sábado, 31 de enero de 2015

¿Cuánto cuesta un milagro?




Sally, niña de esta historia verdadera, tenía sólo ocho años cuando les oyó a sus padres hablar acerca de su hermanito Jorge. El niño estaba muy enfermo a pesar de todo el dinero que los padres habían gastado tratando de salvarle la vida. Ahora no quedaba más remedio que una operación que estaba fuera de su alcance. De ahí que la niña le oyera decir en voz baja a su desesperado padre: «Lo único que puede salvarlo ahora es un milagro.»

Sally fue a su cuarto y sacó su alcancía del armario en que la tenía escondida. Sacudió la alcancía hasta que cayeron al piso todas las monedas que allí había guardado, las envolvió en un pañuelo, ató las puntas y salió sigilosamente del apartamento hacia la farmacia de la esquina.

Frente al mostrador, Sally esperó con paciencia a que el farmacéutico la atendiera, pero él estaba demasiado ocupado conversando con otro hombre para advertir siquiera la presencia de la niña. Así que ella raspó el piso con los zapatos para llamarle la atención. No le dio resultado. Luego carraspeó, pero fue en vano. Por fin sacó una moneda del pañuelo y la golpeó sobre la vitrina.

— ¿Qué quieres, hija? — Le preguntó enojado el farmacéutico—. ¿No ves que estoy hablando con mi hermano?

—Perdone, señor, pero necesito hablar con usted acerca de mi hermano —le contestó Sally, enojada también—. Él está enfermo, y yo quiero comprar un milagro.

— ¿Cómo dices? —respondió el farmacéutico.

—Mi papá dice que lo único que puede salvarlo ahora es un milagro. ¿Cuánto cuesta un milagro?

—Aquí no vendemos milagros, hija. Lamento que no pueda ayudarte.

—Tengo dinero para pagarle. Sólo dígame cuánto cuesta.
Ante esto, el otro hombre se inclinó y preguntó:

— ¿Qué clase de milagro necesita tu hermano?

—Yo no sé —contestó Sally, procurando contener las lágrimas—. Sólo sé que está muy enfermo y que mamá dice que necesita una operación. Pero mis padres no tienen con qué pagarla, así que yo traje mi propio dinero.

— ¿Cuánto tienes? —preguntó el hombre.

—Estas monedas —contestó Sally con orgullo mientras abría el pañuelo—. Es todo el dinero que tengo.

— ¡Qué coincidencia! —Exclamó el hombre—. ¡Esta es la cantidad exacta que se necesita para salvar a un hermanito!

Acto seguido, tomó las monedas y dijo:

—Llévame a tu casa. Quiero ver a tu hermano y conocer a tus padres.

Resultó que ese hombre era un cirujano de renombre que se especializaba en operar casos como los de Jorgito. Hizo la operación sin cobrarles un solo centavo más, y al poco tiempo Jorgito volvió a casa y se recuperó del todo.

—Esa operación —manifestó la madre — es como un milagro. ¡Quién sabe cuánto pudo habernos costado!

Sally sonrió satisfecha. Ella sabía exactamente lo que costaba un milagro. El cirujano ya se lo había dicho.

Con razón dijo Jesucristo: Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. Pues el milagro de la salvación que nos ofrece Cristo, aunque a Él le costó la vida misma, a nosotros no nos cuesta más que la fe de un niño.

No sé orar




1. Comienza por saber escuchar. En el silencio y en tu interior, el Cielo emite noche y día.

2. No ores para que Dios realice tus planes, sino para que tú intérpretes los planes de Dios.

3. Pero no olvides que la fuerza de tu debilidad, es la oración. Cristo dijo: «Pedid y recibiréis»

4. El pedir tiene su técnica: Hazlo atenta/o, humilde, confiada/o, sin titubear e insistente, y por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos, amén.

5. ¿No sabes qué decirle a Dios? Háblale de tus intereses. Muchas veces. Y a solas.

6. No conviertas tu oración en un monólogo, harías a Dios autor de tus propios pensamientos, háblale y espera su respuesta. Poco a poco aprenderás que esa voz interior, ese sentimiento, esa seguridad, o esa moción en tu corazón, es su respuesta.

7. Cuando ores, no seas ni engreído, ni demasiado humilde. Con Dios no se valen trucos… Sé cual eres.

8. ¿Y qué de las distracciones involuntarias? No te preocupes, Dios y el sol broncean con sólo ponerse delante.

9. Si alguna vez piensas que cuando hablas a Dios Él no te responde, abre la Biblia y lee.

10. No hables nunca de «ratos de oración»; ten «vida de oración»

Oración a Jesús para momentos de necesidad




En cada necesidad déjame acercarme a Tí con humildad diciendo:
JESUCRISTO,  AYÚDAME!!

En todas mis dudas, perturbaciones y tentaciones:
JESUCRISTO,  AYÚDAME!!

En mis horas de soledad, cansancio y pruebas:
JESUCRISTO, AYÚDAME!!

Cuando mis planes y esperanzas fracasen; en
los disgustos, problemas y pesadumbres:
JESUCRISTO, AYÚDAME!!

Cuando otros me fallen y solamente Tu Gracia me auxilie:
JESUCRISTO, AYÚDAME!!

Cuando mi corazón se sienta derrumbado por
el fracaso y al ver que mis esfuerzos son inútiles:
 JESUCRISTO, AYÚDAME!!

Cuando me sienta desesperado y mi cruz se haga
más pesada:
JESUCRISTO, AYÚDAME!!

Cuando me sienta solo y enfermo y mi cabeza
y manos ya no funcionen:
JESUCRISTO, AYÚDAME!!

Siempre, siempre, a pesar de mis debilidades:
JESUCRISTO, AYÚDAME Y NUNCA ME ABANDONES!!
Amén.

Oaración para abolir el aborto


Dios Padre, te agradezco por el obsequio de mi vida,
por las vidas de todos mis hermanos y hermanas.
Sé que no hay nada que destruya la vida más que el aborto,
y me regocijo al saber que Tú has conquistado la muerte
con la Resurrección de Tu Hijo.

Estoy listo para poner de mi parte en la lucha para abolir el aborto.
Este día me comprometo
a nunca más quedarme en silencio,
nunca más quedarme pasivo,
y nunca más olvidarme de los no nacidos.

Me comprometo a ser activo en los movimientos pro vida,
y nunca dejar de luchar por la vida,
hasta que todos mis hermanos y hermanas sean protegidos,
y que nuestra nación sea de nuevo una
nación con libertad y justicia,
no solo para algunos, sino para todos,
Por Cristo Nuestro Señor.
Amén