Oraciones de San
Ambrosio antes de la Misa, para cada día de la semana:
Rey de las vírgenes,
que amas la castidad y la integridad, extingue en mi cuerpo el incendio de la
impureza con la bendición del rocío celestial, para que permanezca en mí la
limpieza del cuerpo y del alma.
Apaga en los miembros
de mi carne los estímulos de las conmociones libidinosas, y dame la verdadera y
perpetua castidad, junto con tus otros dones: para que sea digno de participar
en este sacrificio de alabanza con un cuerpo casto y un corazón limpio.
¡Con cuanta
contrición interior, lágrimas, reverencia y temor, con cuánta castidad de
cuerpo y pureza de alma, debe ser ofrecido este sacrificio, en el que tu Carne
verdaderamente se come, tu Sangre verdaderamente se bebe, en el que se juntan
el cielo y la tierra, donde están presentes los ángeles, donde Tú admirable e
inefablemente eres sacerdote de tu mismo sacrificio!
Martes
¿Quién podría
[celebrar] [participar] dignamente en este sacrificio, si Tú, Señor Dios
Omnipotente, no lo hicieras digno?
Sé, Señor, y lo sé
con certeza, y lo confieso ante tu misericordia, que no soy digno de acercarme
a tan gran misterio, porque son muchos mis pecados e incontables mis
negligencias. Pero sé, y lo creo
verdaderamente con todo mi corazón, y lo confieso con mis labios, que Tú puedes
hacerme digno, ya que puedes hacer limpio lo que precede de semilla inmunda, y
hacer de los pecadores justos y santos.
Por este tu infinito
poder, te ruego, Dios mío, que me concedas a mí pecador, [celebrar], [participar en] este sacrificio con temor y
temblor, con pureza de corazón y alma contrita, con alegría espiritual y gozo
del cielo. Haz que mi mente sienta la dulzura de tu beatísima presencia, y que
el coro de tus ángeles permanezca a mi alrededor.
Miércoles
Yo, Señor, trayendo a
mi memoria tu Sagrada Pasión, me acerco a tu altar, y, aunque pecador, quiero
ofrecerte el sacrificio que Tú instituiste, y que mandaste que fuera ofrecido,
en tu recuerdo, para nuestra salvación. Te pido, altísimo Dios, que lo recibas,
por tu Iglesia Santa y por el pueblo que rescataste con tu Sangre.
Y aunque no posea yo
el testimonio de mis buenas obras, te ofrezco a Ti, Dios Padre todopoderoso, la
Víctima siempre grata a tu presencia. Te la ofrezco, Dios mío, para que mires
benigno los sufrimientos de los hombres, las necesidades de los pueblos, los
gemidos de los cautivos, las miserias de los huérfanos, las aflicciones de los
peregrinos, la inopia de los débiles, los dolores de los enfermos, las
molestias de los ancianos, los votos de las vírgenes y los lamentos de las
viudas. Así sea.
Jueves
Tú, Señor, que eres
compasivo y nunca desprecias nada de lo que creaste, acuérdate de la pobreza de
nuestra condición, y ya que Tú eres nuestro Padre, que eres nuestro Dios, no te
aíres con nosotros, antes bien, apaga la multitud de tus enojos.
Nos postramos en tu
presencia, atendiendo no a nuestros méritos, sino a tu gran misericordia.
Arranca de nosotros las iniquidades, y enciende en nuestro interior el fuego de
tu Espíritu Santo. Quita de nuestro pecho el corazón de piedra, y danos un
corazón de carne, que te ame, te anhele, te desee, te siga y te goce.
Imploramos, Señor, tu
clemencia: muestra tu rostro sereno sobre tu familia que hoy te ofrece este
sacrificio, para que así ningún deseo sea vano, ninguna petición desoída, y con
tu misma plegaria, recibe propicio nuestros deseos, para que tengan su
cumplimiento. Amén.
Viernes
Te ruego, Señor,
Padre santo, por el alma de todos los fieles difuntos, y haz que este
sacrificio sea para ellos motivo de salvación, salud, gozo y refrigerio.
Señor, Dios mío, haz
que hoy alcance el pleno alimento de Ti, pan vivo, que descendiste del cielo
para la vida del mundo, de tu Carne santa y bendita, Cordero inmaculado, tomada
del vientre santo y glorioso de la bienaventurada Virgen María, concebido por
el Espíritu Santo; de esa Carne que, abierta por la lanza del soldado, brotó
una fuente de piedad: para que, las almas de los difuntos, restablecidas y
sanadas, alentadas y consoladas, se alegren en la alabanza de tu gloria.
Imploro, Señor, tu misericordia,
para que sobre este pan que será sacrificado, descienda la plenitud de tus
bendiciones y la santificación de tu divinidad. Haz que descienda también,
Señor, sobre este sacrificio, la invisible e incomparable majestad de tu Santo
Espíritu, como descendía sobre los sacrificios de nuestros padres, para que
ofrezca la oblación de tu Cuerpo y de tu Sangre.
Y a mí, indigno
[sacerdote] [siervo] tuyo, enséñame a tratar este misterio con corazón limpio y
lágrimas de devoción, con reverencia y temor, y así recibas con beneplácito el
sacrificio que se ofrece por la salvación de vivos y difuntos.
Sábado
Te ruego, Señor, por
el sacrosanto misterio de tu Cuerpo y de tu Sangre, que sea yo diariamente
apacentado y alimentado, purificado y santificado, y consiga así ser hecho
partícipe de la una y suma divinidad.
Dame tus santas
inspiraciones con las que, colmada mi alma, me acerque a tu altar, y así sea
para mí este sacramento celestial salud y vida. Tus mismos labios dijeron: “El
pan que Yo os daré es mi Carne, para la vida del mundo. Yo soy el pan vivo, que
ha bajado del cielo. El que coma de este pan, vivirá para siempre”. Pan
dulcísimo, ablanda la dureza de mi corazón para que sienta la suavidad de tu
amor. Sánalo de toda enfermedad, y que no busque otra dulzura fuera de Ti. Pan
suavísimo, que tiene en sí todo deleite y todo sabor, que siempre nos sacia y
nunca nos defrauda: quiero que mi corazón te reciba y todo mi ser se llene de
tu dulce sabor. Te recibe el ángel con pleno deseo, te recibe el hombre
peregrino para no desfallecer.
Pan Santo, Pan vivo,
Pan Inmaculado, que descendiste del cielo y das la vida al mundo, ven a mi
corazón, y límpialo de toda mancha de la carne y del espíritu. Entra en mi
alma, sana y limpia mi exterior y mi interior. Sé mi alimento y la salud de mi
alma y de mi cuerpo. Repele los ataques de mis enemigos, para que llegue hasta
Ti por un camino recto, donde, no en imágenes –como en el tiempo presente- sino
cara a cara, te contemplemos, con tu Dios y Padre, con quien eres Dios de todo
y de todos. Ahora, pues, sáciame con tu maravillosa abundancia para que nunca
desfallezca. Tú, que con el mismo Dios Padre y el Espíritu Santo vives y reinas
por los siglos de los siglos. Amén.
Domingo
Sacerdote Sumo y
Pontífice verdadero, Jesucristo, que te ofreciste al Padre en oblación pura e
inmaculada en el altar de la Cruz por nosotros miserables pecadores, y que nos
diste tu Carne como alimento y tu Sangre como bebida, y que pusiste este
misterio bajo el poder del Espíritu Santo diciendo: “Cuantas veces hagáis esto,
hacedlo en memoria mía”: te ruego, por esta admirable e inefable caridad, que a
nosotros miserables, a quienes te has dignado amar, laves nuestros pecados en
tu Sangre.
[A mí, tu indigno
siervo, al que, además de otros dones, llamaste al oficio de sacerdote, sin
ningún mérito de mi parte, sino sólo por tu misericordia], enséñame a tratar
este misterio con el honor y reverencia, devoción y temor que se requiere y
conviene. Haz que por tu gracia, en este santo misterio, siempre crea y
confiese, sienta y afirme, diga y piense, lo que a Ti te agrada y a mi alma
aprovecha. Entren los dones de tu Espíritu Santo en mi corazón, que exprese lo
que Él señala, pues sin ruido de palabras comunica toda la verdad.
Por tu gran
misericordia y clemencia concédeme [celebrar] [participar en] esta Misa con mente limpia y
corazón puro. Libra mi alma de todos los pensamientos vanos y nocivos, inmundos
y nefandos. Envíame la custodia fiel y piadosa de tus ángeles, para que no se
acerquen mis enemigos. Por la fuerza de tu gran misterio y por la acción de tus
ángeles, líbrame de los malos influjos del espíritu de soberbia y de gula,
envidia y blasfemia, fornicación e inmundicia, duda y debilidad. Sean confundidos
los que nos persiguen, perezcan aquellos que se apresuran a perdernos. Amén.
Oración de Santo
Tomás de Aquino antes de la Misa
Omnipotente y
sempiterno Dios, he aquí que me acerco al sacramento de tu Unigénito Hijo
Jesucristo, Señor nuestro; me acerco como un enfermo al médico de la vida, como
un inmundo a la fuente de la misericordia, como un ciego a la luz de la
claridad eterna, como un pobre y necesitado al Señor de cielos y tierra.
Imploro la abundancia
de tu infinita generosidad para que te dignes curar mi enfermedad, lavar mi
impureza, iluminar mi ceguera, remediar mi pobreza y vestir mi desnudez, para
que me acerque a recibir el Pan de los ángeles, al Rey de reyes y Señor de
señores con tanta reverencia y humildad, con tanta contrición y piedad, con
tanta pureza y fe, y con tal propósito e intención como conviene a la salud de
mi alma.
Te pido que me
concedas recibir no sólo el sacramento del Cuerpo y de la Sangre del Señor,
sino la gracia y la virtud de ese sacramento. Oh Dios benignísimo,
concédeme recibir el cuerpo de tu Unigénito Hijo Jesucristo, Señor nuestro,
nacido de Virgen María, de tal modo que merezca ser incorporado a su cuerpo
místico y contado entre sus miembros.
Oh Padre amantísimo,
concédeme contemplar eternamente a tu querido Hijo, a quien, bajo el velo de la
fe, me propongo recibir ahora. Que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Oración de San Juan
Crisóstomo antes de la Misa
¡Oh Señor!, yo creo y
profeso que Tú eres el Cristo Verdadero, el Hijo de Dios vivo que vino a este
mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Acéptame
como participante de tu Cena Mística, ¡oh Hijo de Dios!
No revelaré tu
Misterio a tus enemigos, ni te daré un beso como lo hizo Judas, sino que como
el buen ladrón te reconozco.
Recuérdame, ¡Oh
Señor!, cuando llegues a tu Reino. Recuérdame, ¡oh Maestro!, cuando llegues a
tu Reino. Recuérdame, ¡oh Santo!, cuando llegues a tu Reino.
Que mi participación
en tus Santos Misterios, ¡oh Señor! no sea para mí juicio o condenación, sino
para sanar mi alma y mi cuerpo.
¡Oh Señor!, yo
también creo y profeso que lo que estoy a punto de recibir es verdaderamente tu
Preciosísimo Cuerpo y tu Sangre Vivificante, los cuales ruego me hagas digno de
recibir, para la remisión de todos mis pecados y la vida eterna. Amén.
¡Oh Dios!, sé
misericordioso conmigo, pecador.
¡Oh Dios!, límpiame
de mis pecados y ten misericordia de mí.
¡Oh Dios!, perdóname,
porque he pecado incontables veces.
Tomada de La
Imitación de Cristo (III 15,15-18)
Concédeme,
benignísimo Jesús, tu gracia, para que esté conmigo y obre conmigo y en ella
persevere hasta la muerte.
Concédeme querer y
desear en todas las circunstancias de mi vida lo que te sea más acepto y más te
agrade
Que tu voluntad sea
mía, y que mi voluntad siga siempre la tuya y esté continuamente de perfecto
acuerdo con ella
Tenga yo un mismo
querer y no querer contigo; y haz que solo pueda querer o no querer lo que Tú
quieras o no quieras. Amén.
Quinque puncta
I. Detesto y
aborrezco todos y cada uno de mis pecados, y todos los otros pecados cometidos
desde el principio del mundo hasta ahora, yo todos los que serán cometidos hasta
el fin del mundo: y, si pudiera, los impediría por la gracia de Dios, lo cual
invoco suplicante.
II. Alabo y apruebo
todas las obras buenas hechas desde el principio del mundo hasta ahora, y todas
las que se harán hasta el fin del mundo; y si pudiera, las multiplicaría por la
gracia de Dios, lo cual invoco suplicante.
III. Me propongo
actuar, hablar y pensar todo para la mayor gloria de Dios, y con todas aquellas
buenas intenciones que los santos alguna vez tuvieron, tienen o puedan tener
IV. Olvido y perdono
de todo corazón a todos mis enemigos, a todos los que me han calumniado, a
todos mis detractores, y a todos que me han hecho o deseado algún daño.
V. ¡Ojalá pudiera
salvar a todos los hombres muriendo por cada uno! Libremente lo haría, por la
gracia de Dios, que imploro suplicante, y sin cuál no puedo hacer nada.
Oración de
preparación de la Misa:
Oh Dios Clementísimo,
escucha con piedad nuestras súplicas e ilumina nuestro corazón con la gracia
del Espíritu Santo, para que merezcamos servir con dignidad a tus misterios y
amarte con caridad eterna.
Oh Dios, que conoces
nuestro corazón y nuestra voluntad, y que no ignoras ningún secreto: purifica
nuestros pensamientos, infundiéndonos el Espíritu Santo, para que merezcamos
amarte con perfección y alabarte dignamente.
Señor, enciende
nuestras entrañas y nuestro corazón con el fuego del Espíritu Santo, para que
te sirvamos con un cuerpo casto y te agrademos con un corazón limpio.
Te pedimos, Señor,
que el Paráclito que procede de Ti ilumine nuestro entendimiento y nos lleve a
conocer la verdad, como tu Hijo nos prometió.
Te pedimos, Señor,
que nos asista el poder del Espíritu Santo, para que purifique con clemencia
nuestros corazones y nos defienda de todos los peligros.
Oh Dios, que
iluminaste los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo,
concédenos, según el mismo Espíritu, conocer las cosas rectas y gozar siempre
de sus divinos consuelos.
Te pedimos, Señor,
que purifiques nuestras conciencias para que, al venir Nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, encuentre preparada en nosotros su mansión. Él, que vive y
reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.