“Una potencia hostil ha
intervenido. Su nombre es el diablo, ese ser misterioso del que San Pedro habla
en su primera Carta. ¿Cuántas veces, en el Evangelio, Cristo nos habla de este
enemigo de los hombres?”. Y precisa: “Nosotros creemos que un ser preternatural
ha venido al mundo precisamente para turbar la paz “. “El humo de Satanás ha
entrado por alguna fisura en el templo de DIOS”. “¿Cuáles son hoy las
necesidades más importantes de la Iglesia?“. La respuesta del Papa es clara:
“Defenderse de ese mal al que llamamos el demonio”.
Recordemos la enseñanza de la
Iglesia sobre la presencia en el mundo de “un ser viviente, espiritual,
pervertido y pervertidor, realidad terrible, misteriosa y temible”.
El Papa Pablo VI afirmaba: “se
separan de la enseñanza de la Biblia y de la Iglesia los que niegan a reconocer
la existencia del diablo, o los que lo consideran un principio autónomo que no
tiene, como todas las criaturas, su origen en DIOS; y también los que lo
explican como una seudo-realidad, una invención del espíritu para personificar
las causas desconocidas de nuestros males”.
“Nosotros sabemos que este ser
oscuro y perturbador existe verdaderamente y que está actuando de continuo con
una astucia traidora. Es el enemigo oculto que siembra el error y la desgracia
en la historia de la humanidad.”
“Es el seductor pérfido y taimado
que sabe insinuarse en nosotros por los sentidos, la imaginación, la
concupiscencia, la lógica utópica, las relaciones sociales desordenadas, para
introducir en nuestros actos desviaciones muy nocivas y que, sin embargo,
parecen corresponder a nuestras estructuras físicas o psíquicas o a nuestras
aspiraciones más profundas”.
Satanás sabe insinuarse… para introducirse…
sabe en donde están nuestras debilidades para tentarnos y con ello hacernos
caer de la Gracia de DIOS.
El maligno es, dice San Pedro, el
león rugiente que ronda, buscando a quien devorar.
El diablo no espera a ser
invitado para presentarse, más bien impone su presencia con una habilidad
increíble.
Nuestro Señor Jesús calificó al
diablo de “príncipe de este mundo” varias veces a lo largo de Su Ministerio,
enseñándonos que tan grande es el poder de Satanás sobre los hombres.
El papa Pablo VI se esforzó en
señalar los indicios reveladores de la presencia activa del demonio en el
mundo, diciendo:
“A propósito del demonio y de su
influencia sobre los individuos, sobre las comunidades, sobre sociedades
enteras, habría que retomar un capítulo muy importante de la doctrina católica,
al que hoy se presta poca atención”.
Que los enemigos de la Iglesia
Católica ironicen sobre su enseñanza respecto al demonio no suscita ninguna
extrañeza, es de esperarse que los que de alguna manera pertenecen al demonio,
ataquen a la única y verdadera Iglesia que Jesucristo erigió en el mundo, lo
que sorprende es que muchos autollamados “católicos” lo hagan.
¿Cómo no presentir bajo estas
reacciones la cólera del maligno? En efecto, Satanás necesita el anonimato para
poder actuar de manera eficaz. ¿Cuál no será su irritación, por tanto, cuando
ve al Papa denunciar urbi et orbi sus artimañas en la Iglesia y en el mundo? Es
la cólera del enemigo que se siente desenmascarado y que exhala su despecho a
través de estos secuaces hijos suyos.
Era un día de invierno en 1885,
en el Vaticano, en la capilla privada de León XIII. Después de haber celebrado
la misa, el Papa, según su costumbre, asistió a una segunda misa. Hacia el
final, se le vio levantar la cabeza de repente y mirar fijamente hacia el
altar, encima del tabernáculo. El rostro del Papa palideció y sus rasgos se
tensaron. Acabada la misa, León XIII se levantó y, todavía bajo los efectos de
una intensa emoción, se dirigió hacia su estudio.
El Papa se encerró en su estudio.
Más tarde, hizo llamar al Secretario de la Congregación de Ritos. Le dio una
hoja, y le pidió que la hiciera imprimir y la enviara a los Obispos de todo el
mundo.
¿Cuál era el contenido de esta
hoja? Era una oración al Arcángel San Miguel, compuesta por el mismo. Una
oración que los Sacerdotes recitarían después de cada Misa:
“San Miguel Arcángel defiéndenos
en la batalla, sé nuestro amparo contra las adversidades y asechanzas del
demonio. Reprímale DIOS, te lo pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la
milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los
otros malos espíritus que andan dispersos por el mundo para la perdición de las
almas.”
León XIII confió movilizar a San
Miguel Arcángel y a las milicias del cielo para defender a la Iglesia contra Satanás
y sus ejércitos.
Como afirmaba el Papa Juan Pablo
II en 1987, en el santuario de San Miguel Arcángel en el Monte Gárgano: el
demonio sigue vivo y activo en el mundo”. Las hostilidades no han cesado, los
ejércitos de Satanás no han sido desmovilizados. Por lo tanto la oración
continúa siendo necesaria.
En1884, poco tiempo antes de esta
visión del mundo diabólico, León XIII había publicado una Encíclica sobre la
francmasonería que se inicia con consideraciones de envergadura cósmica. “Desde
que, por la envidia del demonio, el género humano se separó miserablemente de
DIOS, a quien debía su llamada a la existencia de los dones sobrenaturales, los
hombres se han dividido en dos campos opuestos que no cesan de combatir: uno
por la verdad y la virtud, el otro por aquello que es contrario a la virtud y a
la verdad.”
Meditando las consideraciones de
León XIII se comprende mejor la consigna dada por Pablo VI en su catequesis de
1972: “Habría que retomar un capítulo muy importante de la doctrina católica
(la demonología), al que hoy se presta poca atención”.
El Papa Juan Pablo II hizo suya
la consigna de su predecesor y trató este tema a lo largo de seis audiencias
generales sucesivas. Y hay que añadir a esta enseñanza una peregrinación al
Santuario de San Miguel Arcángel en el Monte Gárgano, en 1987, y un discurso
sobre el demonio pronunciado en 1988, con motivo de su viaje a Turín.
La táctica que Satanás ha
aplicado, y que continúa aplicando, consiste en no revelarse, para que el mal
que ha difundido desde los orígenes se desarrolle por la acción del hombre
mismo, por los sistemas y las relaciones entre los hombres, entre las clases y
entre las naciones entre los hombres, entre las clases y entre las naciones,
para que el mal se transforme cada vez más en un pecado “estructural” y se
pueda identificar menos como un pecado “personal“. Satanás actúa sobre todo en
la sombra, para pasar desapercibido, actúa a través de los hombres y también a
través de las instituciones.
¿Es posible no relacionar a Satanás
en la preparación, autorización y aplicación de las leyes que autorizan el
aborto, la eutanasia, la homosexualidad y todas las abominaciones con las que
ahora se rige el mundo?
En un sentido actual sobre Satanás,
Dom Alois Mager o.sb., antiguo decano de la facultad de teología de Salzburgo,
afirma que el mundo satánico se caracteriza por dos rasgos: la mentira y el
asesinato. La mentira aniquila la vida espiritual; el asesinato, la vida
corporal…
Aniquilar siempre, ésta es la
táctica de las fuerzas satánicas.
La insistencia creciente de los
últimos Papas contemporáneos sobre Satanás y sus maquinaciones ¿no es altamente
significativa? ¿No nos invita a una profundización en nuestra postura sobre el
papel del maligno en la historia de los pueblos y de la historia de cada
hombre?
Pocos católicos parecen creer
verdaderamente en la existencia personal del demonio y de sus huestes caídas.
Muchos parecen incluso rechazar esta verdad que fue enseñada por nuestro Señor
Jesucristo y aparece repetidamente en la Biblia.
El Cardenal Gabriel – Marie
Garrone denunciaba la conspiración del silencio sobre la existencia del
demonio: Hoy en día apenas si se osa hablar. Reina sobre este tema una especie
de conspiración del silencio.
La existencia del demonio es una
verdad y una certeza que no se puede rechazar sin temeridad a DIOS y que reposa
sobre las enseñanzas constantes que tiene su fuente en el Evangelio y más allá.
La existencia, la naturaleza, la acción del demonio constituyen un dominio
profundamente misterioso y en el que la única actitud sabía consistirá en
aceptar esta verdad en la Fe.
Negar la existencia y la acción
del maligno, equivale a ofrecerle de inicio un poder sobre nosotros.
Es mejor, en esto como en el
resto, pensar humildemente, confiar en la Iglesia y no cometer los errores, que
los cristianos protestantes, los intelectuales, los racionalistas y otros
extraviados cometen, al pretender colocarse en una pretenciosa posición de
“superioridad de razonamiento”, fuera de la influencia benefactora de su verdad
y de su ayuda.
El Obispo de Estrasburgo, Mons.
León Arthur Elchinger, se hará eco de las consideraciones del Cardenal Gabriel
– Marie Garrone. Pondrá, como se suele decir, los puntos sobre las “íes”,
desafiando a los incrédulos.
“Creer en Lucifer, en el maligno,
en Satanás, en la acción entre nosotros del espíritu del mal, del demonio, del
príncipe de los demonios, significa pasar ante los ojos de muchos por ingenuo,
simple, supersticioso… Pues bien, yo creo.”
“Creo en su existencia, en su
influencia, en su inteligencia sutil, en su capacidad suprema de disimulo, en
su habilidad para introducirse por todas partes, en su capacidad consumada de
llegar a hacer creer que no existe. Pues bien, yo creo en su presencia entre
nosotros, en su éxito, incluso dentro de grupos se reúnen para luchar contra la
autodestrucción de la sociedad y de la Iglesia. Él consigue que se ocupen en
actividades completamente secundarias e incluso infantiles, en lamentaciones
inútiles, en discusiones estériles, y durante este tiempo puede continuar su
juego sin miedo a ser molestado”.
Y el prelado expone sus razones
de orden sobrenatural primero y después de orden natural.
“Sí, creo en Lucifer y esto no es
una prueba de estrechez de espíritu o de pesimismo. Creo porque los libros
inspirados del Antiguo y del Nuevo Testamento nos hablan del combate que
entabla contra aquellos a los que DIOS ha prometido la Herencia de su Reino.
Creo porque, con un poco de imparcialidad y una mirada que no se cierre a la
luz de lo Alto, se adivina, se constata cómo este combate continúa bajo
nuestros ojos. Ciertamente, no se trata de materializar a Lucifer, de quedarnos
en las representaciones de una piedad popular. Lucifer, el príncipe del mal,
actúa en el espíritu y en el corazón del hombre”.
“Finalmente, creo en Lucifer
porque creo en Jesucristo que nos pone en guardia contra él y nos pide
combatirlo con todas nuestras fuerzas si no queremos ser engañados sobre el
sentido de la vida y del amor”.
La malicia del demonio es
profundamente desconocida por los hombres y terriblemente peligrosa.
Divulgar la doctrina católica
sobre la existencia del demonio, significa, responder a una llamada urgente de
conciencia, de conocimiento y de preparación para poder enfrentarlo.
No olvidemos, ni por un minuto,
que incluso después de su caída, Satanás conserva integralmente su poder, su
conocimiento y los dones verdaderamente espléndidos recibidos del Creador.
El demonio es mucho más poderoso
que nosotros y está presente en el lugar
donde vivimos para tentarnos, por lo que nos tenemos que revestir de la
Armadura de nuestro Señor Jesucristo, para poder soportar sus terribles
ataques.
Un duro combate contra las
potencias de las tinieblas tiene lugar a través de toda la historia de los
hombres; comenzada al inicio y durará, como el Señor lo ha dicho (cfr Mt 24,
13; 13, 24-30 y 36, 43) hasta el último día. Ocupado en esta batalla el hombre
debe combatir sin pausa para conseguir el bien. Y sólo a través de grandes
esfuerzos y con la Gracia de DIOS, logrará conquistar la salvación de su alma.
“Los demonios, nuestros enemigos,
son fuertes y temibles, poseen un ardor invencible y están animados por un odio
furioso e inimaginable contra nosotros. De igual modo nos hacen guerra sin
descanso, sin paz y sin tregua posible. Su audacia es increíble.” (Cat.de
Trento, cap. 41, par. III).
San Agustín ha captado y descrito
estos dos reinos con una gran perspicacia bajo la forma de dos ciudades
opuestas entre sí… tanto por las leyes que las rigen como por el ideal que
persiguen.
“La ciudad terrestre procede del
amor de sí llevado hasta el desprecio de DIOS, mientras que la ciudad Celeste
procede del amor de DIOS llevado hasta el desprecio de sí“.
Inspirado del libro: El diablo
hoy ¡Apártate Satanás¡ Georges Huber
No olvides nunca, que esta vida
es pasajera, terminará cualquier día, pero lo que viene después es eterno y
Jamás terminará, por lo que dale mucho más importancia a tu crecimiento
espiritual y a vivir en la Gracia de DIOS, que a conseguir el mejor puesto, el
mejor auto, la mejor casa, etc., mantente
en guardia contra el demonio y sus espíritus inmundos y has saber a los demás
que estos existen, son reales, poderosos y quieren hacernos perder nuestra
salvación, como ellos la perdieron.
Bendiciones.
Fuente: América Católica
Porque nuestra lucha no es contra
la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades,
contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal
que están en el aire. (Efesios 6, 12)
No hay comentarios:
Publicar un comentario