Estas oraciones son muy útiles para el moribundo. Se deben repetir con frecuencia como un acto suplicante a la misericordia de Dios.
¡Señor
Jesucristo! Siendo Vos el Hijo de Dios y también el Hijo de la Santísima Virgen
María, sois Dios y Hombre. Abrumado de gran temor habéis sudado Sangre en el
huerto de los Olivos, para darnos la paz. Sabemos también que ofrecisteis todos
Vuestros sufrimientos a Dios, Vuestro Padre Celestial, por nosotros, y por la
salvación de este pobre moribundo... No obstante, si por culpa de sus pecados
él merece ser castigado con la condenación eterna, Os suplicamos perdonar todas
sus culpas. O Padre Eterno, Os lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor Vuestro
muy amado Hijo, que vive y reina con Vos y con el Espíritu Santo ahora y
siempre. Amén.
¡Señor Jesucristo! Humildemente muriendo en la Cruz por nosotros, sometisteis Vuestra Voluntad completamente a la Voluntad de Vuestro Padre Celestial, para traernos la paz. También habéis ofrecido Vuestra santa muerte al Eterno Padre en rescate de... (Esta persona)...y para ocultar de su vista el castigo merecido por sus pecados. ¡O Padre Eterno! Escuchadnos y perdonadle, Os suplicamos. Os lo pedimos por Vuestro único Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina ahora y siempre con Vos, en unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
¡Señor Jesucristo! Después de haber guardado silencio, hablasteis por la boca de los profetas, diciendo: "Os he atraído a Mí, a través del Eterno Amor." Este mismo Amor Os ha traído de Cielo al Seno Virginal de María Santísima. Después, habéis venido a este valle de lágrimas, al mundo indigente. Este mismo Amor, Jesús mío, Os detuvo en este mundo terrestre por 33 años. Además, para rubricar este tremendo Amor, habéis entregado Vuestro Sacratísimo Cuerpo como manjar verdadero, y como bebida verdadera Vuestra Preciosísima Sangre. Aun, como si todo esto fuese poco, mi buen Jesús, nos disteis otras señales de Vuestro gran Amor. Es decir, Os habéis dejado ser prendido y llevado preso. Durante Vuestra sagrada Pasión fuisteis arrastrado de tribunal a tribunal, y de un juez al otro. Además, Os habéis sometido a ser condenado a muerte, a morir en la Cruz, y a ser sepultado. Todo esto habéis hecho para demostrar Vuestro profundo Amor a nosotros. Habiendo resucitado al tercer día, aparecisteis a Vuestra Santísima Madre, y a todos los santos apóstoles. Luego, manifestando Vuestro inmenso Amor, O dulce Salvador, habéis subido al Cielo por virtud de Vuestro Padre Celestial, el Dios Eterno. A continuación, O Jesús, al demostrar Vuestro infinito Amor, habéis enviado a Espíritu Santo para encender los corazones de los apóstoles; y de todos los que creen y esperan en Vos. Por estos signos de Amor eterno, confiadamente esperamos alcanzar de Vuestra bondad todo género de gracia. O buen Jesús, abrid el Cielo hoy día a este pobre moribundo...Perdonad todos sus pecados y llevadlo al Reino de Vuestro Padre Celestial para gozar felizmente con Vos, ahora y siempre.
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“Hace muchos siglos,
vivía un papa en Roma que había cometido muchísimas faltas, y se sentía
abrumado de sus culpas. En cierta ocasión, sucedió que Dios Nuestro Señor permitió
que este papa cayese gravemente enfermo sin remedio. Cuando el paciente sintió
que ya se acercaba la hora terrible de la muerte, mandó llamar a todos los
cardenales, obispos, y a las demás personas bien instruidas. Entonces, el papa
moribundo les habló así: "¡Mis queridos amigos! ¿Qué consuelo me podéis
dar ahora que me voy a morir; y parece que merezco la condenación eterna por
mis múltiples pecados?" Por algunos momentos, nadie se atrevió a
contestarle a esta pregunta. Entonces uno de los presentes, llamado Juan, le
replicó, diciéndole: "¿Padre, por qué dudáis la misericordia de
Dios?" Y el moribundo le respondió, diciendo: "¿Qué consuelo me
podéis dar en esta hora que me voy a morir, y temo ser condenado por mis
pecados?" Y Juan le contestó así: "Voy a leer tres oraciones para
vuestro beneficio; espero en Dios que esta lectura le dé un poco de consuelo.
También espero que por este medio, su alma obtendrá la misericordia de
Dios." Ya no pudo hablar más el papa moribundo. Luego, el Cura Juan se
arrodilló con todos los presentes y rezaron el Padrenuestro, añadiendo las 3 oraciones.
Entretanto, el papa
moribundo falleció. Pero el cura perseveró rezando estas oraciones hasta la
tercera hora. Súbitamente, el alma del
papa difunto apareció en forma corporal, ante los ojos del cura que todavía
continuaba orando. El rostro de la aparición resplandecía como el sol, y su
vestidura era tan limpia y blanca como la nieve. Entonces, dirigiendo la mirada
al cura, la aparición pronunció las siguientes palabras consoladoras: "¡Mi
querido hermano! ¡Aunque yo debía de haber sido un hijo perdido y destinado a
la condenación, ahora soy un hijo feliz, y colmado de dicha y felicidad.
Mientras que tú rezabas la primera oración, muchos de mis pecados fueron borrados
de mi alma. Se desprendieron así como gotas de lluvia que caen del Cielo.
Igualmente, mientras que rezabas la segunda oración, fui purificado así como el
platero purifica el oro en un fuego abrasador.
La purificación de mi alma continuaba mientras que tú rezabas la tercera
oración. Entonces yo vi cómo se abrió el Cielo, y pude ver a Jesucristo,
Nuestro Señor, a la diestra de Dios Padre. En ese momento, Nuestro Buen Jesús
me habló, diciendo: ¡Venid! Todos vuestros pecados ya están perdonados. Entrad
y permaneced en el Reino de Mi Padre Celestial para siempre.”
"Con estas
palabras, mi alma se separó de mi cuerpo, y los ángeles de Dios me condujeron a
la felicidad eterna."
Oyendo estas palabras,
el cura exclamó: "¡O Santo Padre! ¡No podré contar estas cosas, porque
nadie me creerá!" Enseguida, el fallecido le contestó de esta manera:
"En verdad os digo que el Ángel de Dios permanece a mi lado y ha escrito
estas oraciones en LETRAS DE ORO, para el consuelo de los pecadores. Si fuera
posible que una persona cometiese todos los pecados en el mundo, habría
esperanza para su alma bajo la siguiente condición. Es decir, si se rezan estas
tres oraciones a su lado en la hora de la muerte, y si el pecador siente
verdadero dolor por sus culpas, todos sus pecados quedarán perdonados. Y si
fuese destinado a sufrir por sus culpas hasta cuando amanezca el día del último
juicio, sería redimido y liberado por completo de todas esas penas. (No
se deben omitir los Sacramentos.
"La persona que escucha la lectura de estas tres
oraciones, no morirá infelizmente. Igualmente será premiada la persona en cuya
casa se rezan estas tres oraciones. Por tanto, llevadlas al la Basílica de San Pedro y colocadlas
en la capilla nombrada, La Asunción de María Santísima. Con este acto se asegura
el consuelo. Si alguien estuviese próximo a la muerte, y si escuchase o leyese
estas tres oraciones, recibirá la misma maravillosa gracia también. Si el
enfermo no puede ya leer las oraciones, que las escuche. De este modo ganará 400 días de indulgencia. Esta
indulgencia o remisión suplirá por los días de sufrimiento en el Purgatorio,
debido por las culpas. Además, se ha de saber que otra gracia muy singular se
añadirá para los que leen o escuchan las tres oraciones. A estas almas será revelada con antelación
la hora de su muerte.”
Del Libro "La Pieta"
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