lunes, 28 de marzo de 2016

¿Por qué rezamos el Regina Coeli y no el Ángelus en tiempo Pascual?



El rezo de la antífona de Regina Coeli fue establecida por el Papa Benedicto XIV en 1742 y reemplaza durante el tiempo pascual, desde la celebración de la resurrección hasta el día de Pentecostés, al rezo del Ángelus cuya meditación se centra en el misterio de la Encarnación. De la misma manera que el Ángelus, el Regina Coeli se reza tres veces al día, al amanecer, al mediodía y al atardecer como una manera de consagrar su día a Dios y la Virgen María. 

No se conoce el autor de esta composición litúrgica que se remonta al siglo XII y era repetido por los Frailes menores Franciscanos después de las completas en la primera mitad del siguiente siglo popularizándola y extendiéndose por todo el mundo cristiano.

La oración:

L: Reina del cielo, alégrate, aleluya.
R: Porque el Señor, a quien has llevado en tu vientre, aleluya. 
L: Ha resucitado según su palabra, aleluya. 
R: Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
L: Goza y alégrate Virgen María, aleluya.
R: Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.

Oremos: Oh Dios, que por la resurrección de Tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a los gozos eternos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen. (Tres veces).

Por: (ACI/EWTN Noticias)


Durante el tiempo pascual, la Iglesia Universal se une en la oración del Regina Coeli o Reina del Cielo por la alegría, junto a la Madre de Dios, por la resurrección de su Hijo Jesucristo, hecho que marca el misterio más grande de la fe católica.

Novena por el Regreso de los Católicos no Practicantes



Oh Buen Pastor que nunca dejas de buscar a los perdidos,
para llamar a casa al extraviado,
para consolar a los que tienen miedo
y para vendar a los heridos.
Te pido que traigas a (menciona los nombres)
de regreso a la práctica de la fe,
y para eliminar todos los obstáculos
que les impidan recibir tu abundante Misericordia,
que fluye sacramentalmente a través del corazón
de Tu santa Iglesia.

A través de la intercesion de María, la Madre de Dios,
su Ángel de la Guarda, su Santo Patrón,
y la siempre devota en sus oraciones, Santa Mónica,
perdone nuestros pecados
y remueva cualquier obstáculo que les impida
la libertad de regresar a casa.
Para Tí, oh Buen Pastor, que nos amaste hasta el final
y Te ofreciste a Tí mismo al Padre para la salvación de todos nosotros,
amén.

De: T. Neal

Nota:
Para las oraciones por el regreso de los Católicos no practicantes deben ser acompañadas también por actos de sacrificio, ayuno y limosna, y deben ser ofrecido en el nombre de ellos.



Vida, Oración y Novena a San José Cupertino para tener éxito en los estudios


San José Cupertino


Carecía de capacidad intelectual al punto de llamarse a sí mismo “Fray Burro”. Sin embargo, lleno de luces sobrenaturales, discurría en profundidad sobre materias teológicas y resolvía intrincados asuntos que se le presentaban.

Creador llama a cada ser humano a la santidad, pero en su sabiduría infinita, lo hace de las más diversas maneras. A unos les pide la soledad de los desiertos, como ermitaños, y a otros los envía a predicar a las muchedumbres. Guarda por toda la vida la inocencia inmaculada de unos, mientras que a otros los hace emerger de una situación de terribles pecados para que, arrepentidos, alcancen la perfección.

Basílica-Santuario de Osimo, Italia:

Pero existe un contraste que llama especialmente la atención: cuando la excelencia de las virtudes florece en un alma poco favorecida en capacidad intelectual. Dios suscitó inteligencias luminosas, como santo Tomás de Aquino o san Agustín, pero, en muestra de su omnipotencia, elevó a un alto grado de santidad también a hombres desprovistos totalmente de capacidades naturales. Uno de estos últimos es san José de Cupertino.

Una vocación difícil de realizar:

El pequeño José vino al mundo el 17 de junio de 1603 en la aldea de Cupertino, no lejos de Otranto, Italia. Su padre, un pobre carpintero, murió antes que naciera el bebé, dejando a la desdichada viuda con seis hijos y cargada de deudas. Insensibles a su dolor, los acreedores la echaron de casa, ya que no tenía medios para pagar el alquiler. La triste mujer se vio reducida a la situación de dar a luz en un establo. Así, desde su nacimiento, la vida de José se asemejaría a la del Salvador, cuyos pasos habría de seguir decididamente.

A pesar de su pobreza, la madre pudo llevar a José a una escuela, donde a los ochos años tuvo el primero de sus numerosos éxtasis. Sus compañeros, sin comprender la razón de verlo parado y con la mirada perdida, le pusieron el jocoso mote de “Boccaperta” (boca abierta).

Cuando creció un poco más, empezó a trabajar como aprendiz de zapatero. Sin embargo, ya sentía la vocación religiosa, y al cumplir 17 años trató de ser admitido en un convento capuchino. Para tristeza suya, fue rechazado a causa de su ignorancia. No se dejó abatir, y a costa de gran insistencia logró ser recibido en 1620 como hermano lego por los capuchinos de Martino. Pero sus continuos éxtasis le impedían trabajar, y así, a pesar de sus ruegos, fue despedido.

José buscó refugio en casa de un tío de cierta condición, pero pasado un tiempo éste lo declaró “completamente inútil” y lo puso en la calle. Después de tantas desventuras volvió al hogar materno. Su madre recurrió a un pariente franciscano, por cuyo intermedio el joven terminó siendo aceptado en el convento de La Grotella como ayudante lego en los trabajos del establo.

Aunque torpe y distraído, su humildad, espíritu de oración y penitencia le granjearon la estima de todos, y en 1625, por votación unánime de los frailes, fue admitido al fin como religioso franciscano.

Predicación por medio del buen ejemplo:

Mientras tanto, su amor a Dios lo hacía aspirar al sacerdocio. Aunque algunos no creían que fuera capaz de tanto, sus superiores le permitieron empezar los estudios. A duras penas cursó los años de filosofía; cuando llegaban los exámenes, se sentía tan inseguro que muchas veces era incapaz de responder. Pero la Providencia no lo desamparaba. En una de las pruebas más importantes, el examinador le dijo: “Voy a abrir el Evangelio al azar, y la frase donde ponga los ojos, ésa me explicarás”.

En seguida abrió el libro santo en la página de la visita a santa Isabel y mandó a Fray José que disertara sobre la frase: “Bendito es el fruto de tu vientre”, ¡justamente la única frase que sabía explicar!

Llegó por fin el día del examen definitivo, donde se decidiría la ordenación. El grupo de seminaristas se presentó al obispo, que dio comienzo al examen oral. Los diez primeros en ser interrogados causaron una tan buena impresión que el prelado, muy satisfecho con el grado de preparación del conjunto, eximió a los demás. Fray José era el 11º de la lista… Así, con justa razón, Fray José de Cupertino sería declarado patrono de los estudiantes, en especial los que atraviesan períodos de examen.

Fue ordenado sacerdote en marzo de 1628. Siempre le costó mucho predicar y enseñar, pero suplía esa deficiencia y ganaba almas a través de la oración, la penitencia y el poderoso medio del buen ejemplo.

“Fray Burro” … y hábil teólogo:

Es verdad que no estaba muy versado en las ciencias humanas, al punto que se llamaba a sí mismo “Fray Burro”. A pesar de ello, la gracia divina le concedía mucha sabiduría y luces sobrenaturales, de modo que no solamente aventajaba al común de los hombres en el aprendizaje de doctrinas, sino que se mostraba hábil en resolver las más intrincadas cuestiones que se le presentaran. En cierta ocasión, un profesor de la Universidad Franciscana de San Buenaventura dijo: “Lo oí discurrir tan profundamente acerca de los misterios de la teología, como no podrían hacerlo los mejores teólogos del mundo”.

Los arrobos de san José de Cupertino podían suceder en cualquier momento y lugar.

Además, nunca dejó de ser místico y gran contemplativo. Todo lo que se relacionaba de algún modo con Dios o con las cosas santas –el sonido de la campana, el canto litúrgico, la mención de los nombres de Jesús y María, algún pasaje del Evangelio– fácilmente lo transportaba al éxtasis, y nada lo sacaba de tal estado. Sus hermanos de hábito trataban en vano de empujarlo o arrastrarlo, inluso empezaron a golpearlo, pincharlo con clavos y, los más impacientes, a tocar su piel con brasas. Nada surtía efecto. Solamente el superior, por milagro de la santa obediencia, lo hacia volver a la vida común.

Éxtasis frecuentes, fuente de trastornos y pruebas:

Esos arrobamientos podían suce­der en cualquier momento y lugar, especialmente durante la misa o el oficio. Llegó incluso a elevarse y quedar suspendido en el aire. Como estos hechos causaban no poco espanto y admiración, además de gran disturbio en la comunidad, los superiores tuvieron a bien decidir que Fray José no celebrara la misa en público ni participara en los actos comunitarios, como los cantos en el coro, las comidas y procesiones. Debía quedarse en su cuarto, donde se le preparó una capilla privada. El buen fraile lo aceptó todo con humilde y obediente resignación.

Pero las pruebas a que Dios sometía su siervo estaban lejos de terminar. Tantas manifestaciones sobrenaturales atrajeron la atención de la Inquisición, frente a la cual el buen fraile fue acusado de abuso de la credulidad popular. En el monasterio napolitano de San Gregorio Armeno, durante un interrogatorio, tuvo un éxtasis delante de los jueces. El largo y complicado proceso ocasionó varios traslados desde una a otra casa de los capuchinos, pero Fray José de Cupertino siempre conservó su paciencia y alegría de espíritu, sometiéndose con confianza a los designios de la Providencia. Lejos de angustiarse, progresaba en el camino de la santidad. Practicaba la mortificación y el ayuno al punto de hacer siete largos períodos de abstinencia cada año, y durante buena parte de ese tiempo no probaba comida alguna, salvo los martes y domingos.     

La santidad atrae:

Los últimos seis años de vida los pasó en Osimo. Un mes antes de su muerte celebró su última misa, durante la cual se elevó en el aire frente a numerosos testigos, quedándose largo tiempo suspendido, en éxtasis.

El 18 de septiembre de 1663, a la edad de 60 años, Fray José entregó su alma a Dios.

El Papa Benedicto XIV, conocido por su rigor en aceptar la autenticidad de hechos milagrosos, estudió cuidadosamente su vida y declaró que “todos estos hechos no pueden explicarse sin una intervención muy especial de Dios”, para luego beatificarlo en 1753.

Clemente XIII lo canonizó en 1767, y hasta hoy su cuerpo es venerado en el Santuario de Osimo.

 (Revista Heraldos del Evangelio, Sept/2006, n. 38, pag 32 a 34)






Oración por los estudios:

Querido Santo, purifica mi corazón, transfórmalo y hazlo semejante al tuyo, infunde en mí tu fervor, tu sabiduría y tu fe. Muestra tu bondad ayudándome y yo me esforzaré en imitar tus virtudes.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en la principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Amable protector mío, el estudio frecuentemente me resulta difícil, duro y aburrido. Tú puedes hacérmelo fácil y agradable. Esperas solamente mi llamada. Yo te prometo un mayor esfuerzo en mis estudios y una vida más digna de tu santidad.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Oh Dios, que dispusiste atraerlo todo a tu unigénito Hijo, elevado sobre la tierra en la Cruz, concédenos qué, por los méritos y ejemplos de tu Seráfico Confesor José, sobreponiéndonos a todas las terrenas concupiscencias, merezcamos llegar a El, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.



Novena

Recomendaciones para realizar la novena: Se debe realizar en nueve días, puede ser los nueve días antes del examen, los nueve primeros viernes de cada mes, etc. El lugar apropiado puede ser cualquiera, siempre que exista el ambiente apropiado para concentrarse y no distraerse en otras cosas; como es lógico, el más apropiado es el templo.

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo +
Amén


Acto de Contrición:


Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quién sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y, cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y, así como lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, que los perdonareis, por los méritos de Vuestra Preciosísima Sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme, y perseverar en vuestro santo amor y servicio, hasta el fin de mi vida.

Amén.


Oración:



Gloriosísimo San José de Cupertino, protector de los examinandos, no desdeñéis las súplicas que os dirijo implorando vuestro auxilio en los exámenes de mis estudios.



Alcanzadme del Señor que, como verdadera fuente de luz y sabiduría, disipe las dos clases de tinieblas de mi entendimiento, el pecado y la ignorancia, instruyendo mi lengua y difundiendo en mis labios la gracia de su bendición.



Dadme agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, y en el momento del examen, gracia y abundancia para hablar, acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar, si así conviene a la mayor gloria de Dios y provecho de mi alma.



Amén.





Máximas y Jaculatorias:



Meditar a continuación las máximas y jaculatorias del día que corresponda.



Día primero



Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.



Máxima: «El que tiene fe es señor del mundo».



Jaculatoria: San José de Cupertino, espejo de fe, ruega por mí.



Día segundo



Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.



Máxima: «Quien tiene esperanza en todo lugar, no hace poco».



Jaculatoria: San José de Cupertino, espejo de esperanza, ruega por mí.



Día tercero



Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.



Máxima: «Todo se debe hacer para volver propicia la misericordia divina hacia el prójimo».



Jaculatoria: San José de Cupertino, fuente de caridad, ruega por mí.



Día cuarto



Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.



Máxima: «En cualquier tentación, no confiéis nunca en vosotros mismos; mas levantando la mirada al Crucifijo, apoyaos enteramente en el Salvador, y luego nada, temáis, que Dios no dejaré de seros fiel si vosotros permanecéis con El».



Jaculatoria: San José de Cupertino, modelo de humildad, ruega por mi.



Día quinto



Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.



Máxima: «La obediencia es el más eficaz exorcismo contra el demonio».



Jaculatoria: San José de Cupertino, modelo de prudencia, ruega por mí.



Día sexto



Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.



Máxima: «Quien tiene paciencia en todo lugar, no hace poco».



Jaculatoria: San José de Cupertino, modelo de paciencia, ruega por mí.



Día séptimo



Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.



Máxima: «Los santos no se hacen en el Paraíso, sino en la tierra, por donde es necesario padecer en este mundo para poder gozar del Paraíso».



Jaculatoria: San José de Cupertino, ejemplo de penitencia, ruega por mí.



Día octavo



Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.



Máxima: «Refugio de pecadores, Madre de Dios, acuérdate de mi».



Jaculatoria: San José de Cupertino, tesoro de gracia, ruega por mí.



Día noveno



Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.



Máxima: «Siendo tú creado para amar y servir a Dios, te será pedida cuenta de si has amado a tu Creador».



Jaculatoria: San José de Cupertino, hoguera de amor de Dios, ruega por mí.