San
Miguel es uno de los siete arcángeles y está entre los tres cuyos nombres
aparecen en la Biblia. Los otros dos son Gabriel y Rafael. La Santa Iglesia da
a San Miguel el más alto lugar entre los arcángeles y le llama “Príncipe de los
espíritus celestiales”, “jefe o cabeza de la milicia celestial”. Ya desde el
Antiguo Testamento aparece como el gran defensor del pueblo de Dios contra el
demonio y su poderosa defensa continúa en el Nuevo Testamento.
Muy
apropiadamente, es representado en el arte como el ángel guerrero, el
conquistador de Lucifer, poniendo su talón sobre la cabeza del enemigo
infernal, amenazándole con su espada, traspasándolo con su lanza, o presto para
encadenarlo para siempre en el abismo del infierno.
La
cristiandad desde la Iglesia primitiva venera a San Miguel como el ángel que
derrotó a Satanás y sus seguidores y los echó del cielo con su espada de fuego.
Es
tradicionalmente reconocido como el guardián de los ejércitos cristianos contra
los enemigos de la Iglesia y como protector de los cristianos contra los
poderes diabólicos, especialmente a la hora de la muerte.
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Algunos
testimonios de la defensa de San Miguel a los Papas y la Iglesia:
En el año
452, llegó a Italia el re Atila, quemando y devastando todo por donde pasó con
su armada. Para él, el camino estaba abierto aún el que iba a Roma. Lo fue a
encontrar el gran Pontífice San León Magno suplicándole que no dañe la ciudad
junto con sus habitantes. Después de un breve coloquio, Atila prometió la
paz y se dirigió con los suyos por el camino de regreso.
Sus
generales, que esperaban obtener ricos botines, le reprocharon por su insólita
clemencia.. Atila respondió: “No me he rendido por las palabras del Papa: me
rendí porque vi a un Ángel esplendoroso con la espada desenvainada detrás del
Pontífice listo para matarme.”
Así San
Miguel inició su fiel asistencia a los Pontífices de la Iglesia Romana y
continuará hasta el fin del mundo.
Luego de
100 años aparece nuevamente en Roma sobre la antigua tumba del emperador
Adriano. Sobre este mausoleo, el Papa San Gregorio Magno vio a San Miguel
Arcángel durante una procesión de reparación y penitencia para implorar a Dios
el cese de la peste que cobraba muchas víctimas. El Celestial Príncipe San
Miguel enfundó su espada y la peste se detuvo. Este milagro ocurrió en el año
599, y la gratitud del pueblo romano erigió una estatua a San Miguel sobre la
torre de la antigua tumba imperial.
Se le
apareció en Francia en el año 708 a san Auberto abad, pidiéndole que erija
sobre la cima del Monte Tombe un Santuario en su honor. El santo Abad cumplió
con diligencia la orden del Príncipe Celestial. Desde aquella aparición el
Monte cambió su nombre y por siglos se llama “Monte Saint Michel”.
La mansión terrenal de San Miguel Arcángel sobre el Monte Gárgano:
El Monte
Gárgano está sobre la cima de colinas que rodean el Mar Adriático, Italia.
Hasta el siglo quinto, la cima estaba recubierta de un bosque tupido e ignorada
por todo el mundo, pero luego del año 490 todo cambió.
Leamos la
narración original del antiguo libro del “Liber Pontificalis” de la Curia
Romana.
“Bajo el
gobierno del Papa Felice y del emperador Zeno, un día de aquel siglo tan
lejano, un noble y muy rico señor del Monte Gárgano, que se llamaba también
Gárgano y era el propietario de aquella montaña, desapareció su toro más bello
y de grandeza superior. Después de tres días de búsqueda, decidió ir
personalmente a buscarlo. Después de algunas horas de búsqueda, con gran
estupor encontraron a la bestia de rodillas en la entrada de una caverna
inaccesible. El patrón, viendo la imposibilidad de salvarlo, quiso matarlo con
una flecha envenenada. Pero ante la maravilla de todos, la flecha regresó e
hirió a quien la había lanzado. El patrón cayó sangrando al suelo y los siervos
asustados lo fajaron deprisa y lo llevaron a su casa.
La
noticia se divulgó rápidamente en el pueblo y se convirtió en objeto de
conversaciones. Por este extraño hecho, todos fueron a visitar al Obispo San
Lorenzo Maiorano para consultarle.
El santo
Obispo luego de una breve reflexión ordenó que toda la población haga ayuno y
oraciones durante tres días, para encontrar gracia ante Dios y reconocer el
significado de dicho prodigio.
Al alba del tercer día, 8 de mayo del año 490,
el santo prelado, sumergido en oración nocturna, de repente vio ante sí a un
Ángel más esplendoroso que el sol que iluminó el ambiente y le dijo:
“ Yo soy el Arcángel Miguel que continuamente
está ante la presencia de Dios. Deseando que este lugar se venere en toda la
tierra y sea privilegiado; quise probar con este acontecimiento insólito, que
todo lo que se obra en este lugar sucede por Voluntad Divina. Es Dios que me ha
constituido Protector y defensor de este lugar.”
A la
mañana siguiente, el Obispo comunicó el celestial mensaje a los habitantes de
Siponto. El pueblo, lleno de alegría y de gratitud por dicha aparición, bajo la
guía de San Lorenzo Maiorano se encaminó hacia una devota procesión hacia la
cima del Gárgano y se congratulaban con él por el santo privilegio concedido
por el Cielo, de tener en sus tierras el Palacio Real terrenal del Gran
Príncipe San Miguel Arcángel.
En
septiembre de 493, el Obispo San Lorenzo decidió pedir consejo al Santo Padre,
Gelasio I, sucesor del Papa Felice, por la cuestión de la consagración de la
Gruta. Este dio orden a siete Obispos de los alrededores que se reúnan en
Siponto y con tres días de oraciones comunitarias y ayuno suplicaran al
Arcángel Miguel que se digne manifestar la Voluntad de Dios con respecto a la
consagración de la Sagrada Gruta.
San
Miguel acogió dichas súplicas humildes y confiadas, y en la noche del tercer
día, rodeado por una luz radiante, el Príncipe Celestial se apareció por
tercera vez a San Lorenzo y dijo:
“No
es necesario que ustedes consagren esta Gruta, porque yo elegí a mi Palacio
Real, yo mismo lo he consagrado, asistencia, elevado oraciones y celebrado el
Santo Sacrificio, para comunicar al pueblo. Es a mí, que corresponde cómo he
consagrado este lugar.”
A la
mañana siguiente, San Lorenzo narra a los Obispos y al pueblo la nueva visión y
el mensaje celestial del Arcángel. Con el corazón lleno de júbilo, Obispos y
fieles, entre oraciones y cantos, van en procesión hacia la cima, como lo
cuenta el Códico Vaticano. Algunos de los Obispos tenían una edad muy avanzada
y San Miguel quiso ir al encuentro de ellos con un gesto de exquisita cortesía.
Por lo tanto mandó a 4 águilas de una grandeza desmesurada; dos de ellas con
las alas desplegadas defendían a los peregrinos de los rayos del sol, y las
otras agitaban como si fueran un abanico las alas procurándoles una agradable
frescura a los Obispos y al pueblo.
Cuando
llegaron a la Caverna sagrada, en la Gruta, sobre un bloque de piedra
encontraron una huella de San Miguel. Un altar preparado por San Miguel y
recubierto con un palio purpurino. El altar tenía en el centro una cruz de
cristal purísimo. Todo testimoniaba en la Gruta que su consagración fue hecha
divinamente. Entonces, San Lorenzo presentó a Dios el primer Santo Sacrificio
en presencia de todos los Obispos y de todo el pueblo.
En el año
1655 se desató una peste en todo el reino de Nápoles. Foggia casi se despobló,
y la muerte negra cobró también los habitantes del Monte Gárgano. El
Obispo, Mons. Giovanni Alfonso Puccinelli, constatada la ineficacia de los
medios humanos, recurrió a la poderosa protección e intercesión de San Miguel.
Por lo tanto fue en en un devoto peregrinaje penitencial con el clero y con el
pueblo a la Sagrada Gruta. Después de largas oraciones, lágrimas y gemidos, al
alba del 22 de septiembre, vio aparecer al Arcángel en un enceguecedor
esplendor, y dijo al Obispo:
"Sepa, oh pastor de estas ovejitas, que he obtenido de la Santísima
Trinidad que cualquiera que utiliza con verdadera devoción las piedras de mi
Gruta, alejará de su casa, de la ciudad y de cualquier lugar la peste. Narrad a
todos esta gracia Divina. Vosotros bendeciréis las piedras, esculpiendo sobre
ellas la señal de la cruz con mi nombre.”
Nota:
Sería Muy provechoso restablecer la fabricación de la insignia de San Miguel
según el modelo que él ha indicado. Aunque nos sea contra la peste del cuerpo,
convendría que sea contra la tremenda peste de las almas, causada por la
ignorancia religiosa y por la destrucción de la familia cristiana.
La gran
sueca Santa Brígida, visitando la Gruta de san Miguel, en uno de sus éxtasis
oyó el canto celestial de los Ángeles, el cual terminó con la dolorosa y
profética visión de la decadencia de su culto.
Dice:
“Transcribo fielmente las palabras angélicas:
"Bendito seas oh Señor por habernos creado como vuestros mensajeros y
como apoyo del hombre del cual nos confiaste su custodia. Hacia el hombre Tú
nos enviaste sin ni siquiera privarnos de Vuestra visión. Haz visible la
dignidad con la cual Tú nos has revestido para que se aprenda a tomar en cuenta
nuestro ministerio: aunque aquí, también hoy este Santuario declina, y los del
lugar parece que prefieren, en vez de nosotros, a los ángeles sin luz.”
Una aguda
tristeza llenó el corazón de Santa Brígida, hasta que Jesús se le apreció y le
dijo:
“Los ingratos se darán cuenta de
la pérdida que hacen al olvidarse de los Ángeles, en la hora de la prueba.”
Tomado
del Libro:
¿Quién es San Miguel Arcángel? Del título original en Italiano ¿Che
Es Michelle Arcangelo? Curia Vescovile-Foggia, con Aprobación Eclesiástica;
Nulla Osta 14 octubre 1974 Can. A Messinese Rev. Dal. Giuseppe Lenoti, Obispo
de Foggia.
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