¡Madre Inmaculada! ¡Que no nos cansemos! Sí,
aunque el desaliento por el poco fruto o por la ingratitud nos asalte,
aunque la flaqueza nos abandone, aunque el furor del enemigo nos persiga
y nos calumnie, aunque nos falten el dinero y los auxilios humanos,
aunque vinieran al suelo nuestras obras y tuviéramos que comenzar de
nuevo.
¡Madre querida, que no nos cansemos!
¡Madre querida, que no nos cansemos!
Firmes,
decididos, alentados, sonrientes, siempre con los ojos de la cara fijos
en el prójimo y sus necesidades para socorrerlos, y con los ojos del
alma fijos en el Corazón de Jesús, que está en el Sagrario, ocupemos
nuestro puesto, el que a cada uno nos ha señalado Dios. Nada de volver
la cara atrás, nada de cruzarse de brazos, nada de estériles lamentos.
¡Madre querida, que no nos cansemos!
¡Madre querida, que no nos cansemos!
Mientras
nos quede una gota de sangre que derramar, unas monedas que repartir,
un poco de energía que gastar, una palabra que decir, un aliento de
nuestro corazón, un poco de fuerza de nuestras manos o nuestros pies,
que puedan servir para dar gloria a Él y a Tí, y para hacer un poco de
bien a nuestros hermanos.
¡Madre mía, por última vez, morir antes que cansarnos!
¡Madre mía, por última vez, morir antes que cansarnos!
Beato Manuel González García, Málaga, España
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