San Eudes recomendaba esta oración por la conversión de los pecadores, y aconsejaba a sus hijos decirla al lado del lecho de muerte del enfermo. La Santísima Virgen le pronunció, que “todos los que la digan con gran devoción o por lo menos con buena voluntad, si están en estado de gracia, recibirán un aumento del Divino Amor en sus corazones a cada uno de los doce saludos o bendiciones contenidas en ella; si están en pecado mortal, Ella tocará la puerta de sus corazones con su propia mano virginal para urgirles a que les abran a la gracia.” Y agregó que, “cuando la personas están empapadas en pecado y difícil de convertir, estaría bien en animarlas a que digan el saludo, o por lo menos, consentir que se diga por ellas.”
¡Ave María! Hija de Dios Padre.
¡Ave María! Madre de Dios Hijo.
¡Ave María! Esposa del Espíritu Santo.
¡Ave María! Templo de la Divinidad.
¡Ave María! Inmaculado Lirio de la resplandeciente
y siempre tranquila Trinidad.
¡Ave María! Rosa radiante de fragancia
celestial.
¡Ave María! Virgen de las vírgenes;
Virgen fidelísima de quien el Rey del cielo quiso nacer.
¡Ave María! Reina de los Mártires, cuya
Alma fue traspasada por una espada de dolor.
¡Ave María! Reina del Universo, a quien
todo poder ha sido dado en el Cielo y en la Tierra.
¡Ave María! Reina de mi corazón, mi
Madre, mi vida, mi consuelo y mi amadísima esperanza.
¡Ave María! Madre amabilísima.
¡Ave María! Madre admirabilísima.
¡Ave María! Madre de la Misericordia.
¡Ave María! Llena de gracia, el Señor es
contigo.
Bendita eres entre todas las mujeres.
Y bendito es el Fruto de tu vientre,
Jesús.
Y bendito sea tu esposo, San José.
Y bendito sea tu padre, San Joaquín.
Y bendita sea tu madre, Santa Ana.
Y bendito sea tu hijo adoptivo, San
Juan.
Y bendito sea tu Ángel, San Gabriel.
Y bendito sea el Eterno Padre que te
escogió.
Y bendito sea el Divino Hijo que te amó.
Y bendito sea el Espíritu Santo que te
desposó.
Y benditos sean por siempre todos los
que te bendicen y te aman.
Amén.
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