Para complacer a Dios no sólo debemos
"hacer" lo que es correcto, sino también debemos tener la intención
correcta; en la espiritualidad esto se llama “pureza de intención” o “rectitud
de intención”.
San Pablo nos exhorta: "sea que
ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la
gloria de Dios". (1 Cor 10,31) Y esto nos recuerda el lema ignaciano de
cuatro letras: AMDG (Ad Maiorem Dei Gloriam) que significa que debemos hacer
todo lo posible para mayor honor y gloria de Dios.
Santa Faustina Kowalska constantemente se
esforzaba por agradar a Jesús, no a las personas que la rodeaban. Algunos
pensaban que era extraña en sus acciones y la criticaban. O somos
"agradables a las personas" o "Agradables a Dios". ¡Elige!
¡Luego actúa en consecuencia!
Con respecto al ayuno, la oración y la
limosna, Jesús repite la advertencia de que estas acciones no se deben de hacer
para ser visto, aplaudido y alabado por los demás, ni siquiera por propio
engrandecimiento. Más bien, deben hacerse en secreto, sólo para agradar a Dios,
"para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto,
te recompensará". (Mt. 6,4)
Dicho esto vamos a dar brevemente una
serie de razones por las que debemos tomar en serio nuestra vida sobria del
sacrificio, la negación y la autodisciplina para que estas acciones sean
agradables a Dios, nuestro Padre Celestial.
1.- Imitación de Cristo
La vida de todo cristiano debe ser una
búsqueda ardiente de luchar con toda la energía de nuestra voluntad, para
imitar a Cristo hasta el punto en que podamos decir con San Pablo: "Ya no
vivo yo, es Cristo quien vive en mí". (Gal 2,20) Obviamente, la mayoría de
nosotros no puede ayunar cuarenta días y cuarenta noches en el desierto como
Jesús, ¡pero podemos renunciar a algo con generosidad!
2.- Reparación de nuestros pecados.
Por justicia, debido a nuestros muchos
pecados, nos vemos obligados a reparar el daño que hicimos al cometerlos. El
Papa Juan Pablo II habla de las cinco esferas impactadas por los efectos
negativos de nuestros pecados: teológica, personal, social, eclesial y cósmica.
San Pablo dice que lo que sembramos es lo
que vamos a cosechar en el Día del Juicio. Un anuncio publicitario decía:
¡Pague ahora o pague después! Creo que es mejor pagar ahora en esta vida con
nuestro sacrificio, si no, lo haremos en el Purgatorio, es peor si lo dejamos
para después de esta vida.
3.- Reparación por los pecados de nuestra
familia.
Todos estamos conscientes de que hay
familiares que se han alejado de Dios, de la Iglesia, es decir, del camino al
cielo. Nuestros seres queridos están sufriendo, a pesar de que no pueden
admitirlo; y peor aún, su salvación está en peligro. Con el ayuno y la
penitencia podemos pedir al Señor por su conversión, su santificación y la
salvación eterna de sus almas inmortales.
Santo Tomás de Aquino dice que un alma
vale más que todo el universo creado. ¡Fue salvada por la Sangre Preciosa del
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!
4.- Conversión de los pecadores.
En las dos apariciones Marianas aprobadas:
Lourdes en Francia y Fátima en Portugal, Nuestra Señora no sólo insistió en la
oración, sino que también ha insistido en la importancia de los sacrificios por
la salvación de los pecadores.
En Fátima, Nuestra Señora dijo que muchas
almas se pierden porque no hay nadie que ofrezca sacrificios por ellos. La
visión del infierno recibida el 13 de julio de 1917, motivó a los niños
pastorcitos a ofrecer sacrificios heroicos y constantes para la conversión de
los pecadores.
5.- Solidaridad con los pobres.
A lo largo y ancho del mundo se puede
encontrar mucha gente que se irá a la cama esta noche sin haber probado bocado
en todo el día; los niños realmente mueren de hambre. Es muy difícil la
situación de tantas personas en tantas naciones que mueren de hambre, esto es
un escándalo, en especial en los países que tienen una abundancia de bienes.
Experimentar un estómago vacío, hacerlo gruñir, a veces nos puede ayudar a
identificarnos con nuestros millones de hermanos y hermanas que sufren de esto
a diario. Esto se llama “solidaridad con los pobres”.
6.- El espíritu conquista la carne.
Hay una guerra dentro de cada uno de
nosotros como resultado del pecado original que se llama concupiscencia
(Palabras de Santo Tomás); San Pablo le llama la batalla entre la carne y el
espíritu.
Una de dos: o la carne conquista al
espíritu y resulta la esclavitud de la carne y del pecado, o el espíritu vence
a la carne y el resultado será la libertad de los hijos e hijas de Dios. Se
necesitan: la oración, la penitencia y el ayuno para conquistar los más bajos
instintos que hay dentro de nosotros.
7.- Libertad
Cuando somos capaces de decir
"no" a nuestros deseos, incluyendo aquellos que son sanos y los merecemos,
entonces experimentamos la verdadera libertad. En otras palabras, las cosas
materiales no tienen una influencia sobre nosotros. Podemos decir
"sí" y "no" al comer con voluntad. Este es el autocontrol,
y el autocontrol produce una verdadera libertad interior.
Jesús dice muy claramente que el pecado es
una forma de esclavitud. Vemos cómo los alcohólicos, drogadictos, pornoadictos,
apostadores en juegos, entre otros, no quieren admitir que no tienen libertad,
¡pero sus adicciones son una forma moderna de esclavitud!
8.- Conquistar al demonio.
Después de que Jesús había expulsado el
demonio de un muchacho, los Apóstoles preguntaron a Nuestro Señor el por qué no
pudieron expulsarlo ellos. Jesús
respondió claramente: "Esta clase de demonios se expulsa sólo con la
oración". (Mc 9,29) En exorcismos formales, el exorcista no sólo debe orar
por la persona poseída, sino también ayunar. El Santo Cura de Ars (San Juan
María Vianney) fue capaz de expulsar a los muchos demonios de su parroquia. ¡Así
logró la conversión de su parroquia, mediante la oración ferviente y el intenso
ayuno!
9.- Crecer en la oración.
Santa Teresa de Ávila afirmó que la
sensualidad (o entregarse a la carne) y la oración, no colaboran bien juntas.
Una oración verdadera, auténtica y creciente, sin duda incluye la penitencia o
el ayuno. En el desierto, Jesús no solamente oró, sino que también ayunó y así
conquistó al demonio. La primera novena de la Iglesia fue Pentecostés. En esos
nueve días los Apóstoles unidos con la Virgen María oraron y ayunaron. Como
resultado hubo viento, un terremoto, el fuego y la transformación de los
Apóstoles en verdaderos soldados de Cristo.
10.- Gracias especiales.
San Ignacio de Loyola nos invita a rezar y
agregar la penitencia, sobre todo si necesitamos una forma especial de gracia
desde lo alto. San Ignacio, en la sexta Regla de discernimiento, sugiere cuatro
prácticas para superar el estado de desolación: la oración, la meditación, el
examen de conciencia, y además, alguna forma de penitencia (Regla 6 para el
discernimiento de los espíritus, San Ignacio de Loyola).
En resumen, la práctica de la penitencia y
el ayuno queda muy lejos para una sociedad moderna sensual y materialista,
hedonista y consumista. Parece ser un idioma extranjero. Sin embargo, muchas
páginas de la Biblia fomentan esta práctica, así como los grandes héroes de
Dios, los santos. Por lo tanto, consulta a tu confesor o director espiritual la
manera en que puedes comprometerte generosamente con alguna forma de penitencia
y ayuno para imitar a Cristo, reparar tus pecados, rogar por la conversión de
los pecadores y experimentar así, la libertad de los hijos e hijas de Dios.
Adaptación y traducción al español por
Rafael Ruiz, para PildorasdeFe.net, de artículo publicado originalmente en: Fr.
Ed Broom´s Blog, autor: Fr. Ed Broom, OMV
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