San José Cupertino
Carecía de capacidad intelectual al
punto de llamarse a sí mismo “Fray Burro”. Sin embargo, lleno de luces
sobrenaturales, discurría en profundidad sobre materias teológicas y resolvía
intrincados asuntos que se le presentaban.
Creador llama a cada ser humano a
la santidad, pero en su sabiduría infinita, lo hace de las más diversas
maneras. A unos les pide la soledad de los desiertos, como ermitaños, y a otros
los envía a predicar a las muchedumbres. Guarda por toda la vida la inocencia
inmaculada de unos, mientras que a otros los hace emerger de una situación de
terribles pecados para que, arrepentidos, alcancen la perfección.
Basílica-Santuario de Osimo,
Italia:
Pero existe un contraste que llama
especialmente la atención: cuando la excelencia de las virtudes florece en un
alma poco favorecida en capacidad intelectual. Dios suscitó inteligencias
luminosas, como santo Tomás de Aquino o san Agustín, pero, en muestra de su
omnipotencia, elevó a un alto grado de santidad también a hombres desprovistos
totalmente de capacidades naturales. Uno de estos últimos es san José de
Cupertino.
Una vocación difícil de realizar:
El pequeño José vino al mundo el 17
de junio de 1603 en la aldea de Cupertino, no lejos de Otranto, Italia. Su
padre, un pobre carpintero, murió antes que naciera el bebé, dejando a la
desdichada viuda con seis hijos y cargada de deudas. Insensibles a su dolor,
los acreedores la echaron de casa, ya que no tenía medios para pagar el
alquiler. La triste mujer se vio reducida a la situación de dar a luz en un
establo. Así, desde su nacimiento, la vida de José se asemejaría a la del
Salvador, cuyos pasos habría de seguir decididamente.
A pesar de su pobreza, la madre
pudo llevar a José a una escuela, donde a los ochos años tuvo el primero de sus
numerosos éxtasis. Sus compañeros, sin comprender la razón de verlo parado y
con la mirada perdida, le pusieron el jocoso mote de “Boccaperta” (boca
abierta).
Cuando creció un poco más, empezó a
trabajar como aprendiz de zapatero. Sin embargo, ya sentía la vocación
religiosa, y al cumplir 17 años trató de ser admitido en un convento capuchino.
Para tristeza suya, fue rechazado a causa de su ignorancia. No se dejó abatir,
y a costa de gran insistencia logró ser recibido en 1620 como hermano lego por
los capuchinos de Martino. Pero sus continuos éxtasis le impedían trabajar, y
así, a pesar de sus ruegos, fue despedido.
José buscó refugio en casa de un
tío de cierta condición, pero pasado un tiempo éste lo declaró “completamente
inútil” y lo puso en la calle. Después de tantas desventuras volvió al hogar
materno. Su madre recurrió a un pariente franciscano, por cuyo intermedio el
joven terminó siendo aceptado en el convento de La Grotella como ayudante lego
en los trabajos del establo.
Aunque torpe y distraído, su
humildad, espíritu de oración y penitencia le granjearon la estima de todos, y
en 1625, por votación unánime de los frailes, fue admitido al fin como
religioso franciscano.
Predicación por medio del buen
ejemplo:
Mientras tanto, su amor a Dios lo
hacía aspirar al sacerdocio. Aunque algunos no creían que fuera capaz de tanto,
sus superiores le permitieron empezar los estudios. A duras penas cursó los
años de filosofía; cuando llegaban los exámenes, se sentía tan inseguro que
muchas veces era incapaz de responder. Pero la Providencia no lo desamparaba.
En una de las pruebas más importantes, el examinador le dijo: “Voy a abrir el
Evangelio al azar, y la frase donde ponga los ojos, ésa me explicarás”.
En seguida abrió el libro santo en
la página de la visita a santa Isabel y mandó a Fray José que disertara sobre
la frase: “Bendito es el fruto de tu vientre”, ¡justamente la única frase que
sabía explicar!
Llegó por fin el día del examen
definitivo, donde se decidiría la ordenación. El grupo de seminaristas se
presentó al obispo, que dio comienzo al examen oral. Los diez primeros en ser
interrogados causaron una tan buena impresión que el prelado, muy satisfecho
con el grado de preparación del conjunto, eximió a los demás. Fray José era el
11º de la lista… Así, con justa razón, Fray José de Cupertino sería declarado
patrono de los estudiantes, en especial los que atraviesan períodos de examen.
Fue ordenado sacerdote en marzo de
1628. Siempre le costó mucho predicar y enseñar, pero suplía esa deficiencia y
ganaba almas a través de la oración, la penitencia y el poderoso medio del buen
ejemplo.
“Fray Burro” … y hábil teólogo:
Es verdad que no estaba muy versado
en las ciencias humanas, al punto que se llamaba a sí mismo “Fray Burro”. A
pesar de ello, la gracia divina le concedía mucha sabiduría y luces
sobrenaturales, de modo que no solamente aventajaba al común de los hombres en
el aprendizaje de doctrinas, sino que se mostraba hábil en resolver las más
intrincadas cuestiones que se le presentaran. En cierta ocasión, un profesor de
la Universidad Franciscana de San Buenaventura dijo: “Lo oí discurrir tan
profundamente acerca de los misterios de la teología, como no podrían hacerlo
los mejores teólogos del mundo”.
Los arrobos de san José de
Cupertino podían suceder en cualquier momento y lugar.
Además, nunca dejó de ser místico y
gran contemplativo. Todo lo que se relacionaba de algún modo con Dios o con las
cosas santas –el sonido de la campana, el canto litúrgico, la mención de los
nombres de Jesús y María, algún pasaje del Evangelio– fácilmente lo
transportaba al éxtasis, y nada lo sacaba de tal estado. Sus hermanos de hábito
trataban en vano de empujarlo o arrastrarlo, inluso empezaron a golpearlo,
pincharlo con clavos y, los más impacientes, a tocar su piel con brasas. Nada
surtía efecto. Solamente el superior, por milagro de la santa obediencia, lo
hacia volver a la vida común.
Éxtasis frecuentes, fuente de
trastornos y pruebas:
Esos arrobamientos podían suceder
en cualquier momento y lugar, especialmente durante la misa o el oficio. Llegó incluso
a elevarse y quedar suspendido en el aire. Como estos hechos causaban no poco
espanto y admiración, además de gran disturbio en la comunidad, los superiores
tuvieron a bien decidir que Fray José no celebrara la misa en público ni
participara en los actos comunitarios, como los cantos en el coro, las comidas
y procesiones. Debía quedarse en su cuarto, donde se le preparó una capilla
privada. El buen fraile lo aceptó todo con humilde y obediente resignación.
Pero las pruebas a que Dios sometía
su siervo estaban lejos de terminar. Tantas manifestaciones sobrenaturales
atrajeron la atención de la Inquisición, frente a la cual el buen fraile fue
acusado de abuso de la credulidad popular. En el monasterio napolitano de San
Gregorio Armeno, durante un interrogatorio, tuvo un éxtasis delante de los
jueces. El largo y complicado proceso ocasionó varios traslados desde una a
otra casa de los capuchinos, pero Fray José de Cupertino siempre conservó su
paciencia y alegría de espíritu, sometiéndose con confianza a los designios de
la Providencia. Lejos de angustiarse, progresaba en el camino de la santidad.
Practicaba la mortificación y el ayuno al punto de hacer siete largos períodos
de abstinencia cada año, y durante buena parte de ese tiempo no probaba comida
alguna, salvo los martes y domingos.
La santidad atrae:
Los últimos seis años de vida los
pasó en Osimo. Un mes antes de su muerte celebró su última misa, durante la
cual se elevó en el aire frente a numerosos testigos, quedándose largo tiempo
suspendido, en éxtasis.
El 18 de septiembre de 1663, a la
edad de 60 años, Fray José entregó su alma a Dios.
El Papa Benedicto XIV, conocido por
su rigor en aceptar la autenticidad de hechos milagrosos, estudió
cuidadosamente su vida y declaró que “todos estos hechos no pueden explicarse
sin una intervención muy especial de Dios”, para luego beatificarlo en 1753.
Clemente XIII lo canonizó en 1767,
y hasta hoy su cuerpo es venerado en el Santuario de Osimo.
(Revista Heraldos del Evangelio,
Sept/2006, n. 38, pag 32 a 34)
Oración por los estudios:
Querido Santo, purifica mi corazón,
transfórmalo y hazlo semejante al tuyo, infunde en mí tu fervor, tu sabiduría y
tu fe. Muestra tu bondad ayudándome y yo me esforzaré en imitar tus virtudes.
Gloria al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en la principio, ahora y siempre, por los siglos de
los siglos. Amén.
Amable protector mío, el estudio
frecuentemente me resulta difícil, duro y aburrido. Tú puedes hacérmelo fácil y
agradable. Esperas solamente mi llamada. Yo te prometo un mayor esfuerzo en mis
estudios y una vida más digna de tu santidad.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Oh Dios, que dispusiste atraerlo
todo a tu unigénito Hijo, elevado sobre la tierra en la Cruz, concédenos qué,
por los méritos y ejemplos de tu Seráfico Confesor José, sobreponiéndonos a
todas las terrenas concupiscencias, merezcamos llegar a El, que contigo vive y
reina por los siglos de los siglos.
Novena
Recomendaciones para realizar la
novena: Se debe realizar en nueve días, puede ser los nueve días antes del
examen, los nueve primeros viernes de cada mes, etc. El lugar apropiado puede
ser cualquiera, siempre que exista el ambiente apropiado para concentrarse y no
distraerse en otras cosas; como es lógico, el más apropiado es el templo.
Por la señal de la Santa Cruz, de
nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo +
Amén
Acto de Contrición:
Señor mío, Jesucristo, Dios y
Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quién sois y
porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido;
propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocasiones de
ofenderos, confesarme y, cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Ofrezco,
Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y, así
como lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, que los
perdonareis, por los méritos de Vuestra Preciosísima Sangre, pasión y muerte, y
me daréis gracia para enmendarme, y perseverar en vuestro santo amor y
servicio, hasta el fin de mi vida.
Amén.
Oración:
Gloriosísimo San José de Cupertino,
protector de los examinandos, no desdeñéis las súplicas que os dirijo
implorando vuestro auxilio en los exámenes de mis estudios.
Alcanzadme del Señor que, como
verdadera fuente de luz y sabiduría, disipe las dos clases de tinieblas de mi
entendimiento, el pecado y la ignorancia, instruyendo mi lengua y difundiendo
en mis labios la gracia de su bendición.
Dadme agudeza para entender,
capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para
interpretar, y en el momento del examen, gracia y abundancia para hablar,
acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar, si así
conviene a la mayor gloria de Dios y provecho de mi alma.
Amén.
Máximas y Jaculatorias:
Meditar a continuación las máximas
y jaculatorias del día que corresponda.
Día primero
Comenzar con la oración
preparatoria para todos los días.
Máxima: «El que tiene fe es señor
del mundo».
Jaculatoria: San José de Cupertino,
espejo de fe, ruega por mí.
Día segundo
Comenzar con la oración
preparatoria para todos los días.
Máxima: «Quien tiene esperanza en
todo lugar, no hace poco».
Jaculatoria: San José de Cupertino,
espejo de esperanza, ruega por mí.
Día tercero
Comenzar con la oración
preparatoria para todos los días.
Máxima: «Todo se debe hacer para
volver propicia la misericordia divina hacia el prójimo».
Jaculatoria: San José de Cupertino,
fuente de caridad, ruega por mí.
Día cuarto
Comenzar con la oración
preparatoria para todos los días.
Máxima: «En cualquier tentación, no
confiéis nunca en vosotros mismos; mas levantando la mirada al Crucifijo,
apoyaos enteramente en el Salvador, y luego nada, temáis, que Dios no dejaré de
seros fiel si vosotros permanecéis con El».
Jaculatoria: San José de Cupertino,
modelo de humildad, ruega por mi.
Día quinto
Comenzar con la oración
preparatoria para todos los días.
Máxima: «La obediencia es el más
eficaz exorcismo contra el demonio».
Jaculatoria: San José de Cupertino,
modelo de prudencia, ruega por mí.
Día sexto
Comenzar con la oración
preparatoria para todos los días.
Máxima: «Quien tiene paciencia en
todo lugar, no hace poco».
Jaculatoria: San José de Cupertino,
modelo de paciencia, ruega por mí.
Día séptimo
Comenzar con la oración
preparatoria para todos los días.
Máxima: «Los santos no se hacen en
el Paraíso, sino en la tierra, por donde es necesario padecer en este mundo
para poder gozar del Paraíso».
Jaculatoria: San José de Cupertino,
ejemplo de penitencia, ruega por mí.
Día octavo
Comenzar con la oración
preparatoria para todos los días.
Máxima: «Refugio de pecadores,
Madre de Dios, acuérdate de mi».
Jaculatoria: San José de Cupertino,
tesoro de gracia, ruega por mí.
Día noveno
Comenzar con la oración
preparatoria para todos los días.
Máxima: «Siendo tú creado para amar
y servir a Dios, te será pedida cuenta de si has amado a tu Creador».
Jaculatoria: San José de Cupertino,
hoguera de amor de Dios, ruega por mí.
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