En el año 1263 el
Padre Pedro de Praga, Bohemia, dudaba sobre el misterio de la transustanciación
del Cuerpo y de la Sangre de Cristo en la Eucaristía.
Acudió así en
peregrinación a Roma para pedir sobre la tumba de San Pedro la gracia de una fe
fuerte. De regreso de Roma, Dios se le manifestó de manera milagrosa ya que
cuando celebraba la Santa Misa en Bolsena, en la cripta de Santa Cristina, la
Sagrada Hostia sangró llenando el Corporal de la Preciosa Sangre.
El sacerdote de
Praga, atormentado por dudas acerca de la presencia real de Jesucristo en la
Eucaristía, mientras dividía la Hostia santa en la celebración de la Misa, vio
el corporal lleno de sangre que brotaba de las sagradas especies.
Asombrado y aturdido
por tan gran prodigio, le vino la duda de si había de terminar o seguir la
Misa.
En la esperanza de
ocultar a los presentes lo sucedido y con el deseo de pedir ayuda y explicación
a la competente autoridad, resolvió suspender la celebración de la Santa Misa.
Y recogidas las
sagradas especies en paños sagrados, corrió a la sacristía, sin reparar que, en
el trayecto, algunas gotas de la preciosísima Sangre habían caído sobre el
mármol del pavimento.
Esto sucedía en la
Basílica de Santa Cristina, sobre el altar puesto bajo el baldaquino de mármol
lombardo.
Profundo conocedor de
los hombres y de los lugares, el Doctor Seráfico (Santo Tomás de Aquino) fue
encargado por el Papa Urbano IV de presidir la comisión de teólogos instituida
para controlar la verdad de los hechos.
También el mismo Papa
Urbano IV encargó a Santo Tomás de Aquino la preparación de un oficio litúrgico
propio para esta fiesta y la creación de cantos e himnos para celebrar a Cristo
Eucaristía.
Entre los que compuso
está la sublime secuencia “Lauda Sion” que se canta en la Misa de Corpus
Christi.
Realizado su cometido
por la comisión, confirmó la verdad del milagro, y el Papa ordenó a Jaime
Maltraga, Obispo de Bolsena, que le llevase a Orvieto, donde tenía su
residencia, el sagrado corporal, el purificador y los linos manchados de
sangre.
Acompañado el Papa de
su corte, salió al encuentro de las sagradas reliquias, y, en el puente de
Rivochiero, tomó entre sus manos el sagrado depósito y lo llevó
procesionalmente a Orvieto.
El Papa Urbano IV
instauró la fiesta del Corpus Christi en 1264.
(Basílica Santa Cristina de Bolsena)
En la Basílica de
Santa Cristina de Bolsena se guardan con celo, desde hace siete siglos, las
reliquias menores del milagro de Bolsena.
(Catedral de Orvieto)
El año 1290 el Papa
Nicolás IV, a petición del clero y del pueblo, colocó la primera piedra de la
nueva catedral de Orvieto.
Su catedral es
custodia del milagro Eucarístico que se puede venerar en la capilla izquierda.
Se trata de un
corporal que muestra la Sangre que brotó de una Sagrada Hostia.
Una de las piedras sagradas sobre las cuales se perciben todavía bien visibles grumos de la preciosa Sangre del Redentor, que han alimentado la piedad de generaciones y generaciones de fieles.
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