Señor, Tú sabes que mi
vocación es asistir a los enfermos en los momentos de su enfermedad; haz que yo
pueda llegar a sus corazones para acercarlos cada día más a ti.
Tú que has tenido
piedad por todo sufrimiento humano, haz fuerte mi espíritu, seguro mi brazo al
curar a los enfermos, auxiliar a los heridos, a los angustiados y a los
moribundos, pero conserva sensible mi alma al dolor ajeno, delicada mi palabra,
dulce mi trato, paciente mi vela.
Señor, Tú que has
creado la naturaleza humana compuesta de alma y cuerpo, infúndeme respeto por
la una y por el otro, enséñame a consolar el alma afligida curando el cuerpo
enfermo.
Tú que has dicho que
es hecho a ti el bien prodigado a los que sufren, haz que te vea a ti en ellos
y a ellos en ti.
Señor, Tú que has
prometido no dejar sin premio ni siquiera un vaso de agua dado con amor,
guárdame la recompensa que sólo tú puedes dar a mi trabajo, que quiero cumplir
con piedad y amor.
Y tú, María,
consoladora de los afligidos y salud de los enfermos, sé también para mí,
maestra de sabiduría y madre benigna.
Amén.
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