Dios mío, enséñame el
secreto de una paz estable y sólida; enséñame a ordenar armoniosamente mi vida
interior, de manera que asegure el predominio de la voluntad y de la razón
sobre todos mis sentimientos, sobre todos mis actos, y enséñame, sobre todo, a
someter mi voluntad a la tuya.
Enséñame a fijarme en tí, lejos de la agitación y de la discordia interior. En la justa critica, como en el reproche severo y áspero, enséñame a permanecer unido a Tí, enraizado en la caridad, de manera que conserve una inmovilidad humilde y tranquila/o.
En los sufrimientos del cuerpo y en los sinsabores del alma, enséñame a decir piadosamente el Amén liberador. En las tentaciones que turban y envilecen, concédeme poner mi alma en Tí; en las contradicciones, en las palabras agrias e injuriosas, concédeme que guarde la paciencia, la serenidad y el silencio.
Concédeme que no tema las dificultades, las contradicciones, las luchas; que no me queje, que no murmure, y que a toda pena, a todo fastidio, mezcle un poco de tu amor.
Que no me exaspere ante la violencia y brusquedad de los hombres y que soporte con ecuanimidad el mal humor y la cólera. Que en el silencio y en la esperanza adquiera esa fortaleza, ese temple de alma, que me fije inconmoviblemente en la paz.
AménEnséñame a fijarme en tí, lejos de la agitación y de la discordia interior. En la justa critica, como en el reproche severo y áspero, enséñame a permanecer unido a Tí, enraizado en la caridad, de manera que conserve una inmovilidad humilde y tranquila/o.
En los sufrimientos del cuerpo y en los sinsabores del alma, enséñame a decir piadosamente el Amén liberador. En las tentaciones que turban y envilecen, concédeme poner mi alma en Tí; en las contradicciones, en las palabras agrias e injuriosas, concédeme que guarde la paciencia, la serenidad y el silencio.
Concédeme que no tema las dificultades, las contradicciones, las luchas; que no me queje, que no murmure, y que a toda pena, a todo fastidio, mezcle un poco de tu amor.
Que no me exaspere ante la violencia y brusquedad de los hombres y que soporte con ecuanimidad el mal humor y la cólera. Que en el silencio y en la esperanza adquiera esa fortaleza, ese temple de alma, que me fije inconmoviblemente en la paz.
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