Oh gran San Gerardo, amado sirviente de Jesucristo,
perfecto imitador de tu Manso y Humilde Salvador, y devoto Hijo de la Madre de
Dios: enciende en mi corazón una chispa de ese fuego celestial de caridad que
brilló en tu corazón y te hizo un ángel de amor.
Oh glorioso San Gerardo, porque cuando fuiste
falsamente acusado de crimen, sobrellevaste, como tu Divino Maestro, sin
murmullos ni quejas, las calumnias de hombres malvados, has sido elevado por
Dios como Patrón y Protector de las madres encinta. Sálvame del peligro y de
los excesivos dolores que acompañan el nacimiento del niño, y protege al niño
que ahora llevo, que pueda ver la luz del día y recibir las aguas del bautismo
a través de Jesucristo Nuestro Señor. Amén
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