martes, 19 de mayo de 2015

Te necesito como sal y no como salero


Y, cuantas más veces me lo pregunto, Señor,
otras tantas Tú me contestas:
¡Te necesito como sal, y no como salero!
¡Como rayo de luz, no como gran astro!
¡Como gota de agua que calme la sed,
y no como torrente que inunde todo a su paso!

¿Levadura yo, Señor?
Y, cuando veo lo que siembro y no recojo,
siento, una y otra vez, que Tú me respondes:
no te toca a ti exigir, sino sembrar,
no te corresponde a ti recoger, sino abonar,
no mires hacia atrás, pues quien lo hace,
corre el riesgo de no construir hacia delante.

¿Levadura yo, Señor?
Y, la impaciencia, me invade, Jesús, y Tú lo sabes;
cuando me esfuerzo, y no fructifica mi trabajo,
cuando hablo, y siento que pocos me escuchan,
cuando cuido tu campo,
y apenas siento un agradecimiento humano.

¿Levadura yo, Señor?
Lo intentaré por Ti, mi Señor;
porque, bien sé, que Tú eres el dueño del tiempo,
porque, bien sé, que Tú eres el Señor de la historia,
porque, bien sé, que Tú vences sobre el mal y la mentira,
porque, en lo invisible, sé que Tú sigues vivo y operante.

¿Levadura yo, Señor?
¡Lo intentaré contigo, mi Señor!
Incluso en medio del combate y de la desesperanza.
A pesar de las contradicciones y las resistencias.
Frente al maligno que lo invade y lo confunde todo,
te prometo, Señor, que intentaré ser levadura de tu Reino.
Levadura que no se ve, pero hace crecer el pan de la fraternidad.

Levadura que no se percibe,
pero sazona la dureza de los corazones.
Levadura que, en justa medida,
haga que, mi mundo, tu mundo Señor,
sea un oasis de paz, de amor, de alegría y de fe.

¿Levadura yo, Señor?
Dame un poco de tiempo.
Dame un poco de tu fuerza.
Dame un poco de tu Espíritu.
Dame un poco de tu Evangelio…
y sé que llegaré, contigo, donde haga falta.
Amén.


P. Javier Leoz

sábado, 16 de mayo de 2015

Milagro Increíble: Marine Estadounidense salvado por San Miguel



Esta es la verdadera historia de un marine herido en Corea en 1950. En una carta escrita a su madre le contó el fascinante encuentro que experimentó durante la guerra. El padre Walter Muldy, un capellán militar que habló con el joven marine y su madre, además de con el oficial de la unidad, siempre defendió la veracidad de la historia. Lo oímos de alguien que leyó la carta original y nos contó la historia aquí, con todos sus detalles y en primera persona, para conservar el impacto que debió tener cuando el marine se lo contó a su mamá.

Querida mamá,

Te escribo desde la cama del hospital. No te preocupes, mamá, estoy bien. Fuí herido, pero el médico dice que estaré en pie en casi nada.

Pero esto no es lo que tengo que contarte, mamá. Algo me ha ocurrido que no me atrevo a contar a nadie más por miedo a que no me crean. Pero tengo que contártelo, eres la única persona en quien confío, aunque quizá hasta tu lo encuentres difícil de creer.

¿Recuerdas la oración de San Miguel que me enseñaste cuando era pequeño? "Miguel, Miguel, de la mañana,
frescos coros celestiales te adornan, mantenme a salvo hoy; y en la tentación aleja al demonio, amén)." Antes de irme de casa a Corea a cada instante repito esa oración antes de cualquier encuentro con el enemigo. Pero en realidad no necesitaba que me la recordases, mamá. Siempre la he rezado, y cuando fuí a Corea a veces la digo un par de veces al día, mientras vamos de marcha o descansamos.
En fin, un día nos ordenaron rastrear el frente en busca de comunistas. Era un día muy frío. Mientras caminaba noté a otro compañero que caminaba a mi lado, y le miré para ver quién era.

Era un tío grande, un marine de 1'80 cm y con un cuerpo proporcionado. Era extraño, ya que no le conocía, y pensaba que conocía  a todos en mi unidad. Estaba contento de tener compañía, entonces él rompió el silencio que había entre nosotros.

"Hace fresco hoy, eh?" Yo me reí, porque de repente me pareció absurdo hablar del tiempo cuando avanzábamos para enfrentarnos al enemigo.

Él también rió suavemente.

"Pensé que conocía a todo el mundo en mi unidad", continué, "pero no te he visto nunca".

No”, confirmó, “Me acabo de unir a tu unidad. Me llamo Miguel".

"¿En serio? Yo también".

"Lo sé", respondió el marine, "Miguel, Miguel de la mañana..."

Mamá, estaba muy sorprendido de que supiese de mi oración, pero se la enseñé a muchos de los otros tíos, así que supuse que el recién llegado debió oírsela a alguien más. De hecho me han llegado rumores de que algunos compañeros me estaban llamando "San Miguel".

Entonces, de repente, Miguel dijo, "Va a haber problemas allí enfrente".

Me preguntaba cómo podía saber eso. Estaba jadeando por la marcha que llevábamos, y mi aliento hendía el frío aire como densos jirones de niebla. Miguel parecía estar en plena forma, porque no puede ver ningún rastro visible de su aliento. Justo entonces empezó a nevar densamente, y aumentó tan rápidamente que enseguida no pude ni ver ni oír al resto de mi unidad. Me puse un poco nervioso y le llamé, "¡Miguel!". Cuando lo hice pude sentir su fuerte mano en mi hombro y oír su voz en mi oído "Pronto va a clarear".

Y de repente, clareó. Y entonces, justo enfrente nuestro y a poca distancia, como en muchas pesadillas espantosas, estaban siete comunistas, bastante cómicos con sus extraños sombreros. Pero realmente no tenían nada gracioso en ese momento; sus armas estaban listas y apuntando directamente hacia nosotros.

"¡¡A tierra, Miguel!!" Grité mientras me tiraba en busca de protección. Incluso cuando aún no había caído del todo alcé la vista y ví a Miguel todavía en pie, como si estuviese paralizado de miedo, o eso pensaba en ese momento. Las balas volaban en todas direcciones, y mamá, no había forma de que esos comunistas pudiesen haber errado el tiro a tan corta distancia. Me incorporé de un salto y tiré de él, y entonces me dieron. El dolor era como una llama ardiente en mi pecho, y según caía mi cabeza se desvaneció, recuerdo haber pensado "Debo de estar muriéndome...". 

Alguien me depositaba en el suelo, fuertes brazos me sujetaban y me dejaban suavemente sobre la nieve. Medio aturdido abrí mis ojos, y me pareció como si el sol me atravesase los ojos con su luz. Miguel todavía permanecía de pie, y su cara brillaba con un terrible resplandor. De repente parecía como si su resplandor creciese, como el sol, incrementándose intensamente alrededor de él, como las alas de un ángel. Justo antes de desvanecerme por completo ví que Miguel sujetaba una espada en sus manos, y destellaba como un millón de rayos.

Más tarde, cuando me desperté, el resto de mis compañeros y el sargento vinieron hacia mí.

"¿Cómo lo hiciste, hijo?", me preguntó.
"¿Dónde está Miguel?" le dije como contestación.
"¿Miguel, quién?". El sargento parecía perplejo.
"Miguel, el marine enorme que iba conmigo, justo hace un momento. Le ví aquí según caía".

"Hijo", dijo gravemente el sargento, "tú eres el único Miguel en mi unidad. Traje a todos tus compañeros, y sólo hay un Miguel. Tú. E hijo, no estabas caminando con nadie. Te observaba porque te estabas alejando demasiado de nosotros y estaba preocupado".

"Ahora dime, hijo", repitió, "¿Cómo lo has hecho?".

Era la segunda vez que me lo preguntaba, y me empezaba a molestar.

"¿Cómo he hecho qué?".
"¿Cómo has matado a estos siete comunistas de aquí? Tu rifle tiene aún todas las balas".

"¿Qué?"
"Vamos, hijo. Están todos dispersos alrededor tuyo, cada uno con un tajo mortal de espada".

Y este, mamá, es el final de mi historia. Pudo haber sido el dolor, el sol enceguecedor o el penetrante frío. No lo sé, mamá, pero hay una cosa de la que si estoy seguro. Sucedió.

Te quiere, tu hijo
Miguel.

Tomado de: La Legión de San Miguel

miércoles, 13 de mayo de 2015

Oraciones que el ángel enseñó a los niños en Fátima




"¡Oh Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.

¡Oh santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo! Yo os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en reparación de los ultrajes con que El es ofendido; y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón e intercesión del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pecadores."

Oración a la Virgen de Fátima


Oh Virgen Santísima, Vos os aparecisteis repetidas veces a los niños; yo también quisiera veros, oír vuestra voz y deciros: Madre mía, llevadme al Cielo. Confiando en vuestro amor, os pido me alcancéis de vuestro Hijo Jesús una fe viva, inteligencia para conocerle y amarle, paciencia y gracia para servirle a Él a mis hermanos, y un día poder unirnos con Vos allí en el Cielo.

Padre nuestro, Avemaría y Gloria.

Madre mía también os pido por mis padres, para que vivan unidos en el amor; por mis hermanos, familiares y amigos, para que viviendo unidos en familia un día podamos gozar con Vos en la vida eterna.

Padre nuestro, Avemaría y Gloria.

Os pido de un modo especial por la conversión de los pecadores y la paz del mundo; por los niños, para que nunca les falten los auxilios divinos y lo necesario para sus cuerpos, y un día conseguir la vida eterna.

Padre nuestro, Avemaría y Gloria

Oh Madre mía, sé que escucharás, y me conseguirás estas y cuantas gracias te pida, pues las pido por el amor que tienes de tu Hijo Jesús. Amén.

¡Madre mía, aquí tienes a tu hijo, sé tu mi Madre!
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Tomado de: Devocionario Católico

sábado, 9 de mayo de 2015

Oración por la madre


Señor: tu también tienes una Madre. La tuya está en el cielo. Es María, pero en algún tiempo estuvo en la tierra. Ayúdanos. pues, a pedir por nuestras madres, aunque tu no necesitas pedir por la tuya. Ellas -nuestras madres- siempre están pidiendo por nosotros. Justo es que nosotros alguna vez pidamos por ellas.

De las madres se han dicho cosas bellísimas. Todas se las merecen ellas. Ojalá nunca pudiera decirse nada malo de las madres. Sin embargo..., y para que no se diga. Señor. concédenos madres que sepan cuál es e1 fin principal de ellas: la maternidad. Que jamás traicionen esa misión tan maravillosa. 

Concédenos madres que sepan amar a sus hijos con amor intenso, con amor cristiano. El amor de instinto no basta. 

Que amen a Dios en sus hijos. Que todo su amor sea para encaminarlos a él. Con amor que lleve hasta el sacrificio. La madre debe ser toda para sus hijos. Tiene que ser capaz de sacrificar por ellos su cuerpo, su belleza. 

Olvidarse de todo menos de que es madre. Siempre para sus hijos. No sólo madre al traerlos al mundo, si no siempre. Hasta la muerte. Que críen a sus hijos con esmero y delicadeza, y que sean ellas quienes los eduquen directamente. No hay pretexto que las exima de ese deber. 

Educándolos. vigilándolos; con una educación completa, con una vigilancia llena de amor y caridad. 

Haz, Señor, que el modelo de nuestras madres sea tu Madre bendita. Que la protectora de nuestras madres sea ella, María. Que a ella acudan en sus afanes. Que a ella imiten en sus acciones. Ella, María, tu Madre -también nuestra Madre- siguió todos tus pasos, sin dejar un instante de manifestar.. Madre. Así necesitamos a nuestras madres: ¡siempre madres!
Lo más sublime de una mujer es ser madre buena. 

Señor, haz que así sean ellas. Amén.

Oración a mi madre (muerta)



Madre, doy gracias a Dios por elegirte para mí.
Gracias por el maravilloso tiempo que anidé en tu vientre, porque cuando en él dormía, tu voz me arrullaba como canción de cuna.
Gracias por darme tu sangre, por acariciar tu vientre; porque la sola idea de imaginarme como sería, te hacía feliz.
Gracias por velar mi sueño, por no cuidar mis caídas, sino motivarme a levantarme.
Gracias, porque tu sola mirada bastaba para hablarme.
Gracias, porque aunque tu vida era frágil, siempre sonreías.
Gracias por enseñarme que nunca es tarde para prepararse y aprender cosas nuevas.
Gracias por dejarme descubrir, que detrás de tu carácter firme, existía un noble corazón rebosante de amor, por servir a quien te pide tu mano.
Gracias, porque hasta el último momento diste buen ejemplo de valentía y fortaleza, y que hasta el día de hoy, Dios te lo sigue recompensando en el cielo.

viernes, 8 de mayo de 2015

Oraciones al espíritu Santo para niños


Espíritu Santo.
Espíritu de Dios.
Abre mi corazón a tu Palabra,
ayúdame a guiar mi vida
con las enseñanzas de Jesús.

Llena mi corazón,
mis pensamientos y mis manos,
para que toda mi vida
siga el ejemplo de Jesús.

Me pongo en tus manos,
Espíritu de Dios,
para vivir

como mi amigo Jesús.

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Espíritu del Jesús
Te ofrezco mi corazón
para recibirte
y  llenes mi vida.

Dame la fuerza necesaria
para vivir siempre
como Jesús nos enseñó:
Amando a todos
y amando a Dios.

Te pido que me ayudes
a cambiar las actitudes egoístas
que tengo en mi interior
y todo lo que me aleja de Dios
y de mis hermanos.

Ayúdame a ser cada día
mejor hijo, mejor hermano,
amigo mejor.

Te doy gracias
por acompañarme
y estar siempre cerca mío,
 ayudándome a distinguir
las cosas buenas
y las cosa malas.

Enseñándome a elegir siempre
el camino del bien.

Espíritu Santo,
Espíritu de Jesús,
ven a mi corazón
y transforma mi vida
para vivir como Jesús vivió.