Y, cuantas más veces me lo
pregunto, Señor,
otras tantas Tú me contestas:
¡Te necesito como sal, y no
como salero!
¡Como rayo de luz, no como
gran astro!
¡Como gota de agua que calme
la sed,
y no como torrente que inunde
todo a su paso!
¿Levadura yo, Señor?
Y, cuando veo lo que siembro y
no recojo,
siento, una y otra vez, que Tú
me respondes:
no te toca a ti exigir, sino
sembrar,
no te corresponde a ti recoger,
sino abonar,
no mires hacia atrás, pues
quien lo hace,
corre el riesgo de no
construir hacia delante.
¿Levadura yo, Señor?
Y, la impaciencia, me invade,
Jesús, y Tú lo sabes;
cuando me esfuerzo, y no
fructifica mi trabajo,
cuando hablo, y siento que
pocos me escuchan,
cuando cuido tu campo,
y apenas siento un
agradecimiento humano.
¿Levadura yo, Señor?
Lo intentaré por Ti, mi Señor;
porque, bien sé, que Tú eres
el dueño del tiempo,
porque, bien sé, que Tú eres
el Señor de la historia,
porque, bien sé, que Tú vences
sobre el mal y la mentira,
porque, en lo invisible, sé
que Tú sigues vivo y operante.
¿Levadura yo, Señor?
¡Lo intentaré contigo, mi
Señor!
Incluso en medio del combate y
de la desesperanza.
A pesar de las contradicciones
y las resistencias.
Frente al maligno que lo
invade y lo confunde todo,
te prometo, Señor, que
intentaré ser levadura de tu Reino.
Levadura que no se ve, pero
hace crecer el pan de la fraternidad.
Levadura que no se percibe,
pero sazona la dureza de los
corazones.
Levadura que, en justa medida,
haga que, mi mundo, tu mundo
Señor,
sea un oasis de paz, de amor,
de alegría y de fe.
¿Levadura yo, Señor?
Dame un poco de tiempo.
Dame un poco de tu fuerza.
Dame un poco de tu Espíritu.
Dame un poco de tu Evangelio…
y sé que llegaré, contigo,
donde haga falta.
Amén.
P. Javier Leoz
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