Todopoderoso y eterno
Dios, me acerco al sacramento de tu Unigénito Hijo, mi Señor Jesucristo, como
enfermo al médico de la vida, como manchado a la fuente de la misericordia,
como ciego a la luz de la eterna claridad, como pobre y mendigo al Señor del cielo
y de la tierra.
Ruego, pues, Señor, a
tu infinita generosidad que dignes curar mi enfermedad, lavar mis manchas,
alumbrar mi ceguera, enriquecer mi pobreza, vestir mi desnudez, para que me
acerque a recibir el pan de los ángeles, al Rey de los reyes y Señor de los que
dominan, con tanta reverencia y humildad, con tanta contrición y devoción, con
tanta pureza y fe, con tal propósito e intención como conviene a la salud de mi
alma.
Concédeme, te ruego,
recibir no sólo el sacramento del cuerpo y la sangre del Señor sino también la
gracia y virtud del sacramento. Benignísimo Dios, concédeme recibir el cuerpo
que tu Hijo Unigénito, nuestro Señor Jesucristo, tomó de la Virgen María, de
tal manera que merezca ser incorporado a su Cuerpo Místico y ser contado entre
sus miembros.
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