Veo cada una de
tus lágrimas. Oigo el menor de tus clamores. Siento cada una de tus
decepciones, cada preocupación, cada iniquidad, cada deseo. Te conozco
íntegramente: estoy al tanto de cada una de tus aspiraciones y necesidades.
Veo tu corazón
y cuanto en él albergas, y siento un amor profundo por tí.
Anhelo
estrecharte en Mis brazos y borrar a besos tus heridas y pesares. Permítemelo
nada más. Aspiro a consolarte, a aliviarte, a verter el suave bálsamo de Mi
amor sobre cada uno de tus sinsabores, quebrantos, preocupaciones, temores, lágrimas
y contrariedades.
Anhelo
ahuyentar toda nube de confusión y aplacar tus desasosegados nervios. Deseo en
el alma disolver tus amarguras y que cada uno de tus hondos anhelos se realice espléndidamente
y te proporcione verdadera satisfacción.
Quiero
brindarte el sol, la luna y las estrellas. Los éxtasis del Cielo y un amor que
nunca morirá. Quiero ayudarte a superar toda experiencia lóbrega y sombría, a
salir de toda niebla densa que te envuelva. Por grande que sea la confusión o
el desespero acumulado en tu interior, aspiro a disolverlo porque te amo.
Tus fuerzas no
provienen de tu propio espíritu. No provienen de vivir con una mentalidad
terrenal, ni de apoyarte en tus propios razonamientos. La fuerza auténtica no
procede sino de Mí. Solo viene como consecuencia, de reposar en Mis brazos,
pues Yo Soy fuerza.
Solo puedo
vivir en tí si me lo permites, si reposas en Mí, si sacas fuerzas de Mí, te
relajas, te renuevas cada mañana y me preguntas qué quiero hacer, qué tengo
planeado para ese día y cuál es Mi voluntad. Solo puedo vivir en tí si me lo
permites.
Para ello debes pasar cada mañana un
rato conmigo, diciéndome: “Este día es Tuyo Señor. Haz con él lo que
quieras." Así obtendrás fuerzas.
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