La Beata Ana María Catalina Emmerick tenía el don de lahierognosis, que es un
don sobrenatural para distinguir claramente los
objetos bendecidos de los que no lo están, y las hostias consagradas de las que
no lo son, así como las reliquias verdaderas de las falsas.
Dice en sus escritos: ”Veo la bendición y sus efectos sobre las cosas
benditas como gracias que santifican y salvan, como luz que difunde luz; y lo
malo, la culpa, la maldición las veo como cosas oscuras y tenebrosas,
produciendo efectos de perdición…
He visto cuán admirables bendiciones nos vienen de oír la misa y que con
ellas son impulsadas las buenas obras y, muchas veces, el oírla a una sola
persona de una familia basta para que las bendiciones del cielo desciendan ese
día sobre toda la familia… ¡Qué grande es la bendición sacerdotal! Penetra hasta
el purgatorio y consuela como rocío del cielo a las almas, a quienes con fe
firme bendice el sacerdote.
Es muy triste la negligencia de algunos sacerdotes en nuestros días
respecto a las bendiciones. No parece sino que no saben lo que son estas
bendiciones. Muchos, apenas creen en su virtud y se avergüenzan de ellas como
de ceremonias anticuadas y supersticiosas, otros usan este poder y gracia, que
Jesucristo les ha concedido, sin atención y como de paso. Cuando ellos no me
bendicen, Dios me suele bendecir; pero, como el mismo Dios ha instituido el
sacerdocio y le ha otorgado la potestad de bendecir, casi desfallezco por el
deseo de recibirlas...
Cuando era niña, me sentía involuntariamente atraída, cuando un
sacerdote pasaba cerca de la casa de mis padres. Si por acaso, ocurría
encontrarme apacentando las vacas, las dejaba, encomendándolas al ángel de mi
guarda, y salía a recibir la bendición sacerdotal…
Los sonidos de las campanas benditas los percibía como si fueran rayos
de bendición, los cuales ahuyentaban a Satanás. El sonido de las campanas
benditas es para mí más santo, más alegre, más vigoroso y suave que todos los
demás sonidos”.
También es poderosa la sal bendita, dejada en los rincones de las
habitaciones. Sobre el agua bendita dice Santa Teresa de Jesús: “Debe ser
grande la virtud del agua bendita, para mí es muy particular y muy conocida
consolación que siente mi alma, cuando la tomo… Tengo experiencia de que (los
demonios) no hay cosa de que huyan más para no tornar; de la cruz también
huyen, pero vuelven”.
(Vida 31,4).
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