jueves, 16 de julio de 2015

De Jesús con cariño



Veo cada una de tus lágrimas. Oigo el menor de tus clamores. Siento cada una de tus decepciones, cada preocupación, cada iniquidad, cada deseo. Te conozco íntegramente: estoy al tanto de cada una de tus aspiraciones y necesidades.

Veo tu corazón y cuanto en él albergas, y siento un amor profundo por tí.
Anhelo estrecharte en Mis brazos y borrar a besos tus heridas y pesares. Permítemelo nada más. Aspiro a consolarte, a aliviarte, a verter el suave bálsamo de Mi amor sobre cada uno de tus sinsabores, quebrantos, preocupaciones, temores, lágrimas y contrariedades.

Anhelo ahuyentar toda nube de confusión y aplacar tus desasosegados nervios. Deseo en el alma disolver tus amarguras y que cada uno de tus hondos anhelos se realice espléndidamente y te proporcione verdadera satisfacción.

Quiero brindarte el sol, la luna y las estrellas. Los éxtasis del Cielo y un amor que nunca morirá. Quiero ayudarte a superar toda experiencia lóbrega y sombría, a salir de toda niebla densa que te envuelva. Por grande que sea la confusión o el desespero acumulado en tu interior, aspiro a disolverlo porque te amo.

Tus fuerzas no provienen de tu propio espíritu. No provienen de vivir con una mentalidad terrenal, ni de apoyarte en tus propios razonamientos. La fuerza auténtica no procede sino de Mí. Solo viene como consecuencia, de reposar en Mis brazos, pues Yo Soy fuerza.

Solo puedo vivir en tí si me lo permites, si reposas en Mí, si sacas fuerzas de Mí, te relajas, te renuevas cada mañana y me preguntas qué quiero hacer, qué tengo planeado para ese día y cuál es Mi voluntad. Solo puedo vivir en tí si me lo permites.

Para ello debes pasar cada mañana un rato conmigo, diciéndome: “Este día es Tuyo Señor. Haz con él lo que quieras." Así obtendrás fuerzas.


"Que el mundo escuche y lea..."

Cristo, del Sagrado Corazón, descrito por Sor Josefa Menéndez

"Vengo a decirte Yo mismo quién Soy.

Quiero que el mundo conozca mi Corazón. Quiero que conozcan mi amor. ¿Saben los hombres lo que he hecho por ellos?... Quiero decirles que en vano buscan su felicidad fuera de Mí: no la encontrarán...Dirigiré mis llamadas a todos: religiosos y seglares, justos y pecadores, sabios e ignorantes, gobernantes y súbditos. 

A todos vengo a decirles: si buscáis felicidad, Yo lo Soy. Si queréis riqueza, Yo soy riqueza infinita. Si deseáis paz, Yo soy la Paz, Yo soy la misericordia y el amor. Quiero que mi amor sea el sol que ilumine y el calor que caliente a todas las almas.

Quiero que el mundo entero me conozca como Dios de amor, de perdón y de misericordia. Quiero que el mundo lea que deseo perdonar y salvar. ¡Que los más miserables no teman!... ¡Que los pecadores no huyan de Mí... Que vengan todos, porque estoy siempre esperándolos como un Padre, con los brazos abiertos para darles vida y felicidad.


Que el mundo escuche y lea estas palabras: 

Un padre tenía un hijo único. Ricos, poderosos, vivían rodeados de servidores, de bienestar; perfectamente dichosos, de nada ni de nadie necesitaban para acrecentar su felicidad, el padre era la felicidad de su hijo y éste la de su padre. Ambos tenían corazón noble, caritativos sentimientos, la menor miseria les movía a compasión.

Entre los servidores de este bondadoso señor, uno enfermó gravemente, y estaba a punto de morir si no se le atendía con remedios enérgicos y con asiduos cuidados. Mas el servidor era pobre y vivía solo. ¿Qué hacer? ¿Dejarle morir? La nobleza de sentimientos del señor no puede consentirlo. ¿Enviará para cuidarle a otro de sus criados? Tampoco estaría tranquilo, porque cuidándole más por interés que por afecto, le faltarían tal vez mil detalles y atenciones que el enfermo necesita. Compadecido el padre confía a su hijo su inquietud respecto del pobre enfermo, le dice que con asidua asistencia podría curarse y vivir muchos años aún.

El hijo, que ama a su padre y comparte su compasión, se ofrece a cuidar al servidor con esmero, sin perdonar trabajo, cansancio, ni solicitud, con tal de conseguir su curación. El padre acepta; sacrifica la compañía de su hijo y éste las caricias de su padre y convirtiéndose en siervo, se consagra a la asistencia del que es verdaderamente su servidor. Prodígale mil cuidados y atenciones, le provee de cuanto necesita, no sólo para su curación, sino para su bienestar, de suerte que, al cabo de algún tiempo, el enfermo recobra la salud.

Penetrado de admiración por cuanto su señor ha hecho por él, el servidor pregunta de qué manera podría demostrarle su agradecimiento. El hijo le aconseja se presente a su padre, y ya que está curado se ofrezca de nuevo a él como uno de sus más fieles servidores. Así lo hace, y reconociéndose su deudor, emplea cuantos medios están a su alcance, para publicar la caridad de su señor; más aún, se ofrece a servirles sin interés, pues sabe que no necesita ser retribuido como criado el que es atendido y tratado como hijo.


Esta parábola es pálida figura del amor que mi Corazón siente por las almas y de la correspondencia que espero de ellas...."

Jesús a Sor Josefa Menéndez (Junio 1923) Un Llamamiento de Amor

miércoles, 15 de julio de 2015

La Devoción del Escapulario Carmelita






El escapulario es un símbolo de Consagración a la Santísima Virgen María, y de la protección de la Madre de Dios a sus devotos.

La palabra escapulario viene del Latín “scapulae” que significa “hombros”. Originalmente era un vestido superpuesto que cae de los hombros y lo llevaban los monjes durante su trabajo. Con el tiempo se le dio el sentido de ser la cruz de cada día que, como discípulos de Cristo llevamos sobre nuestros hombros. Para los Carmelitas particularmente, pasó a expresar la dedicación especial a la Virgen Santísima y el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás.

El Papa Pío XII alude a este hecho cuando dice: «No se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la Santísima Virgen.»

Muchos Papas, santos y teólogos católicos han explicado que, según esta promesa, quien tenga la devoción al escapulario y lo use, recibirá de María Santísima a la hora de la muerte, la gracia de la perseverancia en el estado de gracia (sin pecado mortal) o la gracia de la contrición (arrepentimiento). Por parte del devoto, el escapulario es una señal de su compromiso a vivir la vida cristiana siguiendo el ejemplo perfecto de la Virgen Santísima.
 
ES UN SACRAMENTAl

El escapulario, al ser un sacramental, no nos comunica gracias como hacen los sacramentos sino que nos disponen al amor a Dios y a la verdadera contrición del pecado si los recibimos con devoción.
Según el Concilio Vaticano II, “un signo sagrado según el modelo de los sacramentos, por medio del cual se significan efectos, sobre todo espirituales, que se obtienen por la intercesión de la Iglesia”. (S.C.60).

La Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella. Consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda. Se usa bajo la ropa. Junto con el rosario y la medalla milagrosa, el escapulario es uno de los más importantes sacramentales marianos.

“La devoción del escapulario del Carmen ha hecho descender sobre el mundo una copiosa lluvia de gracias espirituales y temporales” (Pío XII, 6-VIII-1950).

Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: “Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios.”

NO ES…
• Un objeto para una protección mágica (un amuleto).
• Una garantía automática de salvación.
• Una dispensa para no vivir las exigencias de la vida cristiana.
SÍ ES…
• Un signo aprobado por la Iglesia desde hace varios siglos.
• Un signo que representa el compromiso de seguir a Jesús como María:
• Abiertos a Dios y a su voluntad.
• Guiados por la fe, la esperanza y el amor.
• Cercanos a las necesidades de los demás.
• Orando constantemente y descubriendo a Dios presente en todas las circunstancias.

LA VIRGEN MARÍA ENTREGA EL ESCAPULARIO EL 16 DE JULIO DE 1251

En el año 1246 nombraron a San Simón Stock general de la Orden Carmelita. Este comprendió que, sin una intervención de la Virgen, a la orden le quedaba poco tiempo. Simón recurrió a María poniendo la orden bajo su amparo, ya que ellos le pertenecían. En su oración la llamó “La flor del Carmelo” y la “Estrella del Mar” y le suplicó la protección para toda la comunidad.

En respuesta a esta ferviente oración, el 16 de julio de 1251 se le aparece la Virgen a San Simón Stock, General de los Carmelitas, con el escapulario de la Orden en sus manos, y le dijo: “Tú y todos los Carmelitas tendréis el privilegio, que quien muera con él no padecerá el fuego eterno”; es decir, quien muera con él, se salvará.

Luego, la Santísima Virgen se apareció al Papa Juan XXII en el siglo XIV y le prometió para quienes cumplieran los requisitos de esta devoción que “como Madre de Misericordia con mis ruegos, oraciones, méritos y protección especial, les ayudaré para que, libres cuanto antes de sus penas, (…) sean trasladadas sus almas a la bienaventuranza”.

Aunque el escapulario fue dado a los Carmelitas, muchos laicos con el tiempo fueron sintiendo el llamado de vivir una vida mas comprometida con la espiritualidad carmelita y así se comenzó la cofradía del escapulario, donde se agregaban muchos laicos por medio de la devoción a la Virgen y al uso del escapulario. La Iglesia ha extendido el privilegio del escapulario a los laicos.

LAS PROMESAS DEL VIRGEN DEL CARMEN SOBRE EL ESCAPULARIO

Decía el Papa León XIII, “Su misma nobleza de origen, su venerada antigüedad, su extraordinaria propagación, así como los saludables efectos de piedad por él obtenidos, y los insignes milagros obrados por su virtud, lo recomiendan con el mayor encarecimiento”. A él ha vinculado la Virgen dos maravillosas promesas:

Primera promesa
Es la gran promesa, el privilegio de preservación o exención del infierno para cuantos mueren revestidos con el Escapulario Carmelitano. Orando con fervor a la Virgen S. Simón Stock, General de la Orden Carmelitana, apareciósele circundada de ángeles la Stma. Virgen (15 de Julio de 1251) y entregándole, como prenda de su amor maternal y de ilimitado poder, el Santo Escapulario, prometióle que cuantos murieren revestidos de él no se condenarían.
Para merecer esta Promesa de la perseverancia final, se requiere haber recibido el Escapulario de manos de sacerdote, llevarlo siempre puesto, especialmente en la hora de la muerte, e inscribir el nombre en el libro de la cofradía.

Segunda promesa

Estando orando el Papa Juan XXIII, se le apareció la Virgen, vestida del hábito carmelitano, y le prometió sacar el purgatorio del sábado después de la muerte al que muriese con el Escapulario. María dijo al Papa: “Yo Madre de misericordia, libraré del purgatorio y llevaré al cielo, el sábado después de la muerte, a cuantos hubieses vestido mi Escapulario”.

Tal es el privilegio Sabatino, otorgado por la Reina del Purgatorio, a favor de sus cofrades carmelitas, el Papa Juan XXII y promulgado por éste en la Bula Sabatina (3 de Marzo de 1322) aprobada después por más de veinte Sumos Pontífices.

Por él, el Sábado siguiente a la muerte de los cofrades carmelitas, o como lo interpreta la iglesia, cuanto antes, pero especialmente el sábado, según declaración de Paulo V, la Virgen del Carmen, co
n cariño maternal, los libra de la cárcel expiatoria y los introduce en el Paraíso.

El Papa Paulo V expidió el 20 de enero de 1613 el Sgte. Decreto: “Permítase a los Padre Carmelitas predicar que el pueblo cristiano puede piadosamente creer que la Bienaventurada Virgen María con sus intercesiones continuas, piadosas sufragios y méritos y especial protección, ayudara después de la muerte, principalmente el sábado, día a ella dedicado, a las almas de sus cofrades que llevaren el habito carmelitano”.

En 1950 recordaba Pío XII: “Ciertamente, la piadosa Madre no dejará de hacer que los hijos que expían en el Purgatorio sus culpas, alcancen lo antes posible la patria celestial por su intersección, según el llamado privilegio sabatino, que la tradición nos ha trasmitido”.

Para ganar esta Promesa, el privilegio Sabatino, sobre los tres requisitos anteriores, se exige: usar el escapulario con fidelidad; observar castidad de acuerdo al estado de vida; rezo del oficio de la Virgen (oraciones y lecturas en honor a la Virgen) o rezar diariamente 5 décadas del rosario.

INDULGENCIAS

He aquí las indulgencias plenarias y parciales para los que visten el escapulario:

A) Indulgencias plenarias.

1. El día que se viste el escapulario y el que es inscrito en la Tercera Orden o Cofradía.
2. En estas fiestas:

a) Virgen del Carmen (16 de Julio o cuando se celebre);
b) San Simón Stock (16 de mayo);
c) San Elías Profeta (20 de Julio);
d) Santa Teresa de Jesús (15 de Octubre),
e) Santa Teresa del Niño Jesús (1 de octubre);
f) San Juan de la Cruz (14 de Diciembre);
g) Todos los Santos Carmelitas (14 de Noviembre).

3. Indulgencias Plenaria el día del Carmen. El día del Carmen, 16 de Julio, o en la fecha que exactamente se celebre, tiene concebida una indulgencia plenaria.
4. Indulgencia parcial. Se gana indulgencia parcial por usar piadosamente el santo escapulario. Se puede ganar no sólo por besarlo, sino por cualquier otro acto de afecto y devoción. Y sólo al escapulario, sino también a la medalla-escapulario.

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL ESCAPULARIO

¿Puede darse el escapulario a quien no es católico?. Sí. El escapulario es signo de la Maternidad Espiritual de María y debemos recordar que ella es madre de todos. Muchos milagros de conversión se han realizado en favor de buenos no-católicos que se han decidido a practicar la devoción al escapulario.

Una vez bendecido el primer escapulario, el devoto no necesita pedir la bendición para escapularios posteriores.

Los escapularios gastados, si han sido bendecidos no se deben echar a la basura. Se pueden quemar o enterrar como signo de respeto.

Vivir en pecado y usar el escapulario como ancla de salvación es cometer pecado de presunción ya que la fe y la fidelidad a los mandamientos es necesaria para todos los que buscan el amor y la protección de Nuestra Señora. San Claude de la Colombiere advierte: “Tu preguntas: ¿y si yo quisiera morir con mis pecados?, yo te respondo, entonces morirás en pecado, pero no morirás con tu escapulario”

LA MEDALLA ESCAPULARIO

La medalla-escapulario tiene en una cara la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y la imagen de la Bienaventurada Virgen María en su reverso. En 1910, el Papa Pío X declaró que, una persona válidamente investida en su escapulario de tela podía llevar la medalla-escapulario en su lugar, provisto que tuviera razones legítimas para sustituir su escapulario de tela por la medalla-escapulario.
Esta concesión fue hecha a petición de los misioneros en los países del trópico, donde los escapularios de tela se deterioran pronto. Ahora bien, el Papa Pío X y su sucesor, el Papa Benedicto XV, expresaron su profundo deseo de que las personas continuaran llevando el escapulario de tela cuando fuera posible, y que no sustituyeran el escapulario de tela por la medalla escapulario sin que medie primero razón suficiente. La vanidad o el miedo a profesar su fe en público no pueden ser razones que satisfagan a Nuestra Señora. Personas de esta clase corren el riesgo de no recibir la promesa del escapulario del Carmen.

ALGUNOS TESTIMONIOS ESPECIALES

El Beato Papa Gregorio X fue enterrado con su escapulario solo 25 años después de la Visión del Escapulario. 600 años mas tarde cuando abrieron su tumba, su escapulario estaba intacto.
El Papa Pío XII habló frecuentemente del Escapulario. En 1951, aniversario 700 de la aparición de Nuestra Señora a San Simón Stock, el Papa ante una numerosa audiencia en Roma exhortó a que se usara el Escapulario como “Signo de Consagración al Inmaculado Corazón de María” (tal como pidió la Virgen en Fátima).

El mismo día que S. Simón Stock recibió de María el escapulario y la promesa, el fue llamado a asistir a un moribundo que estaba desesperado. Cuando llegó puso el escapulario sobre el hombre, pidiéndole a la Virgen que mantuviera la promesa que le acababa de hacer. Inmediatamente el hombre se arrepintió, se confesó y murió en gracia de Dios.

San Alfonso Ligorio y S. Juan Bosco tenían una especial devoción a la Virgen del Carmen y usaban el escapulario. Cuando murió San Alfonso Ligorio le enterraron con sus vestiduras sacerdotales y con su escapulario. Muchos años después cuando abrieron su tumba encontraron que su cuerpo y todas las vestimentas estaban hechas polvo, sin embargo su escapulario estaba intacto. El escapulario de San Alfonso está en exhibición en su Monasterio en Roma.

San Pedro Claver, se hizo esclavo de los esclavos por amor. Cada mes llegaba a Cartagena, Colombia un barco con esclavos. San Pedro se esforzaba por la salvación de cada uno. Organizaba catequistas, los preparaba para el bautismo y los investía con el escapulario. Algunos clérigos acusaron al santo de celo indiscreto. Sin embargo él continuó su obra hasta tener más de 300,000 conversos.

Es evidente que la Virgen María quiere revelarnos de manera especial el escapulario. Reporta Lucia (vidente de Fátima, Hermana María del Inmaculado Corazón), que en la última aparición (Octubre, 1917, día del milagro del sol), la Virgen vino vestida con el hábito carmelita y con el escapulario en la mano y recordó que sus verdaderos hijos lo llevaran con reverencia. También pidió que los que se consagraran a ella lo usaran como signo de dicha consagración.

Juan Pablo II: “También yo llevo mi escapulario desde hace mucho tiempo, el escapulario del Carmelo”.

OTROS TESTIMONIOS

Un anciano fue llevado al Hospital de San Simón Stock en la ciudad de Nueva York, inconsciente y moribundo. La enfermera al ver al paciente con el Escapulario Carmelita llamó a un sacerdote. Mientras rezaba las oraciones por el moribundo, éste recobró el conocimiento y dijo:
“Padre, yo no soy católico”.

“¿Entonces, ¿por qué está usando el Escapulario Carmelita?”, preguntó el sacerdote.
“He prometido a mis amigos usarlo”, explicó el paciente. “Además rezo un Ave María diariamente.” “Usted se está muriendo” replicó el sacerdote. “¿Quiere hacerse católico?”
“Toda mi vida lo he deseado”, contestó el moribundo.

Fue bautizado, recibió la Unción de los Enfermos antes de fallecer en paz.

“Un sacerdote de Chicago fue llamado para ir a asistir a un moribundo que había estado lejos de su fe y de los sacramentos por muchos años. El moribundo no quiso recibirlo, ni hablar con el. Pero el sacerdote insistió y le enseñó el escapulario que llevaba. Le preguntó si le permitiría ponérselo. El hombre aceptó con tal que el sacerdote lo dejara en paz. Una hora mas tarde el moribundo mandó a llamar al sacerdote pues deseaba confesarse y morir en gracia y amistad con Dios”

El demonio odia el escapulario. Un día al Venerable Francisco Yepes se le cayó el escapulario. Mientras se lo ponía, el demonio aulló: “¡Quítate el hábito que nos arrebata tantas almas!”.
Un misionero Carmelita de Tierra Santa fue llamado a suministrar la unción de los enfermos en el año 1944. Notó que mientras caminaba, sus pies se hundían cada vez más en el fango hasta que, tratando de encontrar tierra firme, se deslizó en un pozo de fango en el que se hundía hacia la muerte. Pensó en la Virgen y besó su hábito el cual era escapulario. Miró entonces hacía la Montaña del Carmelo gritando: “¡Santa Madre del Carmelo! ¡Ayúdame! ¡Sálvame!”. Un momento mas tarde se encontró en terreno sólido. Atestiguó más tarde: “Sé que fui salvado por la Santísima Virgen por medio de su Escapulario Carmelita. Mis zapatos desaparecieron en el lodo y yo estaba cubierto de él, pero caminé las dos millas que faltaban, alabando a María”.

En el verano de 1845 el barco inglés, “Rey del Océano” se hallaba en medio de un feroz huracán. las olas lo azotaban sin piedad y el fin parecía cercano. Un ministro protestante llamado Fisher en compañía de su esposa e hijos y otros pasajeros fueron a la cubierta para suplicar misericordia y perdón. Entre la tripulación se encontraba el irlandés John McAuliffe. Al mirar la gravedad de la situación, el joven abrió su camisa, se quitó el Escapulario y, haciendo con él la Señal de la Cruz sobre las furiosas olas, lo lanzó al océano. En ese preciso momento el viento se calmó. Solamente una ola más llegó a la cubierta, trayendo con ella el Escapulario que quedó depositado a los pies del muchacho. Durante lo acontecido el ministro había estado observando cuidadosamente las acciones de McAuliffe y fue testigo del milagro. Al interrogar al joven se informaron acerca de la Santísima Virgen y su Escapulario. El Sr. Fisher y su familia resolvieron ingresar en la Iglesia Católica lo más pronto posible y así disfrutar la gran protección del Escapulario de Nuestra Señora.

En mayo de 1957, un sacerdote Carmelita en Alemania publicó una historia extraordinaria de cómo el Escapulario había librado un hogar del fuego. Una hilera completa de casas se habían incendiado en Westboden, Alemania. Los piadosos residentes de una casa de dos familias, al ver el fuego, inmediatamente colgaron un Escapulario a la puerta de la entrada principal. Centellas volaron sobre ella y alrededor de ella, pero la casa permaneció intacta. En 5 horas, 22 hogares habían sido reducidos a cenizas. La única construcción que permaneció intacta, en medio de la destrucción, fue aquella que tenía el Escapulario adherido a su puerta. Los cientos de personas que vinieron a ver el lugar que Nuestra Señora había salvado son testigos oculares del poder del Escapulario y de la intercesión de la Santísima Virgen María.



En Octubre de 1952, un oficial de la Fuerza Aérea en Texas escribió lo siguiente: “Seis meses después de comenzar a usar el Escapulario, experimenté un notable cambio en mi vida. Casi inmediatamente comencé a asistir a Misa todos los días. Durante la cuaresma viví fervorosamente como nunca lo había hecho. Fui iniciado en la práctica de la meditación y me encontré realizando débiles intentos en al camino de la perfección. He estado tratando de vivir con Dios y doy el crédito al Escapulario de María”.


Tomado de Foros de la Virgen

Acto de Consagración a Nuestra Señora del Carmen



¡Oh María! Reina y Madre del Carmen, vengo hoy a consagrarme enteramente a Vos; como la Madre de Gracia debo todo lo que tengo y soy, mi vida entera es un pequeño pago por las muchas gracias que me han venido de Dios por vuestras manos. Ya que veis con ojos de especial bondad a los que visten vuestro Escapulario, os imploro fortaleced mi debilidad con vuestra fuerza, iluminad mi mente con vuestra sabiduría, aumentad en mí la fe, la esperanza y la caridad, para que pague día con día, mi deuda de humilde homenaje a vos.

Que vuestro Escapulario mantenga vuestros ojos de misericordia vueltos hacia mí y me traiga especial protección en mi lucha diaria para ser fiel a vuestro Divino Hijo y a vos.
Que me separe de todo lo que es pecaminoso en la vida y me recuerde constantemente de mi deber de contemplaros y de vestirme con vuestras virtudes. De aquí en adelante, me esforzaré por vivir en la dulce compañía de vuestro espíritu, para ofrecer todo a Jesús por vuestro medio y hacer mi vida el espejo de vuestra humildad, caridad, paciencia, mansedumbre y piedad.

¡Oh amadísima Madre! Sostenedme con vuestro amor inagotable para que yo, indigno pecador, llegue un día a cambiar mi Escapulario por el vestido de boda del Cielo y vivir allí con vos y con los Santos del Carmen en el Reino de vuestro Hijo.


¡Oh bellísima flor del Carmelo, ruega por nosotros!

lunes, 13 de julio de 2015

Triduo a Nuestra Señora del Carmen


Primer día:

Oración diaria

¡Oh Virgen Santísima Inmaculada, belleza y esplendor del Carmelo!
Vos, que miráis con ojos de particular bondad al que viste
vuestro Bendito Escapulario, miradme benignamente
y cubridme con el manto de vuestra maternal protección.

Fortaleced mi flaqueza con vuestro poder, iluminad las
tinieblas de mi entendimiento con vuestra sabiduría, aumentad en mí la fe,
la esperanza y la caridad. Adornad mi alma con tales gracias
y virtudes que sea siempre amada de vuestro divino Hijo y de Vos.

Asistidme en vida, consoladme cuando muera
con vuestra amabilísima presencia, y presentadme
a la Augustísima Trinidad como hijo y siervo devoto vuestro,
para alabaros eternamente y bendeciros en el Paraíso. Amén.

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve.
A Tí clamamos los desterrados hijos de Eva, a Tí suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora Abogada Nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzarlas promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén




Día dos:

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para mostrar Vuestro especialísimo amor
a los Carmelitas les honrasteis con el dulce nombre de hijos y hermanos vuestros,
alentando con tan singular favor su confianza, para buscar en Vos, como en amorosa Madre, el remedio, el consuelo y el amparo en todas sus necesidades y aflicciones,
moviéndoles a la imitación de Vuestras excelsas virtudes.

Os ruego, Señora, me miréis, como amorosa Madre y me alcancéis la gracia de imitaros,
de modo que dignamente pueda yo ser llamado también hijo vuestro,
y que mi nombre sea inscrito en el libro de la predestinación de los hijos de Dios y hermanos de mi Señor Jesucristo. Así Señora, os lo suplico humildemente, diciendo:

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve.
A Tí clamamos los desterrados hijos de Eva, a Tí suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora Abogada Nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzarlas promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén



Día tres:

Madre mía del Carmen, bendita seáis; los Serafines, los Santos y los Justos os llenen de alabanzas, porque me habéis dado vuestro Escapulario.

Dios te salve, María, llena eres de gracia el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, amén.

Madre mía del Carmen, bendita seáis; los Arcángeles, los Justos y los Santos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me habéis hecho especialísimo hijo vuestro.

 Dios te salve, María, etc.


Madre mía, madre de mi corazón y Reina de mi amor, os doy mi alma, mi vida, mi corazón, y quiero que os alaben las Virtudes y todas las criaturas,
porque con vuestro Escapulario me habéis infundido la esperanza
de que os veré en el Cielo... No me dejéis, Madre mía.


Dios te salve, María, etc.

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve.
A Tí clamamos los desterrados hijos de Eva, a Tí suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora Abogada Nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzarlas promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén

lunes, 6 de julio de 2015

Oraciones para antes de la Misa



Oh Madre de piedad y de misericordia, Santísima Virgen María, yo miserable e indigno pecador en ti confío con todo mi corazón y mi afecto; acudo a tu piedad para que, así como estuviste junto a tu dulcísimo Hijo, clavado en la cruz, también te dignes estar con clemencia junto a mí, miserable pecador, y junto a todos los sacerdotes que aquí y en toda la santa Iglesia van a celebrar hoy, para que, ayudados con tu gracia, ofrezcamos una hostia digna y aceptable en la presencia de la suma y única Trinidad. Amén.



Oración a la Virgen María para antes de la Santa Misa

Madre mía, ayúdame a estar en la Misa con los mismos sentimientos que tuviste Tú al pie de la Cruz. Enséñame a querer a tu Hijo, y a participar en tan sagrados misterios con dignidad, piedad y devoción. ¡Ángel Custodio, que no me distraiga!

Oración a San José antes de la Misa

¡Oh feliz varón, bienaventurado José, a quien le fue concedido no sólo ver y oír al Dios, a quien muchos reyes quisieron ver y no vieron, oír y no oyeron, sino también abrazarlo, besarlo, vestirlo y custodiarlo!

V/. Ruega por nosotros, bienaventurado José.
R/. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

Oración: Oh Dios, que nos concediste el sacerdocio real; te pedimos que, así como san José mereció tratar y llevar en sus brazos con cariño a tu Hijo Unigénito, nacido de la Virgen María, hagas que nosotros te sirvamos con corazón limpio y buenas obras, de modo que hoy recibamos dignamente el sacrosanto Cuerpo y Sangre de tu Hijo, y en la vida futura merezcamos alcanzar el premio eterno. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.



Oración de San Ambrosio antes de la Misa

¡Oh mi piadoso Señor Jesucristo! Yo pecador, sin presumir de mis méritos, sino confiando en tu bondad y misericordia, temo y vacilo al acercarme a la mesa de tu dulcísimo convite, pues tengo el cuerpo y el alma manchados por muchos pecados, y no he guardado con prudencia mis pensamientos y mi lengua.

Por eso, oh Dios bondadoso, oh tremenda Majestad, yo, que soy un miserable lleno de angustias, acudo a ti, fuente de misericordia; a ti voy para que me sanes, bajo tu protección me pongo, y confío tener como salvador a quien no me atrevería a mirar como juez. A ti, Señor, muestro mis heridas y presento mis flaquezas. Sé que mis pecados son muchos y grandes, y me causan temor, más espero en tu infinita misericordia.

Oh Señor Jesucristo, Rey eterno, Dios y hombre, clavado en la cruz por los hombres: mírame con tus ojos misericordiosos, oye a quien en Ti espera; Tú que eres fuente inagotable de perdón, ten piedad de mis miserias y pecados.

Salve, víctima de salvación inmolada por mí y por todos los hombres en el patíbulo de la cruz. Salve, noble y preciosa Sangre, que sales de las llagas de mi Señor Jesucristo crucificado y lavas los pecados de todo el mundo. Acuérdate, Señor, de esta criatura tuya, redimida por tu sangre.
Me arrepiento de haber pecado y deseo enmendar mis errores. Aleja de mí, Padre Clementísimo, todas mis iniquidades y pecados, para que, limpio de alma y cuerpo, sea digno de saborear al Santo de los santos.

Concédeme que esta santa comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre, que indigno me atrevo a recibir, sea el perdón de mis pecados, la perfecta purificación de mis delitos, aleje mis malos pensamientos y regenere mis buenos afectos; conceda eficacia salvadora a las obras que a Ti te agradan; y, finalmente, sea la firmísima defensa de mi cuerpo y de mi alma contra las asechanzas de mis enemigos. Amén.



Oraciones de San Ambrosio antes de la Misa, para cada día de la semana:


Rey de las vírgenes, que amas la castidad y la integridad, extingue en mi cuerpo el incendio de la impureza con la bendición del rocío celestial, para que permanezca en mí la limpieza del cuerpo y del alma.

Apaga en los miembros de mi carne los estímulos de las conmociones libidinosas, y dame la verdadera y perpetua castidad, junto con tus otros dones: para que sea digno de participar en este sacrificio de alabanza con un cuerpo casto y un corazón limpio.

¡Con cuanta contrición interior, lágrimas, reverencia y temor, con cuánta castidad de cuerpo y pureza de alma, debe ser ofrecido este sacrificio, en el que tu Carne verdaderamente se come, tu Sangre verdaderamente se bebe, en el que se juntan el cielo y la tierra, donde están presentes los ángeles, donde Tú admirable e inefablemente eres sacerdote de tu mismo sacrificio!
Martes

¿Quién podría [celebrar] [participar] dignamente en este sacrificio, si Tú, Señor Dios Omnipotente, no lo hicieras digno?

Sé, Señor, y lo sé con certeza, y lo confieso ante tu misericordia, que no soy digno de acercarme a tan gran misterio, porque son muchos mis pecados e incontables mis negligencias. Pero sé, y lo creo verdaderamente con todo mi corazón, y lo confieso con mis labios, que Tú puedes hacerme digno, ya que puedes hacer limpio lo que precede de semilla inmunda, y hacer de los pecadores justos y santos.

Por este tu infinito poder, te ruego, Dios mío, que me concedas a mí pecador, [celebrar],  [participar en] este sacrificio con temor y temblor, con pureza de corazón y alma contrita, con alegría espiritual y gozo del cielo. Haz que mi mente sienta la dulzura de tu beatísima presencia, y que el coro de tus ángeles permanezca a mi alrededor.

Miércoles

Yo, Señor, trayendo a mi memoria tu Sagrada Pasión, me acerco a tu altar, y, aunque pecador, quiero ofrecerte el sacrificio que Tú instituiste, y que mandaste que fuera ofrecido, en tu recuerdo, para nuestra salvación. Te pido, altísimo Dios, que lo recibas, por tu Iglesia Santa y por el pueblo que rescataste con tu Sangre.

Y aunque no posea yo el testimonio de mis buenas obras, te ofrezco a Ti, Dios Padre todopoderoso, la Víctima siempre grata a tu presencia. Te la ofrezco, Dios mío, para que mires benigno los sufrimientos de los hombres, las necesidades de los pueblos, los gemidos de los cautivos, las miserias de los huérfanos, las aflicciones de los peregrinos, la inopia de los débiles, los dolores de los enfermos, las molestias de los ancianos, los votos de las vírgenes y los lamentos de las viudas. Así sea.

Jueves

Tú, Señor, que eres compasivo y nunca desprecias nada de lo que creaste, acuérdate de la pobreza de nuestra condición, y ya que Tú eres nuestro Padre, que eres nuestro Dios, no te aíres con nosotros, antes bien, apaga la multitud de tus enojos.

Nos postramos en tu presencia, atendiendo no a nuestros méritos, sino a tu gran misericordia. Arranca de nosotros las iniquidades, y enciende en nuestro interior el fuego de tu Espíritu Santo. Quita de nuestro pecho el corazón de piedra, y danos un corazón de carne, que te ame, te anhele, te desee, te siga y te goce.

Imploramos, Señor, tu clemencia: muestra tu rostro sereno sobre tu familia que hoy te ofrece este sacrificio, para que así ningún deseo sea vano, ninguna petición desoída, y con tu misma plegaria, recibe propicio nuestros deseos, para que tengan su cumplimiento. Amén.

Viernes

Te ruego, Señor, Padre santo, por el alma de todos los fieles difuntos, y haz que este sacrificio sea para ellos motivo de salvación, salud, gozo y refrigerio.

Señor, Dios mío, haz que hoy alcance el pleno alimento de Ti, pan vivo, que descendiste del cielo para la vida del mundo, de tu Carne santa y bendita, Cordero inmaculado, tomada del vientre santo y glorioso de la bienaventurada Virgen María, concebido por el Espíritu Santo; de esa Carne que, abierta por la lanza del soldado, brotó una fuente de piedad: para que, las almas de los difuntos, restablecidas y sanadas, alentadas y consoladas, se alegren en la alabanza de tu gloria.

Imploro, Señor, tu misericordia, para que sobre este pan que será sacrificado, descienda la plenitud de tus bendiciones y la santificación de tu divinidad. Haz que descienda también, Señor, sobre este sacrificio, la invisible e incomparable majestad de tu Santo Espíritu, como descendía sobre los sacrificios de nuestros padres, para que ofrezca la oblación de tu Cuerpo y de tu Sangre.
Y a mí, indigno [sacerdote] [siervo] tuyo, enséñame a tratar este misterio con corazón limpio y lágrimas de devoción, con reverencia y temor, y así recibas con beneplácito el sacrificio que se ofrece por la salvación de vivos y difuntos.

Sábado

Te ruego, Señor, por el sacrosanto misterio de tu Cuerpo y de tu Sangre, que sea yo diariamente apacentado y alimentado, purificado y santificado, y consiga así ser hecho partícipe de la una y suma divinidad.

Dame tus santas inspiraciones con las que, colmada mi alma, me acerque a tu altar, y así sea para mí este sacramento celestial salud y vida. Tus mismos labios dijeron: “El pan que Yo os daré es mi Carne, para la vida del mundo. Yo soy el pan vivo, que ha bajado del cielo. El que coma de este pan, vivirá para siempre”. Pan dulcísimo, ablanda la dureza de mi corazón para que sienta la suavidad de tu amor. Sánalo de toda enfermedad, y que no busque otra dulzura fuera de Ti. Pan suavísimo, que tiene en sí todo deleite y todo sabor, que siempre nos sacia y nunca nos defrauda: quiero que mi corazón te reciba y todo mi ser se llene de tu dulce sabor. Te recibe el ángel con pleno deseo, te recibe el hombre peregrino para no desfallecer.

Pan Santo, Pan vivo, Pan Inmaculado, que descendiste del cielo y das la vida al mundo, ven a mi corazón, y límpialo de toda mancha de la carne y del espíritu. Entra en mi alma, sana y limpia mi exterior y mi interior. Sé mi alimento y la salud de mi alma y de mi cuerpo. Repele los ataques de mis enemigos, para que llegue hasta Ti por un camino recto, donde, no en imágenes –como en el tiempo presente- sino cara a cara, te contemplemos, con tu Dios y Padre, con quien eres Dios de todo y de todos. Ahora, pues, sáciame con tu maravillosa abundancia para que nunca desfallezca. Tú, que con el mismo Dios Padre y el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Domingo

Sacerdote Sumo y Pontífice verdadero, Jesucristo, que te ofreciste al Padre en oblación pura e inmaculada en el altar de la Cruz por nosotros miserables pecadores, y que nos diste tu Carne como alimento y tu Sangre como bebida, y que pusiste este misterio bajo el poder del Espíritu Santo diciendo: “Cuantas veces hagáis esto, hacedlo en memoria mía”: te ruego, por esta admirable e inefable caridad, que a nosotros miserables, a quienes te has dignado amar, laves nuestros pecados en tu Sangre.

[A mí, tu indigno siervo, al que, además de otros dones, llamaste al oficio de sacerdote, sin ningún mérito de mi parte, sino sólo por tu misericordia], enséñame a tratar este misterio con el honor y reverencia, devoción y temor que se requiere y conviene. Haz que por tu gracia, en este santo misterio, siempre crea y confiese, sienta y afirme, diga y piense, lo que a Ti te agrada y a mi alma aprovecha. Entren los dones de tu Espíritu Santo en mi corazón, que exprese lo que Él señala, pues sin ruido de palabras comunica toda la verdad.

Por tu gran misericordia y clemencia concédeme [celebrar]  [participar en] esta Misa con mente limpia y corazón puro. Libra mi alma de todos los pensamientos vanos y nocivos, inmundos y nefandos. Envíame la custodia fiel y piadosa de tus ángeles, para que no se acerquen mis enemigos. Por la fuerza de tu gran misterio y por la acción de tus ángeles, líbrame de los malos influjos del espíritu de soberbia y de gula, envidia y blasfemia, fornicación e inmundicia, duda y debilidad. Sean confundidos los que nos persiguen, perezcan aquellos que se apresuran a perdernos. Amén.



Oración de Santo Tomás de Aquino antes de la Misa

Omnipotente y sempiterno Dios, he aquí que me acerco al sacramento de tu Unigénito Hijo Jesucristo, Señor nuestro; me acerco como un enfermo al médico de la vida, como un inmundo a la fuente de la misericordia, como un ciego a la luz de la claridad eterna, como un pobre y necesitado al Señor de cielos y tierra.

Imploro la abundancia de tu infinita generosidad para que te dignes curar mi enfermedad, lavar mi impureza, iluminar mi ceguera, remediar mi pobreza y vestir mi desnudez, para que me acerque a recibir el Pan de los ángeles, al Rey de reyes y Señor de señores con tanta reverencia y humildad, con tanta contrición y piedad, con tanta pureza y fe, y con tal propósito e intención como conviene a la salud de mi alma.

Te pido que me concedas recibir no sólo el sacramento del Cuerpo y de la Sangre del Señor, sino la gracia y la virtud de ese sacramento. Oh Dios benignísimo, concédeme recibir el cuerpo de tu Unigénito Hijo Jesucristo, Señor nuestro, nacido de Virgen María, de tal modo que merezca ser incorporado a su cuerpo místico y contado entre sus miembros.

Oh Padre amantísimo, concédeme contemplar eternamente a tu querido Hijo, a quien, bajo el velo de la fe, me propongo recibir ahora. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.



Oración de San Juan Crisóstomo antes de la Misa

¡Oh Señor!, yo creo y profeso que Tú eres el Cristo Verdadero, el Hijo de Dios vivo que vino a este mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Acéptame como participante de tu Cena Mística, ¡oh Hijo de Dios!

No revelaré tu Misterio a tus enemigos, ni te daré un beso como lo hizo Judas, sino que como el buen ladrón te reconozco.

Recuérdame, ¡Oh Señor!, cuando llegues a tu Reino. Recuérdame, ¡oh Maestro!, cuando llegues a tu Reino. Recuérdame, ¡oh Santo!, cuando llegues a tu Reino.

Que mi participación en tus Santos Misterios, ¡oh Señor! no sea para mí juicio o condenación, sino para sanar mi alma y mi cuerpo.

¡Oh Señor!, yo también creo y profeso que lo que estoy a punto de recibir es verdaderamente tu Preciosísimo Cuerpo y tu Sangre Vivificante, los cuales ruego me hagas digno de recibir, para la remisión de todos mis pecados y la vida eterna. Amén.

¡Oh Dios!, sé misericordioso conmigo, pecador.
¡Oh Dios!, límpiame de mis pecados y ten misericordia de mí.
¡Oh Dios!, perdóname, porque he pecado incontables veces.

Tomada de La Imitación de Cristo (III 15,15-18)

Concédeme, benignísimo Jesús, tu gracia, para que esté conmigo y obre conmigo y en ella persevere hasta la muerte.

Concédeme querer y desear en todas las circunstancias de mi vida lo que te sea más acepto y más te agrade

Que tu voluntad sea mía, y que mi voluntad siga siempre la tuya y esté continuamente de perfecto acuerdo con ella

Tenga yo un mismo querer y no querer contigo; y haz que solo pueda querer o no querer lo que Tú quieras o no quieras. Amén.



Quinque puncta

I. Detesto y aborrezco todos y cada uno de mis pecados, y todos los otros pecados cometidos desde el principio del mundo hasta ahora, yo todos los que serán cometidos hasta el fin del mundo: y, si pudiera, los impediría por la gracia de Dios, lo cual invoco suplicante.

II. Alabo y apruebo todas las obras buenas hechas desde el principio del mundo hasta ahora, y todas las que se harán hasta el fin del mundo; y si pudiera, las multiplicaría por la gracia de Dios, lo cual invoco suplicante.

III. Me propongo actuar, hablar y pensar todo para la mayor gloria de Dios, y con todas aquellas buenas intenciones que los santos alguna vez tuvieron, tienen o puedan tener

IV. Olvido y perdono de todo corazón a todos mis enemigos, a todos los que me han calumniado, a todos mis detractores, y a todos que me han hecho o deseado algún daño.

V. ¡Ojalá pudiera salvar a todos los hombres muriendo por cada uno! Libremente lo haría, por la gracia de Dios, que imploro suplicante, y sin cuál no puedo hacer nada.



Oración de preparación de la Misa: 

Oh Dios Clementísimo, escucha con piedad nuestras súplicas e ilumina nuestro corazón con la gracia del Espíritu Santo, para que merezcamos servir con dignidad a tus misterios y amarte con caridad eterna.

Oh Dios, que conoces nuestro corazón y nuestra voluntad, y que no ignoras ningún secreto: purifica nuestros pensamientos, infundiéndonos el Espíritu Santo, para que merezcamos amarte con perfección y alabarte dignamente.

Señor, enciende nuestras entrañas y nuestro corazón con el fuego del Espíritu Santo, para que te sirvamos con un cuerpo casto y te agrademos con un corazón limpio.

Te pedimos, Señor, que el Paráclito que procede de Ti ilumine nuestro entendimiento y nos lleve a conocer la verdad, como tu Hijo nos prometió.

Te pedimos, Señor, que nos asista el poder del Espíritu Santo, para que purifique con clemencia nuestros corazones y nos defienda de todos los peligros.

Oh Dios, que iluminaste los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos, según el mismo Espíritu, conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos.


Te pedimos, Señor, que purifiques nuestras conciencias para que, al venir Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, encuentre preparada en nosotros su mansión. Él, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.