Oh Jesús, Salvador mío, Tú que confiaste a los
sacerdotes, solamente a ellos, el poder de celebrar la Eucaristía, fin
principal de su ordenación sacerdotal, perdonar los pecados, administrar otros
Sacramentos, predicar con autoridad la Palabra de Dios y dirigir a los demás
fieles a mirar y a subir hacia Ti, por medio de tu Santísima Madre, te ofrezco
para la santificación de los sacerdotes y seminaristas, durante este día, todas
mis oraciones, trabajos alegrías, mis sacrificios y sufrimientos. Danos, Señor,
sacerdotes verdaderamente santos que, inflamados del fuego de Tu amor, no
procuren otra cosa que Tu gloria y la salvación de aquellos a los que Tú
encomendaste. Amén.
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