Señor, que suba hoy hasta Ti una súplica que es la ilusión de mi vida. Concédeme la gracia de que algún día llegue a ser la madre de un sacerdote.
Conozco que tus designios son impenetrables, que tienes predestinados a tus escogidos; a ello me someto humildemente. Sin embargo, recibe mi súplica. Hoy me atrevo a pedirte que un hijo mío continúe tu obra redentora en la tierra, perdone los pecados en tu nombre, pueda tenerte en sus manos y darte a las almas; bautice a niños y a adultos paganos, abra la puerta del cielo a los moribundos. Sea gota de rocío celestial sobre este mundo atormentado, sea otro Cristo.
No rechaces este sueño que nunca me abandona. Es visión divina que llena mi alma de inefable dulzura. La visión de un hombre levantando a su Dios en el altar, de un hombre que llevaría mis facciones, de un hijo que Tú me habrías dado, de un sacerdote que yo te habría devuelto.
Todo por Ti, aun cuando para esto tuviera que estrujar mi corazón de madre.
Señor, te lo pido por María, madre del primer sacerdote.
Amén.
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