
El Santuario y la
ecología
La mayoría de los
santuarios están ubicados fuera de las ciudades, en plena naturaleza, en lugar
solitario, agreste. "Hay una profunda comunión entre santuario y paisaje.
La naturaleza nos habla de Dios, de modo silencioso; el santuario significa
también esa manifestación cósmica de Dios con palabras hechas piedra que nos
hablan de modo eficaz y profundo de Dios" (Directorio de pastoral de la
religiosidad popular y evangelización. Diócesis de Jaén,1995).
Este hecho facilita
la proclamación y la experiencia de Dios creador, providente, magnánimo, origen
de la belleza...
La pastoral de los
santuarios se constituye así en un caudal formidable para la orientación de la
sensibilidad ecológica y para la educación en el valor de la Vida humana,
nacido o no, socialmente útil o no, puesto que es la cumbre de la creación
divina.
Por: Padre Florentino Muñoz Muñoz
Por: Padre Florentino Muñoz Muñoz
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