Vamos abriendo paso con nuestra cruz individual, pero Jesús es el
que lleva la peor parte con Su cruz tan pesada. Leamos esta leyenda:
Ha callado el cornetín de mando. La tropa y la multitud hacen
silencio para oír al Rey:
"Vasallos de Mi Reino. Voy a emprender una campaña para
conquistar todo el mundo. Estáis todos invitados a venir conmigo.
Venceremos.
Quién Me siga ha de trabajar como Yo, se cansará como Yo, ha de
sufrir conmigo. Así quién Me siga en el trabajo, también me seguirá en la
alegría y la victoria."
El Rey es poderosísimo y amado de su pueblo. La multitud estalla
en "VIVAS", entusiasmada. Todos siguen al Rey a la conquista.
De repente, puñados de monedas de cobre repiquetean sobre las
piedras, un puñado de gente se lanza por los suelos. Ha vuelto las espaldas
entretenida en recoger las monedas.
El Rey sigue su camino.. Le siguen los vasallos fieles.
Ahora son unas arcas de plata las que se abren. Brillan las
monedas a los reflejos del sol, y vuelven a repiquetear sobre las piedras. Otro
grupo numeroso se queda a la espalda. Avanza el Rey a caballo con los más
fieles. Faltaba la tercera prueba. La del oro centelleante de amarillo.
Muchos todavía volvieron las espaldas, y dejaron que el Rey se
perdiese, con muy pocos en la lejanía...
Se vuelve el Rey a los que lo siguen:
"Y vosotros, ¿también me abandonaréis?
Y se oye un grito común, una corazonada.
Señor: te seguiremos hasta la muerte.
Sonríe el Rey, y descabalga. Deja su corona, se despoja de su
manto real, descalza sus sandalias, y tomando una cruz, empieza a caminar a
pie....con los que le siguen.
Ya entiendes la leyenda, ¿verdad?
La cuesta es empinada, y las piedras son puntiagudas. Pronto se
manchan de sangre. El pequeño grupo se alarga, se alarga. Van quedando atrás
solo los más débiles, pero siguen. Algunos caen y se levantan, van junto a la
cruz de su Rey. El les alienta con Su ejemplo y Su mirada. No van solos.
Cuando llegan a la cumbre, el Rey se tiende en la cruz., le clavan
en ella y le levantan.
Va a morir; pero antes tiende su vista sobre la cuesta. Los suyos,
allí están, roto el pelotón, forcejando por subir. No le han abandonado a pesar
de las dificultades. Para ellos es su aliento de Rey:
"Adelante hijos. Ya queda poco, esas huellas de sangre os
indican el camino. Animaos a seguir subiendo como Yo...... subid hasta aquí.
Necesito de vosotros. No me dejéis solo. Tengo sed... mirad como casi todos me
han abandonado.
Hermano que sufres, tú que estás en la cuesta y quieres subir más.
A tí te habla el Rey. Te habla Jesús para animarte. Mírale a Él con su cruz
delante, sigue tu camino de dolor. Sufre con Él:
1- Para colaborar con Él en su misión redentora. Te
necesita, no le niegues tu limosna de dolor.
2- Colabora con Él por agradecimiento al que tanto sufrió
por ti y por mi, ser agradecidos, y sufrir por Él.
3- Sufrir con Él para para reparar las ingratitudes de
los hombres. Ofrécele con amor tus dolores, para consolarle de los que
los desprecian pecando.
4- Sufrir por Él por imitarle, para ser como el Rey
dolorido, que dijo: "Quién quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz y sígame."
Por estos cuatro motivos Jesús nos anima a padecer. El haga
que ni la moneda de plata ni de oro nos deje rezagado en el camino.
Nuestro Rey va delante, sigámosle hermanos….
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