María, Madre de Jesús y de la Iglesia, te recomendamos nuestros jóvenes. Tú los amas con un amor grande y puro. Para ellos tú tienes palabras dulces y silenciosas que nos son desconocidas. Tú escrutas el corazón y la mente.
Te rogamos por ellos, te los confiamos. Mira que son inexpertos en la vida e insidiados por todas partes. Viven en ambientes malsanos y los asalta la corrupción. María, Madre Inmaculada de los jóvenes, no los abandones en la hora de la prueba. Haz que crean porque la vida sin fe es noche desesperada.
Haz que sean puros, porque sin pureza no hay amor sino sólo egoísmo de los sentidos. Haz que sean fuertes e iluminados por la perfecta alegría, porque la vida es bella cuando sabe alcanzar la surgente de la gracia divina. Haz que sean honestos y laboriosos, sanos de mente y de corazón.
María, mira las lágrimas de tantas madres preocupadas por el futuro de sus hijos. Que ellas sean ejemplo de vida para sus hijos, guías seguras en las dificultades. Vuelve sus palabras eficaces, da fuerza a sus acciones, escucha sus oraciones. Consuela las penas secretas y las incesantes ansias.
Suscita ideales de perfección y santidad en el corazón de tantos generosos jóvenes.
Que una juventud fuerte en la fe y en la pureza apure la nueva radiante primavera de la Iglesia de Cristo.
Tú, Oh María, serás para nosotros segura guía y maestra en este maravilloso renacer.
Amén.
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