viernes, 31 de marzo de 2017

Protege a tus hijos de la pornografía


Protege a tus hijos de la pornografía, hablando con ellos.

Los padres deben hablar con los niños sobre este asunto mucho antes de que el mundo les muestre la primera imagen pornográfica. Tristemente esto ocurre muchos años antes de la adolescencia.

María Josie Hernández Cabrera nos dice:

Recientemente tuve la fortuna de estar en el Encuentro Mundial de las Familias celebrado en la ciudad de Filadelfia, en Estados Unidos. Uno de los eventos a los que asistí, donde participaron reconocidos conferencistas internacionales, fue un panel de discusión en el que se trataron temas de gran relevancia como el de los efectos negativos de la pornografía.

Matt Fradd, uno de los panelistas dedicado desde hace muchos años a investigar y hablar sobre el tema, insistía en la importancia de que los padres hablen con los niños sobre este asunto. Es vital que lo hagan mucho antes de que el mundo (los compañeros de clase, algún conocido o un aparato electrónico) les muestre la primera imagen pornográfica, sin saber qué hacer ante ella.

    ¡No esperes ni un día más!

La mayoría de los padres imaginamos tener este tipo de conversación cuando nuestros hijos han alcanzado la adolescencia. Tristemente, la realidad nos muestra que los niños están expuestos a estas imágenes tan dañinas, desde una edad muy temprana.

Déjame contarte una historia: cuando Gerardo tenía 7 años, sus primos le mostraron una revista pornográfica. Después de ese impacto inicial, comenzó a sentir un desmedido interés por buscar más imágenes de ese tipo, a pesar de que no tenía ningún conocimiento sobre lo que eran las relaciones sexuales. Esa necesidad satisfecha por el Internet, lo llevó poco a poco a una adicción que trató de combatir inútilmente por décadas.

Casos de niños como Gerardo, llevaron a la organización Porn Proof Kids (Niños a Prueba de Pornografía) a publicar un libro llamado "Buenas Fotografías, Malas Fotografías" para ayudar a los padres a abrir la puerta a esta importante conversación con sus hijos.

Basándome en esta maravillosa publicación, te comparto cinco preguntas y respuestas que sugiere el libro para empezar a hablar de pornografía a tus niños pequeños.

    1. ¿Qué es la pornografía?

Son imágenes de personas con poca ropa o sin ella, que causan mucho daño a tu cerebro. Al ver estas imágenes puedes experimentar dos sentimientos opuestos al mismo tiempo: una sensación de estar haciendo algo incorrecto y al mismo tiempo, emoción, bienestar y el deseo de ver más, lo que puede convertirse en una adicción.

Lee: Querido hijo, lo que desearía que supieras acerca de la pornografía.

    2. ¿Qué es una adicción?

Una adicción es estar atrapado en un hábito muy malo. Los adictos con frecuencia toman terribles decisiones para sus vidas y mienten para esconder sus adicciones.

    3. ¿Qué es mi centro de atracción?

Es una parte de tu cerebro muy poderosa que tiene una función importantísima: hacer que una mamá y un papá se enamoren y juntos formen una familia. Sin embargo, la pornografía puede engañar a tu cerebro y hacer que tu centro de atracción se active antes de tiempo, cuando todavía no estás listo para experimentar esas sensaciones. Esto hará que la parte pensante de tu cerebro pierda la capacidad para controlarlas. Esta es la razón por la cual debemos mantenernos alejados de la pornografía.

    4. ¿Cómo puedo convertirme en un adicto?

Los recuerdos de imágenes pornográficas, pueden convertirse en un deseo intenso de ver más fotografías o videos. El cerebro, sin embargo, se aburre pronto. Una adicción comienza cuando la gente busca pornografía nueva y más intensa para poder estimular su centro de atracción.

Relee: Niños pequeños y pornografía: sí, en la misma frase.

    5. ¿Qué puedo hacer?

Lo mejor que puedes hacer es mantenerte siempre alejado de la pornografía, pero si alguna vez te ves frente a una de estas imágenes, necesitas un plan de acción para evitar caer en una adicción. El plan puede ser este: ¡El plan Can Do! (¡Puedo hacerlo!)

¡Estos son los pasos a seguir de la técnica que el libro llama: Can Do!:

1-      Cerrar los ojos, inmediatamente
2-      Avisar a un adulto de confianza
3-      Nombrar eso que estoy viendo: ¡Eso es pornografía! ¡Esa imagen me hace daño!
4-      Distraerme con algo diferente: salir a jugar, pasear al perro, leer un buen libro, hacer ejercicio.... 

Ordenar a la parte pensante de mi cerebro que tome el control. Decirle a la parte sensible que a pesar de la curiosidad que esta imagen me causa, elijo por mi bien decir no a la pornografía.

Como padres debemos recordar que la adicción no es el único peligro de la pornografía, el consumo de ésta lleva a las personas a ver a los demás como objetos de auto gratificación y al sexo como una diversión violenta. Esto puede resultar en disfunciones sexuales, relaciones personales nocivas, fracasos matrimoniales y un sin número de problemas psicológicos, emocionales, afectivos y espirituales. La pornografía está ahora al alcance de cualquier niño que toma el celular de mamá para ver caricaturas o entretenerse con videojuegos.


¡Debemos actuar ahora! Mañana podría ser demasiado tarde.

miércoles, 29 de marzo de 2017

Oración de donación de sí mismo al Espíritu Santo


Oh Espíritu Santo, Alma de mi alma, Os adoro, Os amo, Os alabo, Os doy gracias. Iluminadme, guiadme, fortalecedme, consoladme. Inspiradme lo que debo hacer, y madadme que lo haga. Prometo ser sumiso a todo lo que Vos permitáis que me pase, solamente enseñadme Vuestra santa voluntad y llenadme con Vuestra gracia, fortaleza y amor, para no rehusaros nada, no importa qué difícil sea.
Me abandono enteramente a Vos. Fortaleced mi voluntad para llevar a cabo todas mis resoluciones, y dadme la gracia de la perseverancia.

Enseñadme como rezar. Concededme la gracia de rezar con confianza ilimitada de ser escuchado, de acuerdo a la santa voluntad de Dios.

Dadme verdadera humildad de corazón. Aumentad y fortaleced mi fe en la Presencia Real de Jesús en la Sagrada Eucaristía. Hacedme un ardiente adorador y amador de Jesús en el Santísimo Sacramento.

Fortaleced mi amor y confianza en Nuestra Santísima Madre. Espíritu Santo, Os ofrezco el Corazón amoroso de Jesús en reparación por todas mis ofensas y negligencias.

Me consagro sin reservas a Vos. Pongo toda mi confianza en Vos. Ayudadme a haceros mejor conocido y amado por todo el mundo. Dadme un celo intenso por la salvación de las almas, para consolar a Jesús.

Amén.

martes, 28 de marzo de 2017

Y Dios creó al Catequista


Cuando Dios creó el mundo, un día antes de darlo por terminado, Dios encomendó a sus ángeles la tarea de recorrer de nuevo el mundo y ver si faltaba algo por hacer. Un ángel llamado Juan, le contestó: “Señor, mil veces nos has enviado a ver si faltaba algo, ya te hemos dicho que todo quedó muy bien.” Y Dios se fue a dormir.

A la mañana siguiente, Dios madrugó más de lo normal, y aún en pijama se asomó a la ventana y vio que el hombre estaba talando bosques, matando focas, robando a sus empleados, e inventando armas para pelear por el petróleo, antes aún de descubrirlo. Dios mandó a sus ángeles bajar a la tierra a indagar que había hecho mal y corregirlo.

Muchos días después, los ángeles subieron a Su presencia:

“Señor, te tenemos que dar una mal noticia. Toda tu obra ha quedado perfecta salvo una cosa: el corazón del hombre se rasga con cada palabra que pronuncian otros hombres, y en cada grieta se cuelan unos sentimientos extraños que Tú no creaste y que el hombre mismo les ha puesto nombre: odio, celos, rencores, ambición...”

“Nosotros hemos cerrado sus heridas con Tus palabras y con Tus sentimientos, pero no basta con cerrarlas una vez; se vuelven a abrir continuamente, el corazón del hombre te ha quedado algo olvidadizo y frágil. Habría que estar todo el día a su lado.”

Un ángel propuso: “Sólo cabe una solución, has de destruirlo y volverlo a crear de nuevo, mejorando su corazón; el de los elefantes te quedó muy bien, podrías copiárselo.”

Dios contestó: “No sería mala idea si no les hubiese cogido ya tanto cariño, y hasta tengo escogido de entre ellos algunos para grandes misiones. Creo que es mejor solución la que dijiste antes: que haya ángeles en medio de ellos, constantemente cerca, para cerrar sus heridas y sanarles el corazón y para hablarles de Mí y de nuestro proyecto común, a todas horas, en toda ocasión, a tiempo y a destiempo. Id todos, ¡Quedáis sin trabajo en el cielo!

Cada catequista es un ángel en la tierra. Dios mismo trabaja con ustedes. Gracias por su labor.

Camino diario a la felicidad



ORAR: Es el poder más grande sobre la Tierra.

AMAR: Es el privilegio que Dios nos ha dado.

LEER: Es la fuente de la sabiduría.

AMISTAD: Es el camino de la felicidad.

DAR: Es la forma de recibir.

DIVERTIRSE: Es el secreto de la eterna juventud.


REÍR: Es la música del alma.

Con María y la soledad de Jesús Sacramentado



Madre, hoy he venido a visitar a tu Hijo en el Sagrario, pero siento que no soy hoy la mejor compañía. Mi corazón está triste, con una tristeza pesada y gris que, como humo denso, tiñe mis afectos y mis sueños. Siento una gran soledad, no porque Jesús o tu, Madre querida, se hayan alejado de mí, sino que soy yo la que no logra hallarlos.

- Soledad, hija, soledad... Bien comprendemos esa palabra mi Hijo y yo... soledad. Ven, entra con tu corazón al Sagrario y conversaremos un poco. Sé bien que lo necesitas.

- Gracias, María, gracias. Yo sabía, en lo más íntimo del alma, en ese pequeño rinconcito iluminado y eterno donde la tristeza no llega, allí, sabía que podía contar contigo.

Y mi corazón, lento y pesado por mis pecados y olvidos, se va acercando al Sagrario.

Tú estás a la puerta y me abres. ¡Qué deliciosos perfumes percibe el alma cuando está cerca de ti!
Con gran sorpresa veo que, por dentro, el Sagrario es muchísimo más grande de lo que parece y hay allí demasiados asientos desocupados, demasiados...
Me llevas a un sitio, un lugar inundado de toda la paz que anhela mi alma. Noto que tiene mi nombre, ¡Oh Dios mío, mi nombre! Me duele el corazón al pensar cuánto tiempo lo he dejado vacío.

- Cuéntame, ahora, de tu soledad- me pides, Madre mía.

Pero ni una palabra se atreve a salir de mi boca. Por el bello y sereno recinto del Sagrario, Jesús camina, mirando uno a uno los sitios vacíos... Solo el más inmenso amor puede soportar la más inmensa soledad.
Inmensa soledad que es larga suma de tantas ausencias. Y cada ausencia tiene un nombre y sé, tristemente, que el mío también suma.
Entonces tu voz, María, me ilumina el alma:

- El Sagrario es demasiado pequeño para tanta soledad. Tú no puedes hacer más grande el Sagrario, pero sí puedes hacer más pequeña su soledad.

Tus ojos están llenos de lágrimas y le miras a Él con un amor tan grande como jamás vi.

- Hija, ¡Si supieras cuánto eres amada! ¡Si supieras cuánto eres esperada! Cada día, cada minuto, el Amor aguarda tus pasos, acercándose, tu corazón, amándole, tu compañía, que hace más soportable tanta espera.

Siento una dolorosa vergüenza por mis quejas. Cada Sagrario, en su interior, es como todos los Sagrarios del mundo juntos. Miro a mi alrededor y veo a muchas personas. Son todos los que, en este momento, en todo el mundo, están acompañando a Jesús Sacramentado.

Cada uno con su cruz de dolor, tristeza, soledad, vacíos, traiciones. Y Jesús repite, para cada uno de ellos, las palabras de la Escritura “Vengan a Mí cuando estén cansados y agobiados, que Yo los aliviaré” Mt 11,28.

Y me quedo a tu lado, en mi sitio, Madre, esperando a Jesús que se acerca. Me tomo fuerte de tu mano, para no caerme, para no decir nada torpe e inoportuno, muy habitual en mi. Y allí me quedo, y el Maestro sigue acercándose, y el perfume envuelve al alma y ahuyenta los grises humos de mis penas.
Entonces, escucho en el alma tus palabras, Madre:

- Ahora, ve a confesarte.

Sin preguntar nada, sin saber cómo terminará este encuentro, te hago caso Madre. Me quedo cerca del confesionario, aunque aún no ha llegado el sacerdote y la misa está por comenzar. Pero si tú lo dices, Madre, seguro lo hallaré. En ese momento llega el sacerdote. Como él no daba la misa, sino el obispo, tuve tiempo de prepararme bien para mi confesión, que me dejó el alma tranquila y sin la pesada carga de mis pecados...

Me quedo pensando en Jesús, que venía a acercándose a mí, en el Sagrario. Pero allí me doy cuenta de tu gesto, Madre querida. Tu me ofrecías algo más. Tú me ofrecías el abrazo real y concreto de Jesús en la Eucaristía, y para que mi alma estuviera en estado de gracia para responder a ese abrazo, me pediste que fuera a confesarme.

¡Gracias Madre! Gracias por amarme y cuidarme tanto... ¡Qué hermosa manera de terminar este encuentro con Jesús! ¡Con su abrazo real, bajo la forma del Pan!

La misa ha comenzado. Siento que la soledad del Sagrario es un poquito más pequeña, no mucho, pero sí más pequeña... Y si mi compañía alivió su soledad, seguro que la tuya, amigo que lees estas líneas, también la aliviará. Y si invitas a un amigo a hacerle compañía... ¡Oh, cuanto podemos hacer disminuir la soledad de Jesús en el Sagrario!¡Cuánto puede Él, en su infinita Misericordia, colmar nuestras almas de paz!

Hay un sitio en el Sagrario que tiene tu nombre y toda la paz que ansías... y Jesús te espera, diciéndote “Ven a Mí, cuando estés cansado y agobiado, que Yo te aliviaré”

Amig@, nos encontramos en el Sagrario.



NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."

Autora: María Susana Ratero

viernes, 24 de marzo de 2017

Guardemos con prudencia y vigilancia nuestra fe


Del Catecismo de la Iglesia Católica

(2087) Nuestra vida moral tiene su Fuente en Dios que nos revela su amor. San Pablo habla de la “obediencia a la fe” (Rm 1:5), como de la primera obligación. Hace ver en el “desconocimiento de Dios”, el principio y la explicación de todas las desviaciones morales, 
(Rm 1: 18-32). Nuestro deber para con Dios es creer en Él y dar testimonio de Él.

(2088) El primer mandamiento nos pide que alimentemos y guardemos con prudencia y vigilancia nuestra fe y que rechacemos todo lo que se opone a ella. Hay diversas formas de pecar contra la fe:

- La duda voluntaria respecto a la fe descuida o rechaza tener por verdadero lo que Dios ha revelado y la Iglesia propone creer.

- La duda involuntaria designa la vacilación en creer, la dificultad de superar las objeciones con respecto a la fe o también la ansiedad suscitada por la oscuridad de ésta. SI LA DUDA SE FOMENTA DELIBERADAMENTE, PUEDE CONDUCIR A LA CEGUERA ESPIRITUAL.

(2089) La incredulidad, es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento.

. Se llama herejía a la negación pertinaz (obstinado, terco), después de recibido el bautismo de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma.

. Apostasía es el rechazo total de la fe cristiana.

. Cisma es el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice, o de la comunión de la Iglesia a él sometidos.

viernes, 17 de marzo de 2017

Acto de ofrenda al amor misericordioso, de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz


Ofrenda de mí misma como víctima de holocausto al amor misericordioso de Dios

¡Oh Dios mío, Trinidad santa! Yo quiero amarte y hacerte amar y trabajar por la glorificación de la santa Iglesia, salvando las almas que están en la tierra y liberando a las que sufren en el purgatorio. Deseo cumplir perfectamente Tu voluntad y alcanzar el grado de gloria que Tú me has preparado en tu reino. En una palabra, quiero ser santa. Pero siento mi impotencia y te pido, Dios mío, que seas Tú mismo mi santidad.

Ya que me has amado hasta darme a tu Hijo único para que fuese mi Salvador y mi Esposo, los tesoros infinitos de sus méritos son míos; te los ofrezco gustosa, y te suplico que no me mires sino a través de la faz de Jesús y en su Corazón abrasado de amor.

Te ofrezco también todos los méritos de los santos (de los que están en el cielo y de los que están en la tierra), sus actos de amor y los de los santos ángeles. Y, por último, te ofrezco, ¡Oh Santa Trinidad! el amor y los méritos de la Santísima Virgen, mi Madre querida; a ella le confío mi ofrenda, pidiéndole que te la presente. Su divino Hijo, mi Esposo amadísimo, en los días de su vida mortal nos dijo: «Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá». Por eso estoy segura de que escucharás mis deseos. Lo sé, Dios mío, cuanto más quieres dar, tanto más haces desear. Siento en mi corazón deseos inmensos y te pido, confiadamente, que vengas a tomar posesión de mi alma. ¡Ay !, No puedo recibir la Sagrada Comunión con la frecuencia que deseo, pero, Señor, ¿No eres Tú todopoderoso? Quédate en mí como en el Sagrario, no te alejes nunca de tu pequeña hostia…

Quisiera consolarte de la ingratitud de los malos y te suplico que me quites la libertad de desagradarte. Y si por debilidad caigo alguna vez, que tu mirada divina purifique enseguida mi alma, consumiendo todas mis imperfecciones, como el fuego que todo lo transforma en sí…

Te doy gracias, Dios mío, por todos los beneficios que me has concedido y, en especial, por haberme hecho pasar por el crisol del sufrimiento. En el último día te contemplaré llena de gozo llevando el cetro de la Cruz. Ya que te has dignado darme como lote esta cruz tan preciosa, espero parecerme a ti en el cielo y ver brillar en mi cuerpo glorificado los sagrados estigmas de tu Pasión…

Después del destierro de la tierra, espero ir a gozar de ti en la patria, pero no quiero acumular méritos para el cielo, quiero trabajar sólo por tu amor, con el único fin de agradarte, de consolar a tu sagrado Corazón y de salvar almas que te amen eternamente.

En la tarde de esta vida compareceré delante de ti con las manos vacías, pues no te pido, Señor, que lleves cuenta de mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos. Por eso, yo quiero revestirme de tu propia Justicia y recibir de tu Amor la posesión eterna de Ti mismo. No quiero otro trono ni otra corona que Tú mismo, Amado mío…

A tus ojos el tiempo no es nada y un solo día es como mil años. Tú puedes, pues, prepararme en un instante para comparecer delante de Tí…

A fin de vivir en un acto de perfecto amor, yo me ofrezco como víctima de holocausto a tu Amor misericordioso y te suplico que me consumas sin cesar, haciendo que se desborden sobre mi alma las olas de ternura infinita que se encierran en ti y que, de esa manera, llegue yo a ser mártir de tu amor, Dios mío…

Que este martirio, después de haberme preparado para comparecer delante de Tí, me haga, por fin, morir y que mi alma se lance sin demora al eterno abrazo de tu amor misericordioso.

Quiero, Amado mío, renovarte esta ofrenda con cada latido de mi corazón y un número infinito de veces, hasta que las sombras se desvanezcan y pueda yo decirte mi amor en un cara a cara eterno…



María Francisca Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, rel. carm. ind. Fiesta de la Santísima Trinidad. El 9 de junio del año de gracia 1895.

Los doce grados del Silencio Interior


La vida interior podría consistir en esta sola palabra

¡Silencio! El silencio prepara los santos; él los comienza, los continúa y, los acaba. Dios, que es eterno, no dice más que una sola palabra, que es el Verbo. Del mismo modo, sería deseable que todas nuestras palabras digan Jesús directa o indirectamente. Esta palabra: silencio ¡cuán hermosa es!

1. Hablar poco a las creaturas y mucho a Dios

Este es el primer paso, pero indispensable, en las vías solitarias del silencio. En esta escuela es donde se enseñan los elementos que disponen a la unión divina. Aquí el alma estudia v profundiza esta virtud, en el espíritu del Evangelio, en el espíritu de la Regla que abrazó, respetando los lugares consagrados las personas, y sobre todo esta lengua en que tan a menudo descansa el Verbo o la Palabra del Padre, el Verbo hecho carne. Silencio al mundo, silencio a las noticias, silencio con las almas más justas: la voz de un Àngel turbó a María...

2. Silencio en el trabajo, en los movimientos

Silencio en el porte, silencio de los ojos, de tos oídos, de la voz; silencio de todo el ser exterior, que prepara al alma a pasar a Dios. El alma merece tanto como puede, por estos primeros esfuerzos en escuchar la voz del Señor. ¡Qué bien recompensado es este primer paso!

Dios la llama al desierto, y por eso.; en este segundo estado, el alma aparta todo lo que podría distraerla; se aleja del ruido, y huye sola hacia Aquél que solo es. Allí ella saboreará las primicias de la unión divina y el celo de su Dios. Es el silencio del recogimiento, o el recogimiento en el silencio.

3. Silencio de la imaginación

Esta facultad es la primera en llamar a la puerta cerrada, del jardín del Esposo; con ella vienen las emociones ajenas, las vagas impresiones, las tristezas. Pero en este lugar retirado, el alma dará al Bien Amado pruebas de su amor. Presentará a esta potencia, que no puede ser destruida, las bellezas del cielo, los encantos de su Señor, las escenas del Calvario, las perfecciones de su Dios. Entonces, también ella permanecerá en el silencio, y será la sirvienta silenciosa del Amor divino.

4. Silencio de la memoria

Silencio al pasado... olvido. Hay que saturar esta facultad con el recuerdo de las misericordias de Dios... Es el agradecimiento en el silencio, es el silencio de la acción de gracias.


5. Silencio a las creaturas

¡Oh, miseria de nuestra condición presente! A menudo el alma, atenta a sí misma, se sorprende conversando interiormente con las creaturas, respondiendo en su nombre. ¡Oh, humillación que hizo gemir a los santos! En ese momento esta alma debe retirarse dulcemente a las más íntimas profundidades de este lugar escondido, donde descansa la Majestad inaccesible del Santo de los santos, y donde Jesús, su consolador v su Dios, se descubrirá a ella, le revelará sus secretos, v le hará probar la bienaventuranza futura. Entonces le dará un amargo disgusto para todo lo que no es El, y todo lo que es de la tierra. dejará poco a poco de distraerla.

6. Silencio del corazón

Si la lengua está muda, si los sentidos se encuentran en la calma, si la imaginación, la memoria y las creaturas se callan y hacen silencio, si no alrededor, si al menos en lo íntimo de esta alma de esposa, el corazón hará poco ruido. Silencio de los afectos, de las antipatías, silencio de los deseos en lo que tienen de demasiado ardiente, silencio del celo en lo que tiene de indiscreto; silencio del fervor en lo que tiene de exagerado: silencio hasta en los suspiros... Silencio del amor en lo que tiene de exaltado, no de esa exaltación de que Dios es autor, sino de aquella en que se mezcla la naturaleza. El silencio del amor, es el amor en el silencio...

Es el silencio ante Dios, suma belleza, bondad, perfección... Silencio que no tiene nada de molesto, de forzado; este silencio no daña a la ternura, al vigor de este amor, de modo semejante a como el reconocimiento de las faltas no daña tampoco al silencio de la humildad, ni el batir de las alas de los ángeles de que habla el profeta al silencio de su obediencia, ni el “Fiat” al silencio de Getsemaní, ni el Sanctus eterno al silencio de los serafines...

Un corazón en el silencio es un corazón de virgen, es una melodía para el corazón de Dios. La lámpara se consume sin ruido ante el Sagrario, y el incienso sube en silencio hasta el trono del Salvador: así es el silencio del amor. En los grados precedentes, el silencio era todavía la queja de la tierra; en éste el alma, a causa de su pureza, empieza a aprender la primera nota de este cántico sagrado que es el cántico de los cielos.


7. Silencio de la naturaleza, del amor propio

Silencio a la vista de la propia corrupción, de la propia incapacidad. Silencio del alma que se complace en su bajeza. Silencio a las alabanzas, a la estima. Silencio ante los desprecios, las preferencias, las murmuraciones; es el silencio de la dulzura y de la humildad. Silencio de la naturaleza ante las alegrías o los placeres. La flor se abre en silencio y su perfume alaba en silencio al creador: el alma interior debe hacer lo mismo. Silencio de la naturaleza en la pena o en la contradicción. Silencio en los ayunos, en las vigilias, en las fatigas, en el frío y el calor. Silencio en la salud, en la enfermedad, en la privación de todas las cosas: es el silencio elocuente de la verdadera pobreza y de la penitencia; es el silencio tan amable de la muerte a todo lo creado y humano. Es el silencio del yo humano transformándose en el querer divino. Los estremecimientos de la naturaleza no podrían turbar este silencio, porque está por encima de la naturaleza.

8. Silencio del espíritu

Hacer callar los pensamientos inútiles, los pensamientos agradables y naturales; sólo éstos dañan al silencio del espíritu, y, no el pensamiento en sí mismo, que no puede dejar de existir. ¡Nuestro espíritu quiere la verdad, y nosotros le damos la mentira! ¡Ahora bien, la verdad esencial es Dios! ¡Dios basta a su propia inteligencia divina, y no basta a la pobre inteligencia humana!

Por lo que mira a una contemplación de Dios sostenida, inmediata, no es posible en la debilidad de la carne, a no ser que Dios conceda un puro don de su bondad; pero el silencio en los ejercicios propios del espíritu consiste; en relación a la fe, en contentarse con su luz oscura. Silencio a los razonamientos sutiles que debilitan la voluntad v disecan el amor. Silencio en la intención: pureza, simplicidad; silencio a las búsquedas personales; en la meditación, silencio a la curiosidad; en la oración, silencio a las propias operaciones, que no hacen más que obstaculizar la obra de Dios. Silencio al orgullo que se busca en todo, siempre y en todas partes; que quiere lo bello, el bien, lo sublime; es el silencio de la santa simplicidad; del desprendí-miento total de la rectitud.

Un espíritu que combate contra tales enemigos es semejante a esos ángeles que ven sin cesar la Faz de Dios. Esta es la inteligencia, siempre en el silencio, que Dios eleva hasta sí.

9. Silencio del juicio

Silencio cuanto a las personas, silencio cuanto a las cosas. No juzgar, no dejar ver la propia opinión. No tener opinión a veces, es decir, ceder con simplicidad, si nada se opone a ello por prudencia o por caridad. Es el silencio de la bienaventurada. y santa infancia, es el silencio de los perfectos, el silencio de los ángeles y de los arcángeles, cuando siguen las órdenes de Dios. ¡Es el silencio del Verbo encarnado!

10. Silencio de la voluntad

El silencio a los mandamientos, el silencio a las santas leyes de la regia, no es, por decirlo así, más que el silencio exterior de la propia. Voluntad. El Señor tiene algo que enseñarnos de más profundo y de más difícil: el silencio del esclavo bajo los golpes de su amo. Pero ¡feliz esclavo, pues el Amo es Dios! Este silencio es el de la víctima sobre el altar, es el silencio del cordero que es despojado de su vellocino, es el silencio en las tinieblas, silencio que impide pedir la luz, al menos la que alegra. Es el silencio en las angustias del corazón, en los dolores del alma.; el silencio de un alma que se vio favorecida por su Dios, y que, sintiéndose rechazada por El; no pronuncia ni siquiera estas palabras: ¿Por qué? ¿Hasta cuándo? Es el silencio en el abandono, el silencio bajo la severidad de la mirarla de Dios, bajo el peso de su mano divina; el silencio sin otra queja que la del amor. Es el silencio de la crucifixión, es más que el silencio de los mártires, es el silencio de la agonía de Jesucristo. Si, este silencio es su divino silencio, y nada es comparable a su voz, nada resiste a su oración, nada es más digno de Dios que esta clase de alabanza en el dolor, que este “Fiat” en el lagar; que este silencio en el trabajo de la muerte.

Mientras esta voluntad humilde y libre, verdadero holocausto de amor, se destroza v se destruye para la gloria del nombre de Dios, Él la transforma en su voluntad divina. Entonces ¿qué falta para su perfección? ¿Qué se requiere todavía para la unión? ¿Qué falta para que Cristo sea acabado en esta alma? Dos cosas: la primera es el último suspiro del ser humano, la segunda es una dulce atención al Bien Amado cuyo beso divino es la inefable recompensa.

11 Silencio consigo mismo

No hablarse interiormente, no escucharse, no quejarse ni consolarse. En una palabra, callarse consigo mismo, olvidarse así mismo, dejarse solo, completamente solo con Dios; huirse, separarse de sí mismo. Este es el silencio más difícil, y sin embargo es esencial para unirse a Dios tan perfectamente como pueda hacerlo una pobre creatura, que, con la gracia, llega a menudo hasta aquí, pero se detiene en este grado, porque no lo comprende y lo practica menos aún. Es el silencio de la nada. Es más heroico que el silencio de la muerte.

12. Silencio con Dios

Al comienzo Dios decía al alma: "Habla poco a las creaturas y mucho conmigo”. Aquí le dice. "No me hables más”. El silencio con Dios es adherirse a Dios, presentarse y exponerse ante Dios, ofrecerse a Él, aniquilarse ante El, adorarlo, amarlo, escucharlo, oírlo, descansar en Él. Es el silencio de la eternidad; es la unión del alma con Dios.



Por: Sor Amada de Jesús (Carmelita)

sábado, 11 de marzo de 2017

Novena a San José

Oración Inicial de todos los días

Hacer la señal de la cruz.

Santísima Trinidad, Padre Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas un solo Dios verdadero, en quien creo y espero y a quien amo con todo mi corazón. Te doy gracias por haber honrado sobre todos los santos a San José con la dignidad incomparable de padre adoptivo de Jesús, Hijo de Dios, y esposo verdadero de María, Madre de Dios. Ayúdame a honrarle y merecer su protección en vida y en la hora de la muerte.

San José patrón de la Iglesia, jefe de la Sagrada Familia, te elijo por padre y protector en todo peligro y en toda necesidad. Descubre a mi alma la pureza de tu corazón, tu santidad para que la imite y tu amor para agradecerte y corresponderte. Enséñame a orar, tu que eres maestro de oración y alcánzame de Jesús por María la gracia de vivir y morir santamente.  Amén.

Meditación del día correspondiente

Hacer Petición por la cual se ofrece la Novena

Oración Final de todos los días

¡Acuérdate!

¡Acuérdate, Oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío San José que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado tu protección e implorado tu auxilio, haya quedado sin consuelo! Animado con esta confianza, vengo a tu presencia y me recomiendo fervorosamente a tu bondad. No desatiendas mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acógelas propicio y dígnate socorrerme con piedad. Amén.

Meditación de cada día

Día Primero: Fe de San José

La fe es una virtud sobrenatural que nos inclina a creer todo lo que Dios ha revelado y la Iglesia nos propone. Es la virtud sobre la que se apoyan todas las demás virtudes, pues sin ella no participamos de la vida de la gracia. San José creyó con una fe tan viva que sólo la Santísima Virgen pudo aventajarlo. Toda su vida fue verdaderamente una vida de fe, un acto continuo de fe.

Día Segundo: Fervor de San José

El fervor es la prontitud de la voluntad en el servicio de Dios. San José, siervo bueno y fiel, siempre vivió y trabajó por hacer con perfección y diligencia la voluntad de Dios, aunque le ocasionara grandes sacrificios. Los que aman como San José están dispuestos a sacrificar todo cuanto el Señor les pida.

Día Tercero: Amor de San José al prójimo

El amor con que amamos a Dios y el amor con que amamos al prójimo es un solo amor: son dos ramas de una misma raíz porque si al prójimo no le amamos por Dios y con Dios no le amamos con amor verdadero.

El amor de San José a Dios es el mayor que se puede encontrar después de la Virgen María; su amor al prójimo, por tanto, es también el mayor después del de la reina del Cielo.

Día Cuarto: Prudencia de San José

La prudencia es la virtud que dirige todas las cosas a buen fin. Ninguna virtud obra sin que ella le ordene el modo y el tiempo en que debe hacerlo. La prudencia sirvió de guía a san José para llevar a cabo felizmente la misión del Señor de ser custodio de Jesús y esposo de María, a pesar de los grandes trabajos y contradicciones que halló a su paso.

Día Quinto: Fortaleza de San José

La fortaleza es una firmeza de ánimo, una presencia de espíritu, contra todos los males y contrariedades. La vida de San José, después de la de Jesús y María, fue la que mayores contradicciones experimentó; debía ser también varón fuerte. Belén, Nazaret, Egipto, demostraron el heroísmo de la fortaleza del Santo, que sufrió con constancia todos los dolores y trabajos de su vida.

Día Sexto: Pureza de San José

San José fue custodio de Cristo Jesús, y verdadero esposo de la más pura criatura, María Madre de Dios. San José apareció a los ojos de Dios adornado con tanta pureza que el Señor le confió sus más grandes tesoros. Con este ejemplo sublime de pureza. ¿No nos animaremos a ser puros en pensamientos, palabras y obras?

Día Séptimo: Pobreza de San José

Bienaventurados son los pobres de Cristo, que viven desprendidos de los bienes de este mundo y dan a sus hermanos aún de lo preciso. San José tenía ante sí el ejemplo de María y el ejemplo de Jesús, hijo de Dios, que para predicar el desprendimiento y amor a la pobreza se hizo pobre, teniendo por cuna un pesebre en su nacimiento. Vivió pobre San José y dio de su pobreza a los más necesitados.

Día Octavo: Paciencia de San José

Es esta una virtud que nos hace sobrellevar con alegría y paz todos los males de la vida por amor de Dios. Es necesaria la paciencia para alcanzar el cielo; y no hay virtud de más frecuente ejercicio desde que existe el pecado. En la vida de san José hubo muchas penas, pero él padeció con paz, con alegría y completamente resignado a la voluntad de Dios.

Día Noveno: Conformidad de San José con la voluntad de Dios


Todos tenemos absoluta necesidad de esta santa virtud, pues con ella nuestra vida se hace un cielo y sin ella se vuelve un infierno. San José, modelo acabado de todas las virtudes, lo es especialmente de la conformidad con la voluntad de Dios. Toda su vida sembrada de alegrías y de penas, es escogido por Dios Padre para que hiciese sus veces en la Sagrada Familia, asociado a la suerte de Jesús y de María, practicó constantemente esta virtud.

Intenciones de Oración del Santo Padre Para el Año 2017


ENERO

Por la evangelización: Los cristianos al servicio de los desafíos de la humanidad.
Por todos los cristianos, para que, fieles a las enseñanzas del Señor, contribuyan con la oración
y la caridad fraterna, a restablecer la plena comunión eclesial, colaborando para responder a
los desafíos actuales de la humanidad.

FEBRERO

Universal: Acoger a los necesitados.
Por aquellos que están agobiados, especialmente los pobres, los refugiados y los marginados,
para que encuentren acogida y apoyo en nuestras comunidades.
MARZO

Por la evangelización: Ayudar a los cristianos perseguidos.
Por los cristianos perseguidos, para que experimenten el apoyo de toda la Iglesia, por medio
de la oración y de la ayuda material.

ABRIL

Universal: Jóvenes
Por los jóvenes, para que sepan responder con generosidad a su propia vocación;
considerando seriamente también la posibilidad de consagrarse al Señor en el sacerdocio o en
la vida consagrada.

MAYO

Por la evangelización: Cristianos de África, testigos de la paz.
Por los cristianos de África, para que den un testimonio profético de reconciliación, de justicia
y paz, imitando a Jesús Misericordioso.

JUNIO

Universal: Eliminar el comercio de las armas.
Por los responsables de las naciones, para que se comprometan con decisión a poner fin al
comercio de las armas, que causa tantas víctimas inocentes.

JULIO

Por la evangelización: Los alejados de la fe cristiana.
Por nuestros hermanos que se han alejado de la fe, para que, a través de nuestra oración y el
testimonio evangélico, puedan redescubrir la cercanía del Señor misericordioso y la belleza de
la vida cristiana.

AGOSTO

Universal: Por los artistas.
Por los artistas de nuestro tiempo, para que, a través de las obras de su creatividad, nos
ayuden a todos a descubrir la belleza de la creación.

SEPTIEMBRE

Por la evangelización: Parroquias al servicio de la misión.
Por nuestras parroquias, para que, animadas por un espíritu misionero, sean lugares de
transmisión de la fe y testimonio de la caridad.

OCTUBRE

Universal: Derechos de los trabajadores y desempleados.
Por el mundo del trabajo, para que a todos les sean asegurados el respeto y la protección de
sus derechos y se dé a los desempleados la oportunidad de contribuir a la construcción del
bien común.

NOVIEMBRE

Por la evangelización: Testimoniar el Evangelio en Asia.
Por los cristianos de Asia, para que, dando testimonio del Evangelio con sus palabras y obras,
favorezcan el diálogo, la paz y la comprensión mutua, especialmente con aquellos que
pertenecen a otras religiones.

DICIEMBRE

Universal: Por los ancianos.
Por los ancianos, para que, sostenidos por las familias y las comunidades cristianas, colaboren
con su sabiduría y experiencia en la transmisión de la fe y la educación de las nuevas

generaciones.