sábado, 24 de enero de 2015

Tres hermosísimas oraciones



Estas oraciones son muy útiles para el moribundo. Se deben repetir con frecuencia como un acto suplicante a la misericordia de Dios. 



¡Señor Jesucristo! Siendo Vos el Hijo de Dios y también el Hijo de la Santísima Virgen María, sois Dios y Hombre. Abrumado de gran temor habéis sudado Sangre en el huerto de los Olivos, para darnos la paz. Sabemos también que ofrecisteis todos Vuestros sufrimientos a Dios, Vuestro Padre Celestial, por nosotros, y por la salvación de este pobre moribundo... No obstante, si por culpa de sus pecados él merece ser castigado con la condenación eterna, Os suplicamos perdonar todas sus culpas. O Padre Eterno, Os lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor Vuestro muy amado Hijo, que vive y reina con Vos y con el Espíritu Santo ahora y siempre. Amén.

¡Señor Jesucristo! Humildemente muriendo en la Cruz por nosotros, sometisteis Vuestra Voluntad completamente a la Voluntad de Vuestro Padre Celestial, para traernos la paz. También habéis ofrecido Vuestra santa muerte al Eterno Padre en rescate de... (Esta persona)...y para ocultar de su vista el castigo merecido por sus pecados. ¡O Padre Eterno! Escuchadnos y perdonadle, Os suplicamos. Os lo pedimos por Vuestro único Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina ahora y siempre con Vos, en unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.


¡Señor Jesucristo! Después de haber guardado silencio, hablasteis por la boca de los profetas, diciendo: "Os he atraído a Mí, a través del Eterno Amor." Este mismo Amor Os ha traído de Cielo al Seno Virginal de María Santísima. Después, habéis venido a este valle de lágrimas, al mundo indigente. Este mismo Amor, Jesús mío, Os detuvo en este mundo terrestre por 33 años. Además, para rubricar este tremendo Amor, habéis entregado Vuestro Sacratísimo Cuerpo como manjar verdadero, y como bebida verdadera Vuestra Preciosísima Sangre. Aun, como si todo esto fuese poco, mi buen Jesús, nos disteis otras señales de Vuestro gran Amor. Es decir, Os habéis dejado ser prendido y llevado preso. Durante Vuestra sagrada Pasión fuisteis arrastrado de tribunal a tribunal, y de un juez al otro. Además, Os habéis sometido a ser condenado a muerte, a morir en la Cruz, y a ser sepultado. Todo esto habéis hecho para demostrar Vuestro profundo Amor a nosotros. Habiendo resucitado al tercer día, aparecisteis a Vuestra Santísima Madre, y a todos los santos apóstoles. Luego, manifestando Vuestro inmenso Amor, O dulce Salvador, habéis subido al Cielo por virtud de Vuestro Padre Celestial, el Dios Eterno. A continuación, O Jesús, al demostrar Vuestro infinito Amor, habéis enviado a Espíritu Santo para encender los corazones de los apóstoles; y de todos los que creen y esperan en Vos. Por estos signos de Amor eterno, confiadamente esperamos alcanzar de Vuestra bondad todo género de gracia. O buen Jesús, abrid el Cielo hoy día a este pobre moribundo...Perdonad todos sus pecados y llevadlo al Reino de Vuestro Padre Celestial para gozar felizmente con Vos, ahora y siempre.

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“Hace muchos siglos, vivía un papa en Roma que había cometido muchísimas faltas, y se sentía abrumado de sus culpas. En cierta ocasión, sucedió que Dios Nuestro Señor permitió que este papa cayese gravemente enfermo sin remedio. Cuando el paciente sintió que ya se acercaba la hora terrible de la muerte, mandó llamar a todos los cardenales, obispos, y a las demás personas bien instruidas. Entonces, el papa moribundo les habló así: "¡Mis queridos amigos! ¿Qué consuelo me podéis dar ahora que me voy a morir; y parece que merezco la condenación eterna por mis múltiples pecados?" Por algunos momentos, nadie se atrevió a contestarle a esta pregunta. Entonces uno de los presentes, llamado Juan, le replicó, diciéndole: "¿Padre, por qué dudáis la misericordia de Dios?" Y el moribundo le respondió, diciendo: "¿Qué consuelo me podéis dar en esta hora que me voy a morir, y temo ser condenado por mis pecados?" Y Juan le contestó así: "Voy a leer tres oraciones para vuestro beneficio; espero en Dios que esta lectura le dé un poco de consuelo. También espero que por este medio, su alma obtendrá la misericordia de Dios." Ya no pudo hablar más el papa moribundo. Luego, el Cura Juan se arrodilló con todos los presentes y rezaron el Padrenuestro, añadiendo las 3 oraciones. 

Entretanto, el papa moribundo falleció. Pero el cura perseveró rezando estas oraciones hasta la tercera hora. Súbitamente, el alma del papa difunto apareció en forma corporal, ante los ojos del cura que todavía continuaba orando. El rostro de la aparición resplandecía como el sol, y su vestidura era tan limpia y blanca como la nieve. Entonces, dirigiendo la mirada al cura, la aparición pronunció las siguientes palabras consoladoras: "¡Mi querido hermano! ¡Aunque yo debía de haber sido un hijo perdido y destinado a la condenación, ahora soy un hijo feliz, y colmado de dicha y felicidad. Mientras que tú rezabas la primera oración, muchos de mis pecados fueron borrados de mi alma. Se desprendieron así como gotas de lluvia que caen del Cielo. Igualmente, mientras que rezabas la segunda oración, fui purificado así como el platero purifica el oro en un fuego abrasador. La purificación de mi alma continuaba mientras que tú rezabas la tercera oración. Entonces yo vi cómo se abrió el Cielo, y pude ver a Jesucristo, Nuestro Señor, a la diestra de Dios Padre. En ese momento, Nuestro Buen Jesús me habló, diciendo: ¡Venid! Todos vuestros pecados ya están perdonados. Entrad y permaneced en el Reino de Mi Padre Celestial para siempre.”

"Con estas palabras, mi alma se separó de mi cuerpo, y los ángeles de Dios me condujeron a la felicidad eterna." 

Oyendo estas palabras, el cura exclamó: "¡O Santo Padre! ¡No podré contar estas cosas, porque nadie me creerá!" Enseguida, el fallecido le contestó de esta manera: "En verdad os digo que el Ángel de Dios permanece a mi lado y ha escrito estas oraciones en LETRAS DE ORO, para el consuelo de los pecadores. Si fuera posible que una persona cometiese todos los pecados en el mundo, habría esperanza para su alma bajo la siguiente condición. Es decir, si se rezan estas tres oraciones a su lado en la hora de la muerte, y si el pecador siente verdadero dolor por sus culpas, todos sus pecados quedarán perdonados. Y si fuese destinado a sufrir por sus culpas hasta cuando amanezca el día del último juicio, sería redimido y liberado por completo de todas esas penas. (No se deben omitir los Sacramentos.

"La persona que escucha la lectura de estas tres oraciones, no morirá infelizmente. Igualmente será premiada la persona en cuya casa se rezan estas tres oraciones. Por tanto, llevadlas al la Basílica de San Pedro y colocadlas en la capilla nombrada, La Asunción de María Santísima. Con este acto se asegura el consuelo. Si alguien estuviese próximo a la muerte, y si escuchase o leyese estas tres oraciones, recibirá la misma maravillosa gracia también. Si el enfermo no puede ya leer las oraciones, que las escuche. De este modo ganará 400 días de indulgencia. Esta indulgencia o remisión suplirá por los días de sufrimiento en el Purgatorio, debido por las culpas. Además, se ha de saber que otra gracia muy singular se añadirá para los que leen o escuchan las tres oraciones. A estas almas será revelada con antelación la hora de su muerte.”

Del Libro "La Pieta"

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