Por: Martín Zavala
Pregunta un lector:
Hola Martín: La Iglesia Católica
está mal porque dice que Cristo está presente en la Eucaristía pero eso no es
cierto, solamente es un símbolo. Te aseguro que si yo llevo una hostia
consagrada y la examino en un microscopio no voy a ver a Jesucristo. Además, la
Biblia dice que hay un solo sacrificio y no muchos. No hacen falta misas...
Respuesta
Saludos hermano. Por tu comentario
seguramente que no eres católico. Gracias por tu e-mail y respondo a tus
comentarios.
1.- Presencia Real de Jesucristo: Cuerpo y Sangre.
Cuando los católicos creemos en
algo no es porque a alguien se le haya ocurrido sino porque seguramente tiene
una fuerte fundamentación en la Biblia y en la Tradición apostólica. En este
caso la «presencia real de Jesucristo» en el Pan y Vino consagrado es un hecho
que la Palabra de Dios nos muestra claramente. Leamos lo que Jesucristo dice:
«Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y
murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para
siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.» Jn 6,48-51
Esas son las palabras de Jesús en
todas las Biblias del mundo: el Pan que yo les daré ES MI CARNE.
Palabras textuales de Nuestro Señor. Ante este texto bíblico que es tan claro
hay muchos hermanos evangélicos y otros que dicen que no es algo real, sino que
Jesucristo estaba hablando simbólicamente.
Para comprobar que esto no era nada
simbólico sino algo real, lo mejor no es dar nuestra opinión, sino dejar que la
Biblia hable por sí misma y nos muestre cuál fue la reacción de las personas
que estaban alrededor de Jesús cuando dijo esas palabras. Veámoslo en el
siguiente punto:
2.- Los tres niveles de fe: judíos, protestantes, católicos.
El primer grupo que encontramos es
el de los judíos reaccionando de esta manera:
«Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a
comer su carne?» Jesús les dijo: «En verdad, en verdad les digo: si no comen la
carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no viven de verdad.El que come
mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come
mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él».
Jn 6,52-56
Si leyó usted atentamente, notará
que la reacción de los judíos es de una gran incredulidad. Era normal, porque al
oír las palabras de Jesús las entendieron literalmente como las oyeron.
Jesucristo estaba hablando de comer su carne y beber su sangre. s como el
primer nivel de Fe ante las palabras de Jesucristo. Nada de simbólico como hoy
en día lo dicen muchos. Tan real que por eso reaccionaron así. Para que les
quedara claro que era algo real, Jesús les repitió a ellos cuatro veces la
necesidad de comer su carne y beber su sangre.
El segundo grupo de diferente
reacción es el siguiente:
«Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje.
¿Quién puede escucharlo?» Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos
murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando vean al Hijo
del hombre subir adonde estaba antes?...«El espíritu es el que da vida; la
carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y son
vida.«Pero hay entre ustedes algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el
principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y decía: «Por esto les he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede
el Padre.» Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y dejaron
de seguirle.
Jn 6,60-66
Qué tremendo es lo que nos dice la
Biblia. Muchos de sus discípulos inmediatamente reaccionan diciendo que no, que
esas palabras que Jesús había dicho sobre comer su carne y beber su sangre era
«muy duras». Claro. Era algo real.
Nota mi querido hermano que este
segundo grupo no era de judíos sino de discípulos de Jesús. Es decir, eran
creyentes que habían aceptado antes las palabras de Jesús; creyentes que amaban
a Dios y reconocían a Jesús como el Mesías; creyentes que ya habían oído antes
de las promesas y exigencias del Reino; creyentes... sí, creyentes pero hasta
un cierto nivel.
Para esos «discípulos» todo iba
bien hasta que oyeron a Jesucristo hablar sobre «comer su carne y beber su
sangre». Discípulos, pero a partir de ese momento, nos dice la Biblia en el
verso 66, «se volvieron atrás y dejaron de seguirle».
Si es tremenda su reacción de
rechazo a esas palabras de Jesús, más tremenda es la reacción de Jesucristo
cuando ve que muchos de sus discípulos deciden abandonarlo por esas palabras.
Léalo usted en su propia Biblia, en cualquier idioma y en cualquier versión.
¿Sabe qué hizo Jesús?: NADA.
No hizo nada y dejó tranquilamente
que se marcharan. Como diciendo: «Si van a estar conmigo acepten mis palabras:
"es mi cuerpo y es mi sangre", por más duras que sean, si no aceptan,
váyanse» ... y los dejó ir.
Sin duda que esos discípulos son muy parecidos a muchos protestantes de hoy en día que aman y siguen a Jesús, pero al llegar a la presencia real, deciden no seguirle hasta ese nivel.
Pasemos rápidamente a ver el tercer
grupo que nos muestra otro tipo de reacción y de nivel de Fe:
«Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren marcharse?»
Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Hijo de Dios.»
Jn 6,67-69
Qué maravilloso e increíble es Nuestro
Señor Jesucristo. Después de que se le van muchos, voltea, mira a los
Apóstoles, que sin deberla ni temerla lo ven y les suelta la pregunta: ¿También
ustedes quieren marcharse?
Lo hizo así porque Jesús aprovechó
la ocasión para definir de una vez por todas quién iba a aceptar realmente sus
palabras. Aun corriendo el riesgo de que algunos de sus apóstoles también se le
fueran, lo hizo. Sus palabras: «comer mi carne y beber su sangre» eran tan
reales e importantes que no se podía «negociar» con ello. Nuestro Señor las
pondrá como condición para ser un auténtico discípulo al 100%.
Además, hay que resaltar que la reacción de ellos no es en grupo, como los judíos, ni como los que lo abandonaron. No. Aunque Jesús les pregunta a los doce, la respuesta es sólo de uno, representando a los doce: Pedro tomó la palabra y dio un SÍ personal y eclesial: «Tú tienes palabras de vida eterna».
¿Casualidad? No. Pedro, el primer
Papa, la cabeza visible de la Iglesia; el pastor que Jesús nos dejaría, acepta
las palabras de Jesús tal como son.
Igualmente nosotros, católicos con
una fe personal y unidos al sucesor de Pedro, tenemos el regalo de llegar al
tercer nivel de fe. De ahí en adelante los católicos aceptaremos siempre las
palabras de Jesús tal como son: «Comer mi carne, beber mi sangre».
3.- El Mandato de Jesús: Hagan esto en Memoria mía.
Veamos ahora cómo las palabras de
Jesús no serían solamente para ese tiempo, sino un mandato para que los
Apóstoles y sus sucesores lo hicieran por siempre:
«Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se los dio diciendo:
Este es mi cuerpo que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía.»
Lc 22,19
Así que mi estimado hermano, la
razón del por qué celebramos en la Iglesia Católica la Eucaristía es porque
simplemente se trata de un mandato de Jesús.
4.- Actualizando el único sacrificio de Jesús en la cruz.
Además, cuando celebramos la Misa,
no estamos pensando en ofrecer a Jesucristo varias veces repitiendo su
sacrificio, como las sectas piensan. No. Lo que nosotros pensamos es en «hacer
presente el único e irrepetible sacrificio de Nuestro Señor». Tal como él lo
dijo: «Hagan esto en memoria mía».Por eso, años después, el Apóstol Pablo dirá:
«Porque yo recibí del Señor lo que les he transmitido: que el Señor
Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo
partió y dijo: «Este es mi cuerpo que será entregado por ustedes; hagan esto en
memoria mía.» Asimismo tomó la copa diciendo: «Esta copa es la sangre de la
Nueva Alianza. Cuantas veces la beban, hagan esto en memoria mía.»
1 Cor 11,23-25
Más que un simple recuerdo o una
repetición, para el Apóstol San Pablo y para nosotros, es un «hacer presente»
la alianza que con su sangre selló nuestro Señor.
5.- Tan real, que tiene consecuencias reales.
Si al llegar a este punto todavía
hubiera alguien que dude que se está hablando de «cuerpo y sangre» como algo
real, veamos cuál es la conclusión del Apóstol en su discurso eucarístico:
«Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente,
será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y
coma así el pan y beba de la copa. Pues quien, sin examinar su conciencia come
y bebe el Cuerpo, come y bebe su propia condenación».
1 Cor 11,28
Tan real es el «cuerpo y sangre»
para el Apóstol Pablo, que recibirlo indignamente es comer su propia
condenación. Cuando alguien maltrata una foto de un artista no hay castigo,
pero cuando es a la persona real sí que lo hay.
Pablo lo está diciendo así,
precisamente: como algo real.
6.- Ni con Microscopio, ni con Telescopio.
Un último aspecto que te quiero
comentar, es que cuando nos escribiste me decías que si tú llevabas una hostia
consagrada a un microscopio no ibas a ver a Jesucristo. Te respondo que si la
llevas a un microscopio allí no verás a Jesús, pero si tomas un telescopio y
miras al cielo, allí tampoco verás a Dios. Te pareces a uno de los primeros
astronautas que fue a la luna y en tono de burla dijo: Fui al cielo y no mire a
Dios.
Definitivamente olvidaste algo
fundamental: A Dios no se le ve con los ojos físicos en el microscopio ni en el
telescopio. A Dios se le encuentra con los ojos de la Fe, pues como el Apóstol
Pablo dijo: «Nosotros andamos por Fe y no por vista» Rom 8,24-25 y creo que en
ese aspecto no andas muy bien que digamos.
Ni modo. Como muchas veces dijo
Jesucristo: «Que entienda, el que pueda».
De nuestra parte seguimos unidos al
Apóstol Pedro aceptando el «cuerpo y la sangre de Jesucristo» y diciendo a
Jesús:
«Señor, tú tienes palabra de vida eterna».
Y seguiremos Celebrando la
Eucaristía con gozo:
«Hasta que vuelva».
1 Cor 11,28
Dios te bendiga e ilumine tu mente
y corazón.
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