Cristo, del Sagrado Corazón, descrito por Sor Josefa Menéndez
"Vengo a decirte Yo mismo quién Soy.
Quiero que el mundo conozca mi Corazón.
Quiero que conozcan mi amor. ¿Saben los hombres lo que he hecho por ellos?...
Quiero decirles que en vano buscan su felicidad fuera de Mí: no la
encontrarán...Dirigiré mis llamadas a todos: religiosos y seglares, justos y
pecadores, sabios e ignorantes, gobernantes y súbditos.
A todos vengo a
decirles: si buscáis felicidad, Yo lo Soy. Si queréis riqueza, Yo soy riqueza
infinita. Si deseáis paz, Yo soy la Paz, Yo soy la misericordia y el amor.
Quiero que mi amor sea el sol que ilumine y el calor que caliente a todas las almas.
Quiero que el mundo entero me conozca
como Dios de amor, de perdón y de misericordia. Quiero que el mundo lea que
deseo perdonar y salvar. ¡Que los más miserables no teman!... ¡Que los
pecadores no huyan de Mí... Que vengan todos, porque estoy siempre esperándolos
como un Padre, con los brazos abiertos para darles vida y felicidad.
Un padre tenía un hijo único. Ricos, poderosos, vivían rodeados de
servidores, de bienestar; perfectamente dichosos, de nada ni de nadie
necesitaban para acrecentar su felicidad, el padre era la felicidad de su hijo
y éste la de su padre. Ambos tenían corazón noble, caritativos sentimientos, la
menor miseria les movía a compasión.
Entre los servidores de este bondadoso
señor, uno enfermó gravemente, y estaba a punto de morir si no se le atendía con
remedios enérgicos y con asiduos cuidados. Mas el servidor era pobre y vivía solo.
¿Qué hacer? ¿Dejarle morir? La nobleza de sentimientos del señor no puede consentirlo.
¿Enviará para cuidarle a otro de sus criados? Tampoco estaría tranquilo, porque
cuidándole más por interés que por afecto, le faltarían tal vez mil detalles y
atenciones que el enfermo necesita. Compadecido el padre confía a su hijo su
inquietud respecto del pobre enfermo, le dice que con asidua asistencia podría
curarse y vivir muchos años aún.
El hijo, que ama a su padre y comparte su
compasión, se ofrece a cuidar al servidor con esmero, sin perdonar trabajo,
cansancio, ni solicitud, con tal de conseguir su curación. El padre acepta;
sacrifica la compañía de su hijo y éste las caricias de su padre y
convirtiéndose en siervo, se consagra a la asistencia del que es verdaderamente
su servidor. Prodígale mil cuidados y atenciones, le provee de cuanto necesita,
no sólo para su curación, sino para su bienestar, de suerte que, al cabo de algún
tiempo, el enfermo recobra la salud.
Penetrado de admiración por cuanto su
señor ha hecho por él, el servidor pregunta de qué manera podría demostrarle su
agradecimiento. El hijo le aconseja se presente a su padre, y ya que está
curado se ofrezca de nuevo a él como uno de sus más fieles servidores. Así lo
hace, y reconociéndose su deudor, emplea cuantos medios están a su alcance,
para publicar la caridad de su señor; más aún, se ofrece a servirles sin
interés, pues sabe que no necesita ser retribuido como criado el que es
atendido y tratado como hijo.
Esta parábola es pálida figura del amor
que mi Corazón siente por las almas y de la correspondencia que espero de
ellas...."
Jesús a Sor Josefa Menéndez (Junio 1923) Un Llamamiento de Amor
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